Un año después de que Hamás dinamitara el bloqueo israelí de Gaza con su sangrienta incursión en el sur de Israel, el inicio de una guerra interminable que el Estado judío está tratando de aprovechar para remodelar Oriente Próximo, todo vuelve a acelerarse en el devastado enclave palestino. Coincidiendo con el aniversario del fatídico 7 de octubre, el Ejército israelí ha reanudado sus operaciones en el norte de Gaza, donde ha ordenado la evacuación forzosa de toda su población civil. Entre 300.000 y 500.000 personas, según las estimaciones de Naciones Unidas. La maniobra llega semanas después de que comenzaran a circular desde el aparato de seguridad israelí planes para la partición de Gaza en tres sectores. De acuerdo con sus líneas maestras, el norte de la Franja quedaría permanentemente deshabitado, el paso previo a su anexión de facto por parte de Israel.
Las intenciones de Binyamín Netanyahu para el día después de la guerra siguen siendo un misterio. Doce meses después del inicio de esta última ronda del conflicto, el primer ministro israelí no ha hecho pública una sola propuesta formal de cómo quedará la integridad territorial de la Franja, quién se encargará de administrarla o qué rol desempeñarán los militares israelíes en su control. Una postura muy criticada por altos cargos de la seguridad, como el ministro de Defensa Yoav Gallant, que temen que las victorias tácticas obtenidas contra Hamás se acaben diluyendo por la falta de un plan político para darles continuidad en el tiempo.
No en vano, la reanudación de las operaciones en el norte se ha justificado por «los esfuerzos de Hamás para reconstruir sus capacidades operativas» en la región. Desde el domingo, dos brigadas de blindados israelíes rodean parcialmente el campo de refugiados de Jabalia. Y este mismo lunes, mediante una lluvia de panfletos y mensajes en redes, el Ejército ha ordenado la expulsión de toda la población de Beit Lahiya, Beit Hanun y Jabalia, las tres ciudades más septentrionales del enclave, a la que ha pedido que se marche a la «zona humanitaria» de Al Mawasi en el sur. La intención aparente es vaciar el norte de Gaza para tratar de destruir lo que quede de Hamás e impedir que la insurgencia se rearme. No es la primera vez que se intenta, pero esta vez podría ser diferente.
Sitio del norte de Gaza
«Esta vez (la expulsión) será permanente«, escribió en las redes el domingo el investigador senior del Real Instituto Elcano, José Vericat, especializado en Oriente Próximo. «(Israel) inició ayer una campaña masiva de bombardeos y hace dos horas emitió órdenes de expulsión. Este ha sido su objetivo estratégico desde el inicio de la guerra». Esa tesis coincide con los últimos planes israelíes que circulan para el futuro de Gaza. Uno de ellos es el ‘Plan de los Generales’, que hace dos semanas estaba siendo «estudiado por el Gobierno», según reconoció un diputado del Likud, el partido de Netanyahu.
Elaborado por varios oficiales en la reserva, contempla la expulsión de toda la población civil del norte de Gaza. La región se declararía a continuación «zona militar cerrada» y quedaría completamente sitiada, prohibiéndose la entrada de comida o agua. «En este territorio militar no entrarán suministros. De modo que los 5.000 terroristas que quedan en esa situación, pueden rendirse o morirse de hambre«, declaró el influyente general retirado Giora Eiland, quien fuera jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Israel. Para facilitarlo, el Gobierno israelí se está planteando transferir toda la responsabilidad sobre la ayuda humanitaria que entra en Gaza a sus militares, según publicó este domingo ‘Haaretz’. Hasta ahora ha estado coordinada por las organizaciones internacionales, incluida la ONU, bajo la supervisión del Ejército israelí, que decide cuánto entra y dónde se distribuye.
Plan de partición
Ese ‘Plan de los Generales’ podría ser la antesala de la partición definitiva de Gaza, un plan presentado hace unos meses por el ministro para Asuntos de la Diáspora, Amichai Chikli, y apoyado desde entonces por decenas de parlamentarios. De acuerdo con los mapas del ‘Plan para la Victoria’, como ha sido bautizado, el norte de Gaza, incluida su capital, una de las ciudades más antiguas del mundo, quedaría deshabitado y en ruinas, antes de ser plenamente absorbido por Israel. El centro del enclave pasaría a estar permanentemente controlado por los militares con la posible cooperación de «una administración civil local». En el sur, el Ejército mantendría también el control pleno, incluido del paso fronterizo con Egipto. El mapa incluye dos pequeñas «zonas humanitarias» o de «desescalada», donde se concentraría la distribución de ayuda.
Si bien no ha sido formalmente anunciado, el plan de partición ya se está implementando con la fortificación de los corredores de Netzarim (norte) y Sufa (sur), que dividen la Franja en tres sectores. Así como con la creación de una «zona de seguridad» junto a la frontera israelí, abierta tras la voladura de miles de viviendas palestinas que había junto a su perímetro. Pero como Israel ha comprobado esos meses, no será coser y cantar.
El pánico ha vuelto al norte de Gaza, pero de momento muchos están optando por trasladarse a Ciudad de Gaza en lugar de enfilar hacia las «zonas humanitarias» del sur, como reclaman los militares. «La gente prefiere morirse aquí que marcharse al sur porque allí las condiciones son inhumanas y muchos de los que se fueron se han arrepentido», asegura a este diario Kayed Hamad desde el norte de la Franja. Este traductor de español ha vuelto a hacer las maletas junto a su familia, esta vez en dirección a la capital de la Franja, severamente destruida, como el resto del enclave. Es su decimosexta mudanza forzosa desde que comenzó la guerra.
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