La última vez que Ernesto Muyshondt apareció frente a una cámara de vídeo fue a principios de agosto pasado durante una audiencia virtual en la que, desde la cárcel en la que se encuentra, compareció ante un juez. Muyshondt, ex alcalde de San Salvador y otrora aliado político del presidente Nayib Bukele, se veía demacrado, con el pelo pajizo en desorden y barba de varios días, delgado en extremo. Aprovechando su tiempo frente a la cámara, el exfuncionario intentó mostrar un mensaje de aliento que escribió en un pedazo de papel para su esposa, Karla. Los custodios carcelarios le arrebataron la cartulina con un forcejeo y terminaron rompiéndola. La noticia más reciente sobre Muyshondt, publicada en medios salvadoreños, es que el exalcalde está internado en un hospital psiquiátrico.
La alianza que había entre Ernesto Muyshondt y Nayib Bukele fue fructífera. Muyshondt ganó con holgura la elección municipal por la capital en 2018. Bukele, que había sido alcalde de la ciudad desde 2015, fue expulsado de su partido, el izquierdista FMLN, en 2017 y no volvió a correr por la municipalidad, lo cual abrió el camino a Muyshondt y a la alianza entre ambos mientras Bukele preparaba, como independiente, su camino a la presidencia del país.
Cuando asumió, Muyshondt dejó en sus puestos a dos personas del círculo íntimo de Bukele que, luego, se convertirían en funcionarios clave en la presidencia. Una es Suecy Callejas, quien fue secretaria municipal de cultura con Muyshondt hasta 2019 y hoy es vicepresidenta del Congreso y una de las principales operadoras políticas del bukelismo. El otro es Yamil Bukele, hermanastro del presidente, quien quedó como secretario de deportes en San Salvador y hoy es el jefe del deporte nacional.
La alianza también fue buena para que la gente de Bukele pudiera tapar algunos gastos que hizo desde la alcaldía para fines políticos propios, como la elaboración de material propagandístico y municipal con el color cian, que luego se convertiría en la marca del proyecto político de Bukele y de su presidencia. Un exfuncionario del derechista partido ARENA, el de Muyshondt, confimó que las relaciones del entonces alcalde con su antecesor fueron más que cordiales y sirvieron, entre otras cosas, para encubrir el asunto de la propaganda cian.
Dos exfuncionarios, uno de ARENA y otro ligado a Nuevas Ideas, el partido de Bukele, aseguraron que las relaciones entre Muyshondt y el círculo de su antecesor eran tan buenas que en 2020 el exalcalde viajó a Nueva York en un vuelo privado con dos funcionarios cercanos al presidente.
Ernesto Muyshondt fue, desde el principio, uno de los principales aliados de Nayib Bukele cuando el presidente salvadoreño, al asumir la jefatura del Ejecutivo en junio de 2019, no contaba con mayoría legislativa y no controlaba la fiscalía general del país ni la Corte Suprema de Justicia como ocurre ahora. Entre otras cosas, Muyshondt, quien en 2018 asumió como alcalde de San Salvador y se convirtió con ello en la principal figura de la oposición política, fue vocal al apoyar algunas medidas controversiales que Bukele adoptó durante la pandemia de Covid-19. Las fotos de ambos funcionarios reunidos, estrechándose las manos o dándose palmadas eran comunes en aquellos días. Pero algo se torció.
Agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) detuvieron a Muyshondt el 4 de julio de 2021. Un mes antes, el partido de Bukele había juramentado a una supermayoría en la Asamblea Legislativa y, con ella, había descabezado de forma ilegal a la corte suprema y a la fiscalía para colocar funcionarios afines. Al ex alcalde, el fiscal general, ya controlado por el presidente, lo acusó por delitos asociados a un pacto electoral con las pandillas durante una campaña presidencial en que un candidato de su partido estuvo a punto de ganar.
Una jueza decidió que Muyshondt debía de ser procesado judicialmente por esa acusación, pero lo benefició con arresto domiciliar. El fiscal de Bukele, sin embargo, no estaba por la labor: no dejó que Muyshondt saliera del tribunal y emitió, de inmediato, una nueva orden de arresto, esta por acusaciones de que el exfuncionario se apropió indebidamente de retenciones salariales de trabajadores municipales destinadas a pagar la seguridad social. El 6 de julio pasado, Ernesto Muyshondt cumplió dos años en prisión sin haber sido condenado, lo cual de acuerdo con la ley salvadoreña es motivo suficiente para que siga siendo juzgado fuera de la cárcel. La fiscalía de Bukele no lo permitió y solicitó que uno de los procesos, relacionado con las retenciones salariales, se repita aunque ya Muyshondt había pagado lo que adeudaba.
