El teatro Teresa Carreño es una de las joyas arquitectónicas y culturales de Caracas. El drama, la música sinfónica y la ópera reverberan en su interior. Allí subió a escena esta semana Nicolás Maduro como parte de una gala triunfal continua desde que fue proclamado oficialmente ganador de unas elecciones cuyo triunfo reivindica el opositor Edmundo González Urrutia. Maduro alzó la voz en el Teresa Carreño con la certeza de que su horizonte político y personal se ha despejado de cara al 10 de enero, cuando debe iniciar el tercer período de Gobierno. El rechazo de Estados Unidos, la UE y buena parte de América Latina al veredicto oficial de los comicios no parece perturbarlo. Tampoco lo que puedan hacer sus adversarios a estas alturas. «Resulta que el viejito (González Urrutia) se fue hace un mes (a España) y la sayona (María Corina Machado) también se fue. Le llegaron las maletas Gucci y se fue«, dijo con sorna. La «sayona» es un espectro en la tradición popular y para el madurismo tanto Machado como el exdiplomático asilado en Madrid son a estas alturas figuras fantasmales. «Yo estoy aquí con los venezolanos, obviamente protegiéndome y cuidándome porque no les voy a dar el gusto de que sepan dónde estoy», respondió la dirigente derechista.
Más allá del intercambio de ironías, a casi tres meses de la contienda, la oposición se encuentra en una encrucijada que no esperaba. Meses atrás estaba convencida de que la presión internacional y las movilizaciones callejeras abrirían el camino de la transición democrática. Las expectativas no se cumplieron, lo que llevó al expresidente colombiano Juan Manuel Santos a preguntarse si se está haciendo lo necesario en la región para promover los cambios. Las palabras de sus referentes no coinciden tampoco por el momento con el estado de ánimo posterior al 28 de julio. González Urrutia aún confía públicamente en un giro de los acontecimientos. En declaraciones a CNN se prometió jurar a como mandatario legítimamente electo frente a la Asamblea Popular (AN). La respuesta del Parlamento en manos del madurismo fue destituir al rector del Consejo Nacional Electoral (CNE), Juan Carlos Delpino, que no convalidó la proclamación de Maduro. A su vez, se anunció el inicio de una causa por traición a la patria. «La única asociación delictiva que se puede señalar sin lugar a equívocos es la que desgobierna al país que tiene como actores a quienes no gozaron del favor popular», respondió Delpino.
Esta distancia entre las palabras y los hechos aumenta de cara al 10 de enero. La promesa de venturas choca con un presente con 1.900 personas todavía arrestadas por participar de las últimas protestas. La relación de fuerzas es completamente asimétrica. La revista digital ‘Tal Cual’ se preguntó si la oposición debe seguir pujando «por la que considera su victoria en los comicios presidenciales de julio, o si se alista (o no) para participar en la elección de autoridades locales previstas para 2025». La segunda alternativa supone la admisión de que Maduro juramentará y es necesario prepararse para elegir el año venidero 23 gobernadores, 270 diputados y 335 alcaldes.
Machado, quien se puso al frente de la estrategia electoral y las agitaciones posteriores al 28 de julio, descarta de plano renunciar a la hoja de ruta. Y advirtió sobre las maniobras que buscan «lavarle la cara y normalizar a Maduro o dividir a la oposición».
Amargura
Durante su último programa televisivo de los lunes por la noche, en el cual alterna el sermón religioso con la jerga revolucionaria, el comentario científico y el baile como un cultor del rap, Maduro insistió en que ya fructifica el «diálogo» con los opositores que no son «fascistas» ni desconocen su triunfo en las urnas: una oposición testimonial y a la medida de las expectativas del Palacio de Miraflores.
El analista de la consultora Datincorp, Jesús Seguías, reconoció que el desenlace de los últimos comicios ha dejado «un sabor muy amargo» en buena parte de la sociedad. «Muchos venezolanos no van a participar en una elección regional mientras existan las dudas sobre las elecciones del 28 de julio» dijo. Su firma fue una de las que asignaba a González Urrutia una clara ventaja frente a Maduro en la contienda.
«Aunque duela decirlo, es claro que la reconstrucción de un Estado democrático de derecho en nuestro país se aleja como posibilidad cierta«, señaló Óscar Morales Rodríguez en una columna publicada por el portal ‘Efecto Cocuyo’. «Es notable que Maduro y compañía siguen actuando como si tuvieran toneladas de legitimidad para gobernar y, definitivamente, ya no hacen ningún esfuerzo para blanquear su rostro en ninguna instancia».
A un año del pacto de Barbados
En octubre de 2023, el Gobierno y el antimadurismo acordaron en Barbados, con la mediación de Noruega, sentar las bases para llevar a cabo un proceso electoral transparente y respetar «el derecho de cada actor político de seleccionar su candidato», así como garantizar la observación internacional de la contienda en el marco de un clima de paz. Casi ninguna de esas cláusulas se cumplió. Machado, quien había ganado las primarias ese mismo octubre, fue inhabilitada. El CNE retiró la invitación a los observadores de la UE. En medio de la campaña fueron arrestados numerosos dirigentes opositores, casi todos relacionados con Machado. El 29 de julio, la represión contra los que impugnaron el veredicto electoral se extendió a todas las ciudades. La Misión Internacional Independiente de la ONU para Venezuela dijo que hay «motivos razonables» para sostener que el Gobierno pudo haber «crímenes de lesa humanidad».
Mucha agua corrió debajo del puente de los acuerdos de Barbados. Jorge Rodríguez, el presidente de la AN que representó a Maduro en las conversaciones, expresa en la actualidad las posiciones más duras del Gobierno. Del otro lado de aquella mesa de negociaciones estuvo el exdiputado Stalin González. El dirigente reconoce que el Palacio de Miraflores «violó» todo lo pactado en la isla caribeña, entre otras razones porque «no está preparado para la alternancia en el poder». A pesar de esa evidencia, considera que ambas partes deben sentarse nuevamente y negociar una «convivencia política». González sabe que ese camino lleva una y otra vez al mismo punto de desencuentro. En una Venezuela plagada de anomalías y paradojas, ha sido por estas horas el Partido Comunista, exaliado de Hugo Chávez y Maduro, el que convocó a una «acción cívica y democrática» para «restablecer» la vigencia de la Constitución».
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