Sergio Pellicer, entrenador del Málaga, enfrentó tras el empate sin goles contra el Deportivo una de sus ruedas de prensa más complicada. Nada que ver con lo que pasó en el terreno de juego. Todo lo contrario. El valenciano, que empezó «condenando y rechazando la violencia, porque esto se tiene que acabar», se vio obligado a defender el gesto que tuvieron sus jugadores tras el final del partido, cuando fueron a aplaudir al sector visitante, donde estaban miembros del grupo ultra Frente Bokerón que horas antes había sembrado el caos en A Coruña.
El entrenador del Málaga: «Ahí había gente que nos sigue siempre»
«Ahí había gente que estaba en el hotel que se ha echado 12 horas y nos siguen a todos lados. Nosotros tenemos que saludar a esa gente que está todos los días con nosotros. Los jugadores han ido a saludar porque el 90% de la gente respeta el malaguismo, y ahí había esa gente, pero luego también es cierto que hay gente que no representa los valores», defendió Pellicer. Tenía razón, pero también Riazor, estadio del Deportivo, cuando pitó un gesto de complicidad con un sector donde el número de ultras representó una proporción mayor a la manifestada por el técnico malaguista.
Pero la situación se ha dado igualmente en el feudo coruñés, en cuyo fondo está Riazor Blues (dos miembros de este grupo fueron detenidos), de extrema izquierda; a los que los ultraderechistas del Frente Bokerón buscó con ahínco durante la noche del sábado al domingo hasta destrozar un local en el que había emblemas de este colectivo y, supuestamente, varios miembros del grupo ultra herculino. La connivencia entre los clubes y este tipo de grupos existe. Se vio durante el derbi entre el Atlético y el Real Madrid, que terminó con el cierre parcial de la grada baja sur del Metropolitano después del lanzamiento de mecheros y otros objetos.
Simeone, como Pellicer, pidió la expulsión de los violentos, pero repartió las culpas de lo sucedido con Thibaut Courtois, quien antes de ser diana de los encendedores celebró el tanto de Militao contra el fondo desde el que sufrió intentos de agresión. ¿Quiere decir que todos los socios de la grada clausurada sean ultras? Ni mucho menos, hay seguidores que se perderán tres partidos de un abono que sacan en la zona de animación por todo lo positivo que ello supone y que nada tiene que ver con «los de negro», como se ha dado en llamar a los ultras por su estética casual, que tiene este color como propio de sus uniformes.
¿Por qué pudo desplazarse a Coruña el Frente Bokerón?
En el caso del RC Deportivo – Málaga quedaron en evidencia varias situaciones. La primera, que los grupos ultras tienen libertad de movimiento y desplazamiento, a pesar de los controles preventivos de LaLiga. Para ir como visitante a un campo de fútbol o para estar en las zonas que tienen esta condición, en la mayoría de los casos se exige ser socio del club que recibe las entradas merced a un acuerdo entre las instituciones deportivas. Cuando el abonado va a retirar o reservar los billetes se le exhibe un nombre y apellido completos o número de carné. En caso de que se desplace en su vehículo, se llega a pedir la matrícula del coche.
A pesar del carácter nominativo de este proceso, los desplazamientos se producen igualmente. Incluso en partidos como el que enfrentó al conjunto gallego y andaluz que había sido declarado de alto riesgo. Las acciones que se llevan son mayormente reactivas y no preventivas, a pesar de que según fuentes policiales los grupos suelen ser homogéneos y de entre 250 y 300 personas. La media de incidentes está entre 80 y 90 incidentes al año en el fútbol en España, mientras que se producen 1.600 propuestas de sanción, según datos difundidos por El País. La localización y prohibición de acceso a recintos deportivos, como ha ocurrido con los infractores del derbi madrileño, es el único modo temporal o definitivo -si se retira la condición de socio- de aminorar el impacto de estos grupos.
Con todo, esto no tiene por qué poner fin a los incidentes. Los grupos actúan fuera de los recintos deportivos, de ahí que LaLiga haya tomado la iniciativa de ir por la vía penal a por el Frente Atlético, lo que también conlleva la investigación y cierre de locales en los que reúnen. No será una tarea fácil, como tampoco restringir la libertad de movimientos de determinados perfiles, aunque estén perfectamente identificados. Según ha informado la Cadena Ser, los miembros del Frente Bokerón que destrozaron un local y con palos en mano recorrieron A Coruña escoltados por la Policía Nacional viajaron hasta Galicia en avión y después alquilaron unas furgonetas.
Este mismo domingo, el Sindicato Unificado de Policía (SUP) censuró el dispositivo especial de seguridad del partido y denunció que «no se previó» la posibilidad de altercados como los del sábado por la noche. A juicio de su secretario general en A Coruña, Marcos Franco, este ataque «ha pasado porque había seis policías en la calle». El responsable del SUP criticó que, en un fin de semana con dos macroconciertos (también se celebraron las fiestas de San Froilán en la vecina Lugo) y un partido de fútbol de alto riesgo con desplazamiento de «hinchas violentos» en A Coruña, no hubiese movilización de la Unidad de Intervención Policial (UIP) y de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR), especializadas en el orden público.
¿Cuáles son las relaciones del Frente Bokerón con otros ultras?
En el caso del Deportivo – Málaga radica un antecedente a tener en cuenta. Apenas hace unos meses, en junio, miembros del Frente Bokerón camparon a sus anchas por Vigo proliferando insultos y haciendo saludos fascistas con impunidad. Fue antes del encuentro entre el Celta B y del conjunto andaluz. Para el Frente Bokerón estos incidentes se unen a la lista de un grupo que se fundó en 1986 y cuyos miembros fueron propuestos para sanciones graves de 3.001 euros y prohibición de acceso a recintos deportivos tras los incidentes que se produjeron en el San Fernando CD – Málaga. El aumento de la carga punitiva es el recurso que se ha utilizado para reducir la actividad ultra desde el plano institucional, pero los clubes siguen teniendo una gran tarea pendiente.
Los grupos han diluido sus nombres oficiales en gradas de animación como la creada en la Rosaleda en la que participaron, entre otros, Malaka Hinchas o el Frente Bokerón. Una de las condiciones que se les exigió en 2018 fue que no lucieran distintivos de los diferentes colectivos. «Llevamos muchos años sin crear un incidente. No hemos hecho nada», criticaba aquella medida en la prensa malagueña el por aquel entonces portavoz del grupo que sembró el caos en A Coruña. Un colectivo que mantiene buenas relaciones con otros similares como Yomus (Valencia), Suburbios Firm (Atlético, una escisión del Frente), Frente Orellut (Castellón), Curva Sur (Granada) o Ultras Lazio, entre otros, que participaron el pasado verano en un torneo de fútbol.
En el caso del Frente Bokerón están documentadas protestas de los vecinos de La Roca, lugar donde se suelen dar cita antes de los partidos. En febrero de este año, la Policía Nacional levantaba nueve actas de sanción en un dispositivo especial. En esa zona son frecuentes las pintadas de corte neonazi. Justo doce meses antes, miembros del Frente Bokerón eran detenidos en una macrooperación contra grupos radicales en el mundo del deporte después de una riña tumultuaria que tuvo lugar en un Burgos CF y el Real Zaragoza. A esta lista cada vez más extensa se une ahora el capítulo de A Coruña, donde el caos no impidió que los miembros ultras presenciasen el partido del Málaga y fuesen aplaudidos, junto a otros hinchas desplazados, por parte de los jugadores del equipo andaluz