Cuando fue arrestado, en 2021, Muyshondt dijo, ya esposado, que él era el primer preso político de la era Bukele. Organizaciones de derechos humanos y medios salvadoreños no se hicieron eco de aquella declaración en un primer momento. Con el tiempo, el ex alcalde denunció que en la cárcel lo torturaban, que le negaban medicamentos y que habían estado a punto de matarlo tres veces.
El desencuentro público entre Bukele y Muyshondt había empezado un mes antes, cuando el secretario general de la OEA, Luis Almagro, anunció que nombraría al ex alcalde salvadoreño como asesor del organismo internacional en temas de seguridad. Bukele contestó furioso y decidió romper el acuerdo con la OEA que daba vida a la llamada Comisión Internacional Contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), una entidad supranacional creada para ayudar a la fiscalía local a investigar casos de gran corrupción.
Cuando el malogrado affaire Muyshondt-Bukele se hacía público, la CICIES ya había abierto investigaciones por corrupción atribuida a los funcionarios del presidente durante la pandemia y por un supuesto pacto entre el gobierno de Bukele y las pandillas MS13 y Barrio 18. Esos expedientes, los de la CICIES, atribuían a Bukele y los suyos la misma conducta delictiva que la fiscalía salvadoreña señalaba a Muyshondt, la de pactar con las pandillas, que según la legislación del país centroamericano son organizaciones terroristas.
“Es la historia de una traición. Los dos saben demasiado del otro. Pero el caso es que solo uno de ellos tenía el poder y ese es el presidente”, dijo a Infobae un funcionario estadounidense cuya cartera incluye las relaciones con El Salvador y otros países centroamericanos al ser cuestionado sobre la situación del exalcalde opositor.
Luego de que intentó enviar un mensaje a su esposa a través de la cámara que transmitía su audiencia judicial desde la cárcel, el 9 de agosto pasado, los carceleros de Muyshondt lo enviaron al hospital siquiátrico público en la capital salvadoreña. Ahí está desde hace un mes según tres fuentes judiciales le dijeron al periódico La Prensa Gráfica.
“Gracias por tanto princesa. Con fe de que se hará justicia. Dios está en nuestros corazones. Te amo”, había escrito Muyshondt en el trozo de papel que intentó presentar ante las cámaras. Después del forcejeo con los carceleros pudo mostrar el folio roto durante unos segundos. Fue un día agridulce para el exalcalde: el tribunal lo absolvió de dos delitos, pero Bukele y su fiscal dejaron claro muy pronto que Ernesto Muyshondt se quedará en la cárcel o en el psiquiátrico.
Alejandro Muyshondt es primo de Ernesto, el ex alcalde. No se llevan bien, pero, como su familiar, Alejandro también pasó de ser un hombre del presidente Bukele a ser un preso más en El Salvador, uno al que, según su familia, se le ha negado atención médica y está al borde de la muerte.
Antes de caer en desgracia, este Muyshondt, Alejandro, era asesor de seguridad en Casa Presidencial y había estado cerca de Bukele desde la campaña presidencial aunque se conocían de antes. Cuando Bukele asumió como presidente, Alejandro se hizo cargo de una misión muy particular: hurgar en la suciedad de adversarios y aliados del presidente. Lo siguió haciendo hasta poco antes de que lo arrestaran.
La policía bukelista detuvo a Alejandro Muyshondt el 9 de agosto pasado, el mismo día en que su primo, el ex alcalde, envió un mensaje a su esposa Karla desde la cárcel en la que está.
Dos meses antes del arresto de Alejandro, Danny Dalton, un ex agente de la DEA de Estados Unidos, se había inscrito ante el Departamento de Justicia (DOJ) en Washington como “agente extranjero” al servicio de Muyshondt, de acuerdo con formularios de inscripción que por ley tienen que firmar los estadounidenses que actúan en nombre de funcionarios o particulares de otro país.
Los papeles de Dalton detallan que su representado es Alejandro Muyshondt, un “funcionario de seguridad nacional” en El Salvador. Dalton, dice el registro de DOJ, estaría en contacto con Muyshondt para recibir información “sobre corrupción y tráfico de drogas” que el ex agente de la DEA haría llegar a “representantes y senadores (estadounidenses) interesados”. La información que Dalton recibiera también sería diseminada entre “funcionarios, legisladores y agencias gubernamentales” de Estados Unidos según los registros legales de los que Infobae tiene copia.
Infobae consultó a un ex colaborador de Muyshondt que trabajó con él en la casa presidencial de El Salvador sobre el trato con Dalton. El ayudante confirmó que había contactos, pero dijo desconocer si al final había un contrato de por medio. Lo cierto es que, según los papeles registrados en DOJ, un ex agente de la DEA se registró ante las autoridades estadounidenses para diseminar información sobre funcionarios salvadoreños. Otro ex colaborador del ex asesor de seguridad nacional, quien habló bajo condición de anonimato por seguridad, reiteró que ese era uno de los principales roles de Muyshondt: conseguir información, sobre todo sobre adversarios políticos de Bukele y otros funcionarios cercanos al presidente, y diseminarla.
