Votar en EEUU es un proceso de dos pasos que requiere un registro previo en cada elección. Y en unos comicios tan reñidos como los del 5 de noviembre, la participación será clave para inclinar la balanza entre el candidato republicano, Donald Trump, o la demócrata, Kamala Harris. Con tal de facilitar el trámite, además del voto por correo para las personas ausentes de su domicilio el día de la cita electoral, también se habilita lo que se llaman el ‘voto temprano’ que ya ha empezado en algunos estados, una suerte de parches para facilitar la afluencia ante otros obstáculos inoperativos, como la escasez de colegios electorales que forma colas en algunos distritos.
Pero en todo caso, es imprescindible registrarse para votar. En algunos estados, se puede hacer en el mismo momento en el que se vota, pero en muchos, sigue siendo un trámite que se debe realizar con antelación. Desde meses antes de los comicios, es habitual ver ‘stands’ en la calle, en centros comerciales o incluso en un arcén de la carretera, en las que tanto organizaciones no partidistas como otras lideradas por grupos de interés, tratan de registrar al mayor número de votantes, ya sea porque quieren garantizar que una cierta comunidad haga oír su voz o porque creen que pueden marcar la diferencia votando a Donald Trump o a Kamala Harris.
Cómo registrarse para votar
Cada estado establece sus propias reglas en el registro de votantes, empezando por la fecha límite para el registro. El primero en cerrar el registro de votantes, el 21 de septiembre, fue Puerto Rico (que no tiene categoría de estado sino lo que llaman ‘territorio libre asociado’, pero que igualmente está llamado a las urnas el 5 de noviembre aunque no para elegir al presidente sino para elegir a su gobernador y a sus congresistas). A partir de ahí, cada semana de octubre, diferentes estados han ido cerrando sus registros. En la actualidad, la mitad, 25 estados (más el Distrito de Columbia, la capital) ofrecen la posibilidad de registrarse in situ el mismo día en que se deposita la papeleta. Este ha sido un gran avance para facilitar no solo la burocracia sino la logística, ya que en las zonas rurales deben realizar largos desplazamientos por carretera para cada gestión.
El registro se puede hacer por internet, por correo ordinario o en persona. Pero, en cualquiera de los formatos, el procedimiento es el mismo: es imprescindible un documento de identificación, algo que puede ser harto complicado en un país que no tiene un documento nacional de identidad obligatorio, lo que significa que muchos no lo tienen. El sustituto natural es el carné de conducir, pero no todo el mundo conduce – por ejemplo, las personas que no se pueden permitir un vehículo propio, tienen menos incentivos para sacarse la licencia. El pasaporte es otra alternativa, pero de nuevo aquellos con menos recursos son los que menos probablemente posean uno – incluso las personas con la libertad restringida judicialmente no tienen derecho a sacárselo. Es así como las brechas de acceso al derecho a voto perjudican más a las personas más vulnerables.
Parches en un sistema obsoleto
El problema radica en que, en EEUU, no se utiliza el censo poblacional con fines electorales, como se hace en países como en España, donde uno está automáticamente llamado a las urnas en el lugar en el que está empadronado, sino que ambas patas burocráticas, la demográfica y la electoral, van por separado. Ello exige que el votante invierta tiempo en informarse, averiguar cómo navegar la burocracia, por lo que requiere mucha implicación y motivación personal. En ese sentido, las campañas son conscientes de la capacidad de convicción interpersonal y por eso siguen invirtiendo grandes sumas no solo en centralitas de llamadas telefónicas, sino en ir de puerta en puerta para tener conversaciones con los potenciales votantes. Un método analógico que sigue reportando frutos en la era digital. Y con cada persona que ejerce el voto temprano, es un nombre que pueden tachar de las listas de votantes potenciales a convencer.
En ese sentido, las campañas de ambos partidos tienen ante sí el reto de encontrar el equilibrio entre, por un lado, convencer a los indecisos (que a estas alturas, son pocos) mientras, a la vez, tratan de arengar a sus bases para asegurarse de que estos salgan a votar y convenzan a sus círculos más cercanos de que también lo haga. Las organizaciones para ayudar al registro de votantes son, en este contexto, un parche imprescindible en un sistema excesivamente complejo y, a la vez, constituye un simple (y lícito) esfuerzo partidista de ampliar su base.