Theresa Zabell: “Me siento pionera; las mujeres de mi generación supimos estar a la altura”


Theresa Zabell Lucas (Ipswich, Reino Unido, 1965) resume su filosofía en un consejo que funde la apología del deporte con la conciencia ecologista. “Cuida», dice, «los únicos dos sitios de los que no te podrás mudar jamás, tu cuerpo y tu planeta”. La única mujer española con dos medallas de oro olímpicas –en la clase 470 de vela, en Barcelona-92 y Atlanta-96– ha llevado el espíritu de lucha de la competición a todas sus vidas de exdeportista. Eurodiputada por el PP de 1999 a 2004, se sentó en el escaño 470 del Parlamento Europeo para llevar la voz del deporte a las instituciones de la Unión. Exvicepresidenta del Comité Olímpico Español (COE), consultora de la Unesco en la lucha contra el dopaje y jurado del “Princesa de Asturias” de los Deportes, también lleva 25 años de brega al frente de la Fundación Ecomar, que ella misma instituyó en 1999 con el afán preocupado de devolverle al mar los favores recibidos y de hacer lo posible por la conservación de los ecosistemas marinos. Esa trayectoria multifacética ha merecido uno de los Premios Iberoamericanos 2024, que otorga la Asociación Iberoamericana de la Comunicación (Asicom) y que se entregan en Oviedo el próximo martes 15.

Se siguen acordando de usted casi treinta años después de abandonar el deporte. ¿Síntoma de que algo ha hecho razonablemente bien también después de que sea apagara el brillo de la competición y las medallas?

Valoro muy positivamente este premio, porque cuando nos retiramos, los deportistas pasamos un poco al ostracismo. Por eso es un motivo de orgullo que se sigan acordando de mí tantos años después y que hayan querido reconocer la labor que estamos haciendo en la Fundación Ecomar, tantos años y tantas personas educadas y concienciadas a través de todos nuestros programas y actividades.

¿Se siente pionera?

En cierta manera sí. Ser mujer y empezar a practicar deporte hace más de cuarenta años era adentrarse en un mundo casi casi irreal e imposible para nosotras. No haber perdido la fe y la esperanza, haber seguido peleando por un sueño que en aquel momento era imposible y luchar por las mujeres en el deporte son logros que no es que haya que destacar en el sentido de que otras no lo habrían hecho, pero sí hay que valorar que tanto yo como el resto de las mujeres de mi generación supimos estar a la altura y abrir un camino por el que ahora, gracias a Dios, transitan otras muchas niñas, chicas y mujeres españolas.

¿Son ellas conscientes? ¿Se siente suficientemente reconocida?

Yo creo que muchas de las que lo disfrutan ahora no son muy conscientes del camino que nosotras tuvimos que recorrer. Me llamó mucho la atención, hace casi diez años, la reacción de una compañera de mi deporte, Marina Alabau, cuando coincidimos en unas jornadas en las que cada una contaba su historia y ella alucinaba con la mía. Me sorprendió que no la conociera y aquel resultó un acto muy fructífero, porque ellas se dieron cuenta de lo que habíamos tenido que luchar las que las precedimos. Fue muy gratificante para mí ver cómo ellas disfrutaban del hecho de ser mujer deportista sin darse cuenta de lo que eso mismo había supuesto para nosotras veinte o treinta años antes.

¿Qué les contó?

Una anécdota que siempre cuento es que cuando gané mi primer Campeonato de España, cuando tenía quince años, a los tres primeros chicos los llevaron al Campeonato del Mundo y yo me volví para mi casa. Daba por sentado que no había un Mundial para chicas, pero dos o tres meses más tarde descubrí que sí, que se había celebrado, y cuando pregunté por qué no había ido, me contestaron que no había dinero para nosotras. Entonces, pensando que sólo era un problema de dinero, me puse a tratar de conseguirlo y me pasé el año entero lavando coches, cuidando niños, dando clases particulares… Lo metí todo en una hucha y al año siguiente fui al Campeonato del Mundo en Holanda. Era la primera vez que una deportista española competía fuera de España en vela… Mi sueño era ir a los Juegos Olímpicos, pero en los Juegos simplemente no estábamos invitadas. No había evento para nosotras. Esto jamás lo creería una chica que ha ido a los Juegos de París, donde la participación ha sido paritaria, pero yo creo que no está de más saber de dónde venimos.

¿Qué le ha enseñado el deporte?

Siempre digo que el deporte es la mejor escuela para la vida. Lo que se aprende en una carrera deportiva es muy difícil aprenderlo en cualquier otro ámbito de la vida. Nosotros tenemos un sueño al que ponemos una fecha, lo convertimos en objetivo y trazamos un plan para llegar a él. En deportes como el nuestro, además, te tienes que implicar en absolutamente todo lo que tiene que ver con la competición: debes ocuparte de la preparación del barco y de la puesta a punto, hacer de mecánico, manitas o meteorólogo y prepararte físicamente y ser resiliente, porque hoy pensabas que no iba a hacer viento y está soplando de una manera impensable, o creías que te bastaría con un traje fino y te pelas de frío… Todo esto, al final, configura una serie de enseñanzas no regladas que se suma a las que siempre se mencionan de trabajar en equipo, marcarse objetivos, saber ganar y perder o relacionarte con los compañeros. Todo eso lo llevas en tu mochila para todo lo que vayas a hacer después.

Lo que usted hizo después la llevó al Parlamento Europeo. ¿Qué descubrió en la política?