En mayo de 2023, Muyshondt utilizó sus redes sociales para diseminar información sobre supuesta corrupción de Ernesto Sanabria, el secretario de prensa de Nayib Bukele y uno de los hombres más cercanos al presidente. En sus cuentas, Alejandro Muyshondt reveló gastos hechos por Sanabria en artículos y prendas de lujo, y cuestionó las discrepancias entre el salario que este gana como secretario y su forma de vida.
Sanabria fue funcionario durante el gobierno del expresidente Antonio Saca (2004-2009) y de ahí saltó al entorno de Bukele para convertirse en uno de sus asesores más íntimos. Como secretario de prensa ha controlado algunos de los medios oficiales de la presidencia y, de acuerdo con investigaciones periodística, granjas de troles para atacar a oponentes políticos. En julio de 2020, el Departamento de Estado en Washington incluyó a Sanabria en la llamada Lista Engel, una nómina en la que Estados Unidos apunta a funcionarios centroamericanos a los que considera antidemocráticos y corruptos.
A Sanabria lo listaron en la Engel por “debilitar el proceso democrático” y por usar su influencia en el presidente Bukele para “presionar de forma indebida a oficiales de la oposición para renunciar con amenazas” de acusarlos penalmente si no lo hacían.
Otro bukelista nombrado en la Lista Engel el mismo día que Sanabria es Christian Guevara, el jefe de los diputados del presidente en el Congreso. Guevara fue señalado por introducir leyes antidemocráticas y, en investigaciones periodísticas, su nombre aparece ligado a varios casos de corrupción. También él, el jefe de la bancada bukelista, se metió en pleitos públicos con Alejandro Muyshondt, a quien acusó de amenazarlo.
Infobae habló con dos ex colaboradores de Muyshondt y un funcionario del gobierno salvadoreño sobre las razones del pleito entre el asesor de seguridad y los hombres cercanos a Bukele. Según los relatos de estas fuentes, que hablaron bajo condición de anonimato por no estar autorizadas a hacerlo en público y por seguridad, Muyshondt diseminó información sobre Sanabria por encargo de otros funcionarios de la presidencia, entre ellos la secretaria de comunicaciones Sofía Medina, en un contexto de pleitos internos y ajustes de cuentas en el palacio presidencial. Las personas consultadas coinciden en que Bukele no necesariamente estaba al tanto de todos los detalles de esos pleitos, pero sí intervino cuando el asunto empezó a salirse de control y se hizo público. Infobae intentó contactar a través de líneas de comunicación oficiales a los funcionarios mencionados pero no hubo respuesta.
De lo que sí estuvo al tanto Bukele desde el principio fue de una investigación interna abierta a Alejandro Muyshondt luego de que el asesor de seguridad acusó a un diputado de Nuevas Ideas, el partido del presidente, de tener nexos con el narcotráfico y de falsificar documentos para intentar lavar dinero. Ese diputado, Erick García, fue sometido a un antejuicio para quitarle el fuero del que gozaba como legislador, y luego fue encarcelado y procesado por falsedad ideológica. Poco después de eso, fue el mismo Bukele quien comunicó en sus redes sociales del arresto de Muyshondt, a quien acusó de filtrar información pública desde Casa Presidencial, facilitar la fuga del expresidente Mauricio Funes (2009-2014) -prófugo en Nicaragua tras ser acusado en El Salvador de varios delitos de corrupción- y de ser fuente de periodistas.
Desde aquel 9 de agosto, cuando fue arrestado y sus fotos con grilletes en las muñecas recorrieron cuentas oficiales y de prensa, poco se supo de Alejandro Muyshondt, otrora hombre de confianza de Nayib Bukele, gestor y administrador de información privada en los pasillos de la inteligencia estatal y protagonista en pleitos internos de poder.
Nada se sabía hasta que el periódico El Diario de Hoy publicó, el 16 de octubre pasado, que Muyshondt está postrado en la cama de un hospital público tras sufrir un derrame cerebral. Cuando la noticia se hizo pública, su madre, Patricia Álvarez, denunció que no ha podido ver a su hijo desde que lo arrestaron y que la familia no ha podido entregarle medicamentos que él necesita para vivir. Una de las fuentes del periódico que reveló el estado del ex asesor presidencial aseguró que la ropa de Muyshondt estaba ensangrentada cuando llegó al hospital. Ni el gobierno de Bukele ni la fiscalía general han hablado sobre el caso.
Una vez fueron cercanos al presidente Bukele. Ambos, Ernesto y Alejandro Muyshondt, conocieron de cerca información íntima de Nayib Bukele y de sus asesores más importantes. Hoy uno está recluido en un hospital psiquiátrico y el otro está postrado, sin habla e inconsciente, en la cama de un hospital sin que su familia más cercana pueda verlo.