- Author, Dalia Ventura
- Role, BBC News Mundo
La llamaban la Reina del Sol, y con razón.
La biofísica Mária Telkes se distinguía por hacer dispositivos que aprovechaban la energía solar, cuando eso no era tan común.
Una de sus más famosas creaciones fue la Sun Dover House, una casa construida en la zona rural de Massachusetts, Estados Unidos, hace 75 años con un sistema de calefacción solar diseñado por ella.
Pero esa fue apenas una de sus creaciones, que incluyeron hasta un aparato que salvó vidas durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuando estalló, Telkes estaba en el Instituto de Tecnología de Massachusetts o MIT, donde se creó en 1941 la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico de EE.UU. para ayudar en el esfuerzo bélico.
Le encomendaron idear una solución a un problema urgente: cuando los aviadores o marineros eran abatidos en el Pacífico, quedaban a la deriva en el océano y morían de deshidratación.
Telkes diseñó un kit de desalinización inflable alimentado por energía solar, que convertía el agua salada en potable.
El dispositivo fue incluido dentro de los botiquines médicos de emergencia del ejército estadounidense.
La misma tecnología fue posteriormente ampliada y rediseñada para satisfacer las necesidades de agua de las Islas Vírgenes, y, para que tengas una idea de cuán excepcional era que la inventora fuera mujer, así fue como lo anunció el diario Daily Boston Globe, en noviembre de 1948:
«Gracias a una rubia alta y de aspecto deslumbrante del Instituto Tecnológico de Massachusetts que es lo suficientemente bonita como para ganarse la vida como modelo o corista si no fuera una física establecida, la gente de St. John en las Islas Vírgenes ya no tiene que depender de las tormentas para obtener agua potable«.
No sería la única publicación que destacara con asombro su género al reportar sus logros.
Cuando en 1950 MIT celebró un simposio titulado “Calefacción espacial con energía solar”, Telkes y la arquitecta Eleanor Raymond fueron la comidilla por haber ideado y construido Sun Dover House.
“La casa de pasado mañana está en camino. De hecho, una ya ha sido construida… y otra, mucho menos costosa, fue concebida por una mujer científico y un arquitecto del mismo sexo”, señaló una de las muchas publicaciones que hablaron del tema en EE.UU. y otros países.
Tres mujeres
Para ser más precisos, no fueron dos sino tres mujeres las que unieron fuerzas para hacer realidad el proyecto de crear una vivienda completamente calentada con energía solar… en una época en la que se esperaba que las mujeres se encargaran de limpiar la casa, no construirla.
Raymond se había labrado una carrera a pulso en un campo en el que las mujeres eran escasas: en 1910, sólo había 50 arquitectas en todo EE.UU., y muchas escuelas de arquitectura negaban la admisión a las mujeres.
Nacida en 1887, se había graduado en 1917 y, tras asociarse con un arquitecto para poder trabajar, se independizó en 1928.
Cinco años más tarde, una comisión para diseñar un estudio al estilo Bauhaus en Dover, Massachusetts, resultó trascendental.
Era para la escultora y filántropa Amelia Peabody, quien se convertiría en su mecenas, y completaría el trío de mujeres que colaboraron en la Sun Dover House, aportando la financiación.
Heredera de la fortuna una familia de la crema y nata estadounidense, Peabody nació destinada a una vida como socialité de Boston, pero optó por quedarse soltera, dedicarse a su pasión por la escultura y usar la riqueza familiar para financiar causas benéficas.
En un paseo a montar caballo, se había enamorado de Dover y comprado una propiedad con acres de bosques en la que se refugiaba del ajetreo de la vida social.
Fue ahí donde Raymond le construyó su estudio de escultura y otras 7 estructuras, varias arquitectónicamente revolucionarias.
Y fue Raymond quien le propuso patrocinar un proyecto histórico de una científica llamada Mária Telkes, una idea que fascinó a Peabody.
MIT, el lugar donde esa científica había desarrollado el proyecto, no tuvo ningún problema con que Peabody estuviera involucrada, pero sí cuestionó la asociación con Raymond, pues no sólo era homosexual sino que no hacía mucho esfuerzo por ocultarlo.
El principal administrador solar de MIT escribió que su afiliación lo dejó «un poco preocupado» por el bien de la escuela.
No obstante, en 1948, en un terreno en la finca de Peabody en Dover y con unos US$20.000 dólares (unos US$255.000 actuales), los planos de Raymond y el novedoso diseño del sistema de calefacción de Telkes se transformaron en la Sun Dover House.
La primera
Fue la primera casa con calefacción de energía solar únicamente.
Aunque MIT exhibió otro proyecto en la conferencia, que utilizaba el Sol para calentar el agua que circulaba por tuberías, dependía de calor auxiliar en los días nublados.
Telkes evitó esa necesidad usando sal mirabilis o sal milagrosa, llamada también sal de Glauber, la sal sódica del ácido sulfúrico.
