Vladímir Putin, el presidente ruso, pronto cumplirá 71 años. Por más lozano que quiera mostrarse al público, es evidente, incluso para él mismo, que no podrá mantener el ritmo durante mucho tiempo más. Sucede lo mismo con buena parte de la élite rusa, que tarde o temprano deberá ceder el relevo a alguien que considere de su confianza para que Moscú siga el rumbo que el oficialismo desea. Es por ello que ya hay síntomas de búsqueda de nuevas caras de confianza para que los asuntos importantes del país euroasiático sigan el mismo camino. Uno de los ejemplos recientes más paradigmáticos es el nombramiento de algunos representantes de generaciones más jovenes que la del presidente (de los años 50) en el Consejo de Seguridad de Rusia.
Dicha organización, parte indispensable de la toma de decisiones en los temas más relevantes del país, contará con algunas voces nuevas con experiencia en el campo militar. El más prominente de ellos es Alekséi Diumin, un antiguo guardaespaldas de Putin, que con sus 52 años se convierte en uno de los miembros más jovenes del consejo. En mayo, él mismo fue considerado como uno de los apoyos del mandatario ruso para supervisar la industria de Defensa rusa, además de darle el mismo mes el puesto de secretario del Consejo de Estado, algo que alimenta los rumores de ser un potencial sucesor de Putin.
En el mismo Consejo de Seguridad también entraron Alexander Linets, de 61 años, Veronika Skvortsova, de 63 y Denis Manturov, de 55. Linets fue el líder de la Dirección de Programas Especiales del Presidente (GUSP en ruso), la organización que se encarga en movilizar soldados y prepararlos para luchar. Manturov, por su parte, fue promovido a primer viceministro en mayo. Él mismo supervisa la industria militar rusa, donde contribuyó a un crecimiento espectacular de la producción de artillería. Skvortsova lidera la Agencia Médica-Biológica y ocupó en el pasado el cargo de Ministra de Salud.
Veteranos de la «operación militar especial»
Más allá de algunos nombres que pueden ser importantes en el futuro de Rusia, también hay parte de la nueva élite que viene directamente del frente de Ucrania, aunque para ocupar cargos más mundanos. Algunos de ellos ya vieron sus esfuerzos recompensados en puestos políticos mayoritariamente irrelevantes tras las últimas elecciones regionales del mes de septiembre.
Esta dinámica de dar puestos de poder a los soldados que lucharon en Ucrania podría ir al alza con iniciativas como el programa «Tiempo de Héroes». Esta iniciativa del Gobierno, que empezó en marzo de 2024, busca integrar a los militares en la vida civil, tanto en la Administración como en diferentes empresas estatales y «formar la nueva élite». Según palabras del propio Putin plasmadas en la web, «la verdadera élite es todo el que sirve a Rusia«. En el momento de escribir este artículo, solo unos pocos han participado en el programa: 83 personas. Algunos de ellos pertenecen a unidades destinadas a ciudades como Bucha, donde hubo una matanza de civiles ucranianos que Kiev y sus aliados occidentales consideran que fue perpetrada por soldados rusos. Desde el Kremlin no solo se han negado tales acusaciones, también señalaron como culpables a las propias tropas ucranianas.
Según remarca el analista del ‘think tank’ Crisis Group Oleg Ignatov, «para que este proyecto funcione, se necesita una desmovilización, y el Ejército ruso no lo hará mientras dure la guerra«. Es por ello que él mismo adelanta que «las autoridades rusas intentarán incorporarlos a la élite, en el nivel medio de poder y de la administración pública». En los últimos comicios regionales rusos, en los que algunos de los 89 sujetos federales eligieron a su Parlamento local, regional y/o gobernador, ya hubo nombramientos de militares con experiencia en el frente de Ucrania. Después de esas elecciones, al menos 308 de ellos pasaron a ocupar diferentes puestos de importancia en la política regional y local de Rusia.
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