De todos los opositores rusos excarcelados e intercambiados por espías al servicio del Kremlin el 1 de agosto, el caso de Andréi Pivovárov es el más rocambolesco. El director de Rusia Abierta, organización disuelta en Rusia en otoño de 2021, fue detenido en el aeropuerto de San Petersburgo y literalmente sacado de un avión de las líneas aéreas polacas a punto de despegar. Una vez condenado, él y su novia, Tatiana Usmanova, contrajeron matrimonio en prisión, no solo para que se les permitieran visitas matrimoniales en la cárcel, sino también como acto de resistencia.
Explique las accidentadas circunstancias de su detención en el aeropuerto de San Petersburgo.
Yo mismo aún tengo preguntas. Había cruzado el control de pasaportes, y no hubo preguntas. En Rusia, es el FSB el que vigila las fronteras. Llegó el avión con algo de retraso, me senté, me preparé para el despegue y el avión empezó ya a circular. Poco antes de entrar en la pista de despegue, el avión se detuvo, y el piloto, primero en polaco y luego en inglés, informó al pasaje que el aeropuerto les pedía «regresar”. Una vez de vuelta, se acercó la escalera y un microbús blanco del que salen dos personas. Subieron a bordo y en voz alta ambos pidieron al pasajero Pivovarov que se acercara. Me enseñaron las acreditaciones y me dijeron que existía una orden federal de búsqueda contra mí. No había posibilidad de resistir, y no lo hice. Yo no quería huir. En dos semanas, planeaba ser candidato en las legislativas. Al principio pensaba que era una un golpe para suprimir Rusia Abierta e impedir que me presentara a la Duma. Ahora, con el tiempo, pienso que la decisión de ir a la guerra estaba tomada, y que el objetivo era acabar con la prensa independiente y declarar extremistas a varias organizaciones.
Usted se casó en la cárcel.
En la cárcel existen reglas muy estrictas y hay que burlar al sistema. Casarte es una forma de resistir. Ellos lo habían planeado todo. Pero nosotros teníamos nuestro plan: una boda. Y aunque en teoría se puede hacer, en la práctica es muy difícil. Requirió tres meses y medio de burocracia. Mi día de boda no se diferenció de otros. Me levanté, comí y me tocaba hacer la limpieza. En plena limpieza, me dijeron: ‘¡vamos a casarnos!’. Me llevaron al edificio administrativo, y cuando iba hacia allí, los presos me huían la mirada, o me giraban la espalda: tenían prohibido dirigirse a mí. Era como llevar una máscara de metal. Cuando llegó Tatiana, mi futura esposa, fuimos a la cocina, donde no hay ventanas y comen los oficiales. Y en ese momento, abracé a mi novia, no nos habíamos visto en dos años y medio. Todo el procedimiento duró ocho minutos. Nos dejaron besarnos y abrazarnos. Y en ese momento, un agente nos interrumpió, diciéndonos: ‘le felicito por su boda, pero según mi horario usted tiene aún limpieza’. Mi boda fue un descanso en medio de la limpieza.
Explique a los lectores españoles la importancia que adquirió Rusia Abierta en esos años.
Teníamos representaciones en la mitad de las regiones de Rusia, incluso en Vladivostok o Siberia. Al principio trabajábamos con gente a nivel inferior, era una elección. La educación empuja a los futuros líderes a desarrollarse. En los últimos años, participábamos en municipales. No podíamos ser elegidos en la Duma, en las presidenciales, pero a ese nivel había oportunidades. En 2019, presentamos a 134 personas, y eso ya fue un gran éxito. Cuando cuentas con diputados municipales, se puede presentar batalla, logramos incluso legalizar la campaña contra las enmiendas constitucionales (que permitirían a Vladímir Putin presentarse hasta 2036 NDR). La gente entendió que no estábamos bajo el control del Kremlin y nos era muy leal. Para el poder, era muy importante apagar todo esto. Fuimos una historia de éxito, y uno de los problemas de la oposición rusa es que no tiene historias de éxito.
Usted dice que más rápido de lo que creemos habrá un cambio político en Rusia. ¿No peca de optimismo?
Es incorrecto pensar que los rusos apoyan a Putin. El porcentaje real a favor de la continuación de la guerra es de un 10-15%. La gente que abiertamente en contra tampoco es elevado: un 15%. La mayoría tiene miedo a expresarse. Existe un enorme deseo de que la guerra se acabe. Están dispuestos a renunciar incluso a Crimea o a los denominados ‘nuevos territorios’. Esta gente se inquieta mucho de su futuro: ven que suben los precios, que más recursos van a la guerra. Esta gente entiende que Putin, que hasta ahora garantizaba su estabilidad, ahora solo garantiza la guerra.
Putin quiere crear una sociedad militarista, enfrentada con permanencia a Occidente ¿Cuán efectiva es la propaganda en las escuelas?
Empieza en el jardín de infancia y funciona mejor en las regiones más lejanas y pobres. Es difícil saber hasta qué punto es efectiva. Medirla es imposible. Me llegan mensajes de que se realizan las lecciones solo de forma formal. Todos los escolares deben asistir al izado de la bandera, pero se turnan por clases e intentan sortear las normas.
¿Cómo supo que iba a ser liberado?
Me desperté a las seis, y vino el director de la colonia, lo cual es muy extraño. Me dijo que recogiera mis cosas, que me iban a trasladar. No me llevaron a Petrozavosk, sino a San Petersburgo. Allí solo me dijeron que habrá un nuevo traslado a Moscú, concretamente a Lefortovo, donde estuve cinco días. El 1 de agosto vino un hombre con un certificado que estipulaba que iba a ser liberado. Allí ví a Evan Gershkovich y a Iliá Yashin, y nos ponemos muy contentos. Atravesamos Moscú en un autobús a gran velocidad, y llegamos al aeropuerto, donde no pasamos controles. En el vuelo, las azafatas no decían nada, pero calculamos por la duración del viaje que íbamos a Turquía. Los hombres de FSB que nos acompañaban se preparaban sus bocadillos y huevos cocidos. Era como estar en un vagón de tren.
¿Llegó a ver al espía rusoespañol Pável Rubtsov?
Sí, en las pistas. Se acercó un autobús. Vimos a la mujer con los niños, y entre ellos estaba Pablo González.
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