Es un sólido que contiene agua, y almacena calor con una eficiencia siete veces mayor que el agua.
La casa en sí funcionaba como un horno, cuyas 18 ventanas de vidrio y metal absorbían el calor del sol, calentando el aire que se canalizaba hacia contenedores con 21 toneladas de esa sal, construidos en las paredes.
El calor se almacenaba y se usaba cuando era necesario.
En vísperas de Navidad de 1948, la familia conformada por Esther, Anthony y su hijo de 3 años Andrew Nemethy se mudó a ese experimento que sería su nuevo hogar.
Eran refugiados que huyeron de Hungría hacia el final de la Segunda Guerra Mundial y habían aceptado la oferta de Telkes, prima segunda de Anthony, convirtiéndose en inquilinos de la Sun Dover House.
Vivirían ahí inicialmente sin pagar alquiler.
Pero con una condición: tenían que abrirle las puertas a quienes quisieran ver su futurista casa… y muchos querían.
«Miles de personas vinieron a visitarnos», le contó a BBC Witness Andrew Nemethy, quien ahora es escritor y educador.
«Reporteros, curiosos, hombres y mujeres vestidos con sus mejores galas de domingo brindaban por la casa. Era todo un evento social, y mi padre, que era un intelectual muy simpático y entendía cómo funcionaba Sun Dover House, daba los recorridos, mientras mi madre sonreía».
Peabody y Raymond se hicieron amigas de la familia, y la arquitecta alguna vez dijo que cuando le abrieron la puerta de la casa «y fui recibida con una ráfaga de aire cálido que sabía que debía provenir únicamente del Sol, fue realmente emocionante”.
Pero la cara más visible del proyecto era Telkes, la mayor fuente de fascinación para la prensa.
«Era una mujer extremadamente atractiva y carismática, difícil de encasillar», recuerda Nemethy.
«En esa época, la estrella de cine también húngara Zsa Zsa Gabor era muy famosa, y quienes escribían sobre Telkes eran los mismos que seguían los círculos sociales en las artes en Massachusetts, así que describían su apariencia, sus gestos y su forma de hablar como si fuera alguien exótico.
«Pero también era una científica increíblemente centrada y brillante, y eso era difícil de entender. La cobertura fue casi cómica».
Recelos e inviernos
Telkes se había enamorado del Sol cuando estudiaba en la Universidad de Budapest, donde se doctoró en química física en 1924, un logro poco común ya que sólo un mínimo porcentaje de los estudiantes universitarios eran mujeres.
Un año después, fue a visitar a un tío en EE.UU. y se quedó.
Trabajó como biofísica en la Cleveland Clinic Foundation e ingeniera de investigación en Westinghouse Electric, antes de unirse al Proyecto de Conversión de Energía Solar, una unidad de MIT, en 1939.
Causó recelo, no sólo por ser la única mujer, sino por su insistencia en crear cosas que se utilizaran en el mundo real y por su habilidad para promocionarlas.
«En el mundo académico, no salías a venderte de la manera en que ella lo hacía», apunta Nemethy.
«Ella era como una personalidad mediática, y esa no era la forma en que se hacían las cosas» en esa torre de marfil.
Así, elogios como “la principal autoridad mundial en ciencia solar para calefacción”, del diario The Boston Post, contrastaban con un informe de MIT de 1953 sobre el programa solar que calificó a Telkes como “una persona de opiniones firmes que expresó con fuerza, que no se somete voluntariamente a las instrucciones”.
Pero, a pesar de su éxito público, entre bastidores, el experimento de la casa solar no iba tan bien.
Durante el tercer invierno, el sistema de calefacción dejó de funcionar correctamente.
Telkes ya lo había advertido en la conferencia de MIT en 1950.
«El problema de la casa calentada por el Sol no puede ser resuelto por una o dos casas experimentales, pero cada casa nueva es otro paso experimental hacia el uso del Sol como recurso combustible», había dicho.
Telkes continuó investigando la energía solar a lo largo de su vida.
E inventando aparatos como un horno solar, diseñado para usar en países en desarrollo, que era capaz de alcanzar temperaturas de 400 °C, no requería materiales especiales para su construcción y costaba sólo US$4.
O como un calentador de aire solar, que controlaba la temperatura en todas las estaciones, absorbiendo o reflejando el calor del Sol, dependiendo del clima.
También trabajó para desarrollar materiales capaces de soportar las temperaturas extremas del espacio.
En 1980 ayudó al Departamento de Energía de EE.UU. en el desarrollo de la primera residencia eléctrica solar del mundo, construida en Carlisle, Massachusetts.
En el momento de su muerte en 1995, había obtenido más de 20 patentes, la mayoría de ellas por invenciones que explotaban lo que ella consideraba el potencial ilimitado de la energía solar.
«De todos modos, la luz del Sol se utilizará como fuente de energía, tarde o temprano», había escrito en un artículo de 1951, y añadió: «¿Por qué esperar?».
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