Con la atención del mundo puesta en el avance de las tropas israelís sobre el Líbano y en la lluvia de misiles iranís sobre Israel, los ciudadanos ucranianos residentes en España intentan que su guerra no quede en el olvido. Este martes se concentró un grupo de ucranianos ante la embajada de Rusia, en la calle Velázquez de Madrid, para recordar su conflicto bélico, «la mayor guerra de nuestro tiempo» la califican los organizadores.
Con banderas y pancartas se dieron cita ucranianos de diversas edades y orígenes. La concentración fue convocada por las entidades de la diáspora de refugiados con ocasión del Día del Defensor y la Defensora de Ucrania, festejo en el que se reconoce a los combatientes que presentan cara a las tropas rusas, entre los cuales se ha multiplicado por 15 el número de mujeres. En esta ocasión, en una guerra que se aproxima a cumplir su tercer año, la conmemoración se ha dedicado a los prisioneros.
Los concentrados han querido reivindicar el sufrimiento de los cautivos de guerra en manos de Rusia, que, denuncian, «son sometidos a torturas físicas y psicológicas y condiciones inhumanas que han sido documentadas por las organizaciones internacionales». En su recuerdo, guardaron un minuto de silencio. Entre los reunidos, una pancarta advertía: «Cuando caiga el último soldado ucraniano, Rusia vendrá a por el resto de Europa, por cada uno de vosotros».
Prisioneros
Otro cartel de la concentración, sostenido por mujeres, pedía la libertad de los defensores de la planta Azovstal, último reducto de la resistencia ucraniana en Mariupol, sostenida hasta el 17 de mayo de 2022. Hasta ahora, Rusia ha devuelto cerca de 200 de esos defensores, y siguen cautivos más de 900, según fuentes ucranianas.
Los prisioneros de Mariupol son un símbolo del dramático problema de los cautivos de guerra, un caso en torno al cual acumula pruebas de torturas a civiles y militares la Comisión Internacional Independiente de Investigación de Naciones Unidas sobre las Violaciones en Ucrania. Como con las bajas mortales de uno y otro bando, no se dispone en esta guerra de cantidades precisas de prisioneros hecho a lo largo de un frente de más de 1.000 kilómetros. En este caso, es además dificultoso el recuento: hombres y mujeres que se dan por desaparecidos en el frente pueden no estar muertos, sino capturados por el enemigo. Ucrania cuenta 37.000 desaparecidos; es la cifra que suscita mayor consenso oficial.
En la actual etapa de la guerra de invasión rusa de Ucrania, se han llevado a cabo ya 55 trueques de prisioneros, con 3.520 combatientes (el 90%) y civiles intercambiados hasta el pasado mes de agosto. Pero el caso de los prisioneros de Azov es fruto de un especial encono en las negociaciones, como tienen denunciado en instancias internacionales el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, y la oficina del Defensor del Pueblo de Ucrania.
Entre los ucranianos es famoso el caso de Mariana Checheliuk, agente de policía de 24 años, que fue capturada por los ocupantes rusos en Mariupol. Encarcelada durante dos años, Checheliuk fue reducida por hambre y palizas, y encerrada en condiciones inhumanas, bajo las que perdió un bebé que venía en camino.
La agente de policía de Mariupol llegó famélica a Ucrania en uno de esos intercambios. Ella no era combatiente, pero fue capturada. Su pareja, que sí lo era, permanece retenido- en territorio ruso. Las autoridades rusas lo han condenado a 25 años de prisión.
Un español
Entre la marea de prisioneros atrapados por Rusia en Ucrania está un español, Mariano García Calatayud, jubilado, voluntario de asociaciones caritativas ucranianas. En marzo de 2022 fue capturado en Jersón por tropas rusas y no hay información acerca de su estado actual.
García Calatayud quedó atrapado en la ciudad con su pareja, Tatiana Marina. Ella y su abogado han denunciado que el español, valenciano de origen, ha sufrido torturas en un centro de detención´de preventivos de Sinferopol (Crimea): descargas eléctricas, golpes y el ataque de un perro. El nombre de este cautivo fue barajado en informaciones que apuntaban a un posible canje por el periodista ruso-español Pablo Rubtsov, acusado de espionaje para el Kremlin.
La comisión investigadora de la ONU ha reunido testimonios y evidencias de una práctica sistemática de la tortura y de la violencia sexual en los centros rusos de detención de prisioneros.