Míchigan, cuna del motor y los sindicatos, en la encrucijada entre Donald Trump y Kamala Harris: «El espíritu del trabajador estadounidense se ha quebrado»


La historia de Míchigan se hace carne y hueso en personas como Jon Salamon. Su abuelo, que luchó en la Segunda Guerra Mundial y Corea, trabajó para Chrysler. Su padre, combatiente en Vietnam, lo hizo para General Motors. Y él, tras años de carrera profesional como gestor de cuentas corporativas, hace cinco años también tomó el camino del motor, ese que sigue rugiendo de Detroit a Flint, de Grand Rapids a Lansing, la capital de un estado donde esa industria, con la del transporte, sigue creando el 20% del empleo del estado.

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