El Real Madrid sigue dando síntomas preocupantes en el arranque de la temporada y a sus derrotas seguidas en la final de la Supercopa de España contra el Unicaja de Málaga y en su primer partido liguero en la cancha de Leyma Coruña sumó una más en su estreno en la Euroliga ante el Bayern de Múnich (97-89).
El azar quiso que el conjunto blanco fuese un invitado de excepción en el estreno del flamante pabellón para 12.000 espectadores del club bávaro; en una ciudad ebria de felicidad por el popular ‘Oktoberfest’, fiesta local ya casi global. Por todo ello su debut esta campaña en la máxima competición europea vino precedido de un ambiente particular; con trajes típicos en la grada y la última tecnología en luz y sonido.
No se dejó intimidar por ello el equipo de Chus Mateo, que aguantó en los minutos de salida hasta que se desató, incontrolable, Andreas Obst. Jugador de rachas, hizo ocho puntos, seis de ellos desde el exterior, en un parcial de 10-1 que permitió a los suyos despegarse.
Musa al rescate
Fue además el ejemplo de que al Real Madrid, a estas alturas de la temporada y en lo que termina de ajustarse, se le puede hacer daño de tres en tres. Por eso no dudaron tampoco Johannes Voigtmann y Shabazz Napier en seguir sus pasos, firmando los anfitriones 5 de 8 en ese apartado al descanso.
Pese a todo ello no se disolvió el cuadro visitante. Le sostuvo primero el bosnio Dzanan Musa, anotando 11 de los 22 primeros puntos de los suyos. Le siguió Serge Ibaka, en la vuelta a la que fue su última casa. Y les tomó el relevo Xavier Rathan-Mayes.
El canadiense, que había planteado más dudas que certezas con sus actuaciones hasta el momento, puso a los de la capital de España por delante en la última jugada del primer cuarto gracias a un triple kilométrico. Y a partir de ahí transformó 7 de los 12 puntos posteriores.
Toque de atención
El problema es que solo aportaba él en ataque mientras el Bayern, aún con fe ciega desde el perímetro y fluido en el rebote ofensivo, seguía con su desgaste hasta situarse con once de ventaja. Esa renta fue el toque de atención que necesitaba el Real Madrid para apretar las clavijas.
Desde ese momento cambió el panorama de forma radical. Al descanso, y con un 0-9 por medio, los madridistas ya solo perdían de uno (51-51, m.20). Y de los vestuarios salieron engrasados, respondiendo con 13 puntos sin réplica a la canasta inicial de Voigtmann en la segunda parte.
En el pedestal de diez de ventaja que levantó durante ese tramo seguía aupado el Real Madrid a la media hora; ayudado por su férrea defensa, por un Facundo Campazzo estelar que repartía asistencias con fruición y por un rival que no fue capaz de sostener durante un rato sus más que notables porcentajes en tiros de tres (64-73, min.30).
Parcial de 24-4
El cuarto decisivo se hizo de rogar debido a un fallo en el marcador de una de las canastas; cosas de los estrenos. Y ese parón enfrió a los de blanco, que una vez más sangraron al ser asaetados desde el perímetro. Edwards, Voigtmann y Giffey neutralizaron la ventaja en apenas dos minutos y medio.
Se sumó al carro Napier con seis puntos seguidos, tres desde el triple y otros tres desde la línea de tiros libres. Y Voigtmann remató la faena para dejar a los suyos con botín favorable de diez, como colofón a un preocupante parcial de 24-4 (88-77, min.37).
Ahí reaccionó el equipo español. A priori demasiado tarde, pero lo suficiente para quedarse a solo uno a falta de 20 segundos después de cinco puntos seguidos de Campazzo. Vladimir Lucic, con dos libres, dejó todo en manos de un triple que no entró. Lo tiró el base argentino, que además recibió una descalificante por reclamar falta de forma airada a los colegiados, metáfora de la presión de un grupo que necesita reencontrarse cuanto antes con el triunfo.