Al mundo de hoy le falta poesía y amor, según el Papa. En una época de guerras sanguinarias, crisis climáticas desbocadas y ahora también la preocupación por el daño que puedan causar ciertas tecnologías mal usadas por la humanidad, Francisco ha difundido este miércoles su cuarta encíclica, probablemente la más filosófica de las escritas hasta ahora. «Falta corazón», ha concluido el pontífice argentino.
El problema, según el Papa, es que en el mundo actual «el hombre contemporáneo se encuentra trastornado, dividido, casi privado de un principio interior que genere unidad y armonía en su ser y en su obrar». Por eso, «el pensamiento vuelve a desembocar en un individualismo enfermizo», lo que se debe a que «el encuentro con el otro no se consolidad como camino para encontrarse a sí mismo». «Hoy todo se compra y se paga, y parece que la propia sensación de dignidad depende de cosas que se consiguen con el poder del dinero. Sólo nos urge acumular, consumir y distraernos, presos de un sistema degradante que no nos permite mirar más allá de nuestras necesidades inmediatas y mezquinas», avisa.
Sin relaciones sanas
Esta es la base por la que, dice Francisco, «viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el corazón«. Razón por la que, afirma, «en el tiempo de la inteligencia artificial» lo deberíamos hacer es «no olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor». «Lo que ningún algoritmo podrá albergar será, por ejemplo, ese momento de la infancia que se recuerda con ternura», observa, en las primeras páginas de su escrito, dedicadas a las reflexiones más políticas y antropológicas.
La consecuencia es no hacerlo y vivir en el «anti-corazón» es «una sociedad cada vez más dominada por el narcisismo y la autorreferencia«, lo que lleva a la «pérdida del deseo», porque «el otro desaparece del horizonte y nos encerramos en nuestra mismidad, sin capacidad de relaciones sanas». Por ello, la recomendación del Papa es que, «en lugar de procurar algunas satisfacciones superficiales y de cumplir un papel frente a los demás», es que las personas se pregunten cuál es el sitio que quieren en el mundo.
Actitud elitista
«Lo mejor es dejar brotar preguntas decisivas: Quién soy realmente, qué busco, qué sentido quiero que tenga mi vida, mis elecciones y acciones; por qué y para qué estoy en este mundo, cómo querré valorar mi existencia cuando llegue a su final», razona el Papa, en un texto de unas 40 páginas dividido en cinco capítulos y titulado Dilexit nos (Él nos ha amado). Eso «puede parecer mero romanticismo religioso», añade, en un texto en que también cita a pensadores como el gran filósofo alemán Martin Heidegger, pero también al fundador de los jesuitas, Ignacio de Loyola, al intelectual italiano Romano Guardini y al escritor ruso Fiódor Dostoyevski.
En este contexto, en la parte más teológica de su texto, dirigiéndose a algunos sectores de su propia Iglesia, alerta del riesgo de caer en un «falso misticismo» y en «una actitud elitista» que ve a un «Dios tan alto, tan separado, tan distante». Esto «ha tomado renovada fuerza en las últimas décadas, pero es una manifestación de aquel agnosticismo que ya dañaba la espiritualidad en los primeros siglos de la fe cristiana», considera, en la parte más teológica de su texto.