Cascos azules: fuerzas de paz atrapadas en la guerra


La guerra en El Líbano que libran desde hace años Israel e Hizbulá y que se ha agravado desde el pasado 1 de octubre con una nueva invasión del sur del país por el Ejército hebreo ha puesto en la diana a la misión de los cascos azules de la FINUL (Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano), que han sido objeto de reiterados ataques en los últimos días y cuya retirada exige el primer ministro, Binyamin Netanyahu. Una exigencia a la que el portavoz de la fuerza, Andrea Tenenti, responde con que la presencia de las fuerzas de la ONU “es más crucial que nunca” pero que no esconde el dilema a la que se enfrenta la misión, que no es de interposición, sino de observación: hostigada, sin capacidad de combate y con sus capacidades de trabajo mermadas por las hostilidades. Un dilema que irrumpe además en medio del largo debate sobre si las fuerzas de mantenimiento de paz de la ONU, con más de 75 años a sus espaldas –fueron creadas en 1948 precisamente en Oriente Próximo para supervisar la tregua después de la primera guerra entre árabes e israelís– y más de 70 misiones en distintas partes del planeta en este tiempo, merecen una reforma en un mundo cambiante en que los conflictos pueden surgir de crisis relacionadas en el cambio climático o con el uso de la tecnología, entre otros.

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