Fue una experiencia muy gratificante de la que aprendí muchísimo. Yo acababa de retirarme de la vela olímpica y había jugado un papel bastante importante como voz de los deportistas de cara a pedir cambios en diferentes aspectos de nuestras vidas, así que los políticos de todos los partidos me tenían muy presente. Aquello coincidió además con un momento en el que el deporte iba a entrar a formar parte de las instituciones comunitarias y me ofrecieron ser la representante del deporte en ese ámbito y es verdad que al principio me llamó muchísimo la atención, me chocó mucho, pero luego también pensé que si llevas muchos años pidiendo cambios y te ofrecen formar parte del cambio es hasta irresponsable decir que no. Los trenes pasan cuando pasan y el mío pasó en un momento que quizá no era el mejor, porque cuando entré en el Parlamento Europeo mi hija acababa de cumplir dos años y mi hijo nació a mitad de legislatura, pero al final siempre se sale adelante y para mí fue una etapa tremendamente gratificante, muy enriquecedora. Aprendí muchísimo y gracias a lo que trabajamos en esa legislatura se sentaron las bases de algunos programas como la Semana Europea del Deporte, el Erasmus deportivo…

No salió desencantada.

Al contrario, yo cuando entré puse ya fecha de salida. Sabía que iba a estar una legislatura y comprobé que se aprende muchísimo, que hay unas facilidades para trabajar increíbles y que aunque no sea esta la imagen que se suele tener se trabaja muchísimo.

Da conferencias sobre resiliencia y gestión de crisis, fundó y preside la Fundación Ecomar, para la conservación y restauración de los ecosistemas marinos… ¿Qué le llena más?

La Fundación. Cuando dejé de navegar, decidí que iba a dedicar mi tiempo a tres facetas. La primera es la familia, porque mis dos hijos son mis mejores medallas; la segunda, el trabajo, donde ha estado el Parlamento Europeo, las conferencias, mi experiencia como asesora internacional de la Unesco o la asesoría a un grupo de gimnasios, y la tercera es la que yo llamo la pasión. Y la pasión es el mar. Todo lo que tiene que ver con el medio ambiente marino me apasiona y le dedico muchísimo tiempo. En Ecomar, que este año cumple 25, estamos marcando un camino por el que están transitando muchísimas asociaciones que vienen detrás.

Con una orientación prioritaria hacia la concienciación de los niños.

Sí, porque si quieres cambiar la forma de pensar de la sociedad tienes que dirigirte a las personas receptivas. Y esas no somos los adultos, sino los niños. En nuestros inicios, los psicopedagogos nos sugirieron empezar en torno a los diez o doce años, pero ahora estamos hablando de los nueve a los doce, porque cada vez tienen más acceso a la información, cada vez saben más y empiezan antes. Organizamos actividades en colegios, clubes náuticos, escuelas de surf y buceo… Nos interesa todo lo que tenga que ver con las personas que salgan al mar a disfrutar del que es nuestro terreno de juego. También promovemos iniciativas de limpieza de costas, para recoger todo lo que sobra, pero especialmente para concienciar sobre cómo ha llegado eso hasta allí e intentar evitarlo en origen. Nuestra cuarta pata son los proyectos científicos. Es la última que hemos puesto en marcha y pretendemos reparar por lo menos una parte del daño que se ha hecho.

¿Han empezado a ver resultados?

Sí. Hace más de veinte años nadie conocía los problemas a los que se enfrentaban nuestros mares, nadie separaba los residuos en casa… Ahora la forma de pensar de la sociedad es diferente. Ya todos sabemos que hay un problema y esa es la primera conclusión a la que tenemos que llegar para buscar soluciones.

¿Es reversible el grave deterioro de los océanos?

Creo firmemente que sí. Y cuanto más pequeño es el mar, menos tiempo tenemos. Todos hemos visto lo que ha pasado en el Mar Menor. Es el fiel reflejo de lo que pasará dentro de unos años con el Mediterráneo si no cambiamos. Y lo que pase con el Mediterráneo será una advertencia para el Atlántico, y así sucesivamente. ¿Estamos a tiempo? Creo que sí, pero tenemos que actuar. Si seguimos en la senda por la que estamos transitando ahora será mucho más complicado llegar a buen puerto. Hay muchas personas que no son conscientes de que el planeta no nos necesita. Cuando me dicen que hay que intentar salvar el planeta, yo siempre respondo que se salvará solo. Nos tenemos que intentar salvar nosotros, y por eso estamos haciendo todo este esfuerzo. Por puro egoísmo. Para que nosotros y nuestros descendientes podamos seguir viviendo aquí.

¿Qué me dice del resultado del deporte español en los Juegos de París? Llevamos más de treinta años intentando igualar el récord de Barcelona…

De entrada, hay que tener en cuenta que se habían vendido unas expectativas increíblemente altas y que como no se cumplieron, a todos nos ha parecido que los resultados dejaban algo que desear. Pero dicho eso, también hay que considerar que ha crecido el número de deportes olímpicos y la cifra de medallas que se reparten. Y si en Barcelona-92 el total fue de 250, más o menos, en París han sido bastantes más de trescientas y lo lógico sería que España también fuera beneficiándose de ese ascenso.

“España merece otros Juegos Olímpicos”, ha dicho Juan Antonio Samaranch. ¿Eso ahora es ciencia ficción?

Yo no voy a decir que lo merece, pero sí que España sería una gran candidata para unos Juegos Olímpicos y que Madrid es una ciudad perfecta para ello. Yo creo que no hemos manejado bien los tiempos, o quizás tampoco tuvimos mucha suerte, porque justo a los Juegos a los que se presentó Madrid se presentaron muchísimas ciudades candidatas y luego a la siguiente no nos presentamos y solo había dos. Sería una gran sede, sin duda, lo que ocurre es que eso debe salir de una inversión constante en tiempo, esfuerzo, ilusión y dinero. No podemos poner toda la carne en el asador sólo cuando necesitamos un voto para que nos elijan y el resto del tiempo simplemente no estar.

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