En un mitin como el de Donald Trump el domingo en el Madison Square Garden poco, si es que algo, se deja al azar. Cuando la campaña del expresidente y candidato republicano recibió el borrador de la intervención que iba a hacer el cómico Tony Hinchcliffe, como se reciben todos los discursos, se decidió quitarle la palabra más ofensiva que se puede lanzar en inglés contra una mujer con la que iba a insultar a Kamala Harris. Pero la campaña dejó mucho material incendiario, incluyendo la denigración del cómico a los latinos y una descripción de Puerto Rico como «isla flotante de mierda».
Los «chistes» han creado una de las más inesperadas crisis para Trump en esta recta final de su carrera a la Casa Blanca frente a Harris, por más que la campaña intentara distanciarse inmediatamente, especialmente del que señalaba a Puerto Rico, un Estado Libre Asociado cuyos habitantes pueden votar si residen en los EEUU continentales.
Trump se ve forzado a ponerse a la defensiva y la tensión rodea el mitin que este martes ofrece en Allentown, en Pensilvania, organizado en el corazón de un barrio portorriqueño. En ese crítico estado bisagra que Joe Biden ganó en 2020 por 80.000 papeletas hay 580.000 votantes latinos registrados y de ellos más casi la mitad son de la isla. Y aunque el republicano perdió hace cuatro años, en Allentown había mejorado sus resultados entre latinos un 22% respecto a 2016.
Por eso la tormenta es seria y amenaza los avances que el expresidente y candidato republicano está logrando en una parte del electorado que, cada vez, es más trascendental en EEUU.
Fuerza en los números
El voto latino, diverso y en absoluto monolítico, tiene un peso evidente en los números. Son más de 36 millones de personas con derecho a voto, lo que representa el 15% del electorado, y son cuatro millones más que en 2020, son responsables de la mitad del crecimiento total de quienes han adquirido el derecho a voto en los últimos cuatro años.
Aunque muchos de ellos no se han registrado, y según datos de organizaciones latinas para mediados de octubre aún 13 millones no lo habían hecho, el latino es ya el segundo mayor bloque de votantes en EEUU, por detrás de los blancos pero por delante de negros y asiático-estadounidenses. Es un electorado además predominantemente joven, con casi un tercio compuesto por menores de 30 años. Y el 22% podrá por primera vez votar en las presidenciales.
Aunque la población latina es mayor en feudos demócratas como California y Nueva York y republicanos como Texas y Florida, su presencia es también potente en los estados bisagra, especialmente en Arizona, donde representan el 25% de las personas con derecho a voto, y en Nevada (22%). Tanto en la fundamental Pensilvania como en Georgia y Carolina del Norte son el 6%.Y son el 5% en Wisconsin y el 4% en Michigan, que completan el septeto de estados péndulo.
Evolución del voto
Aunque históricamente el voto latino se ha inclinado más por los demócratas, en el último cuarto de siglo se ha evidenciado el avance que los republicanos han conseguido entre esta población, acentuado desde la aparición de Trump como líder de los conservadores. Del 70% del respaldo que obtuvo en este electorado Barack Obama en su reelección en 2012 se bajó al 68% con Hillary Clinton como candidata y al 62% con Biden, que sacó 30 puntos de ventaja a Trump.
Los números del presidente demócrata entre latinos se estaban hundiendo esta campaña hasta que decidió pasar el testigo a Harris. Y aunque la vicepresidenta los ha elevado y ahora tiene una perspectiva de apoyo del 58% según una encuesta reciente de ‘The New York Times’, en ese sondeo Trump obtendría el 37%, nueve puntos más que en 2016. Según otra encuesta del centro Pew de septiembre, la principal prioridad en estas elecciones de los latinos, frustrados como buena parte de la población por los altos precios, es la economía, seguida por la sanidad, el crimen violento, las armas de fuego y la inmigración.
Latinos por Trump
La hemorragia de votos latinos hacia Trump se está dando de forma especialmente marcada entre quienes son ya de tercera y cuarta generación, entre los que se abre además una brecha de género y nivel educativo, con más votos para el republicano de hombres sin titulación universitaria.
Le apoyan, además, cristianos como Norma Moreno, una septuagenaria que la última vez que votó demócrata lo hizo por Jimmy Carter y que ahora es voluntaria para la campaña de Trump en Arizona. «Los latinos estamos desilusionados con el Partido Demócrata», aseguraba hace unas semanas en un ‘banco de llamadas’ para tratar de convencer a votantes. «Hicieron muchas promesas, pero yo vi con mis propios ojos las mentiras que han perpetrado y los latinos están viendo que vivían mejor con Trump como presidente. Está cambiando la marea», afirmaba, y ponía como ejemplo su familia: de los ocho hermanos que son, solo dos votarán por Harris.
Cuando se le preguntaba por la retórica racista de Trump, Moreno replicaba diciendo algo que muestran numerosos sondeos: que muchos no sienten que sus palabras más xenófobas vayan dirigidas personalmente a ellos. Y se mostraba convencida de que «los latinos se sienten insultados y traicionados» pero no por Trump. «Entra a este país todo el mundo sin documentación, sin control, y aunque muchos latinos pueden entender las duras condiciones de quienes vienen y lo que están pasando, están indignados», decía.
La estrategia de Harris
Harris tiene, por su parte, varios frentes abiertos para seguir reforzándose entre los latinos. El endurecimiento de sus posiciones en lo que respecta a inmigración y frontera ha enfriado el entusiasmo de grupos de activistas, vitales a la hora de movilizar el voto en la comunidad.
Muchas organizaciones creen además que los esfuerzos por contactar a los latinos se han intensificado tarde, un problema compartido por las dos campañas. Y según una encuesta reciente para mediados de octubre el 48% de los latinos no habían sido contactados.
La demócrata puede apoyarse en la movilización sobre todo de mujeres jóvenes latinas a favor de los derechos reproductivos. Pero su gran apuesta es defender una agenda económica que siga en la estela de la implementada durante la Administración Biden, que ha ayudado a la comunidad latina en terrenos como las ayudas a pequeños negocios y emprendedores y acceso a vivienda o sanidad.
Su mensaje lo está reforzando en los últimos días personalmente, con un plan específico presentado esta semana para los latinos y con visitas de cercanía a negocios y locales regentados y frecuentados por latinos, pero también utiliza a destacados aliados como el congresista de California Pete Aguilar, que tras las últimas legislativas se convirtió en el número tres de los demócratas en la Cámara de Representantes. Es el papel más destacado que ha tenido nunca en ese brazo del legislativo un latino, una comunidad que sigue infrarrepresentada en la política: aunque los hispanos son el 19% de la población de EEUU según el censo, son menos del 2% de los cargos electos.
Aguilar estuvo hace unas semanas en Phoenix para mantener un encuentro con líderes y representantes de organizaciones latinas en un café. Y después ratificaba en una entrevista con EL PERIÓDICO el mensaje que pide que se extienda entre los votantes. «Ella habla de todo lo que le importa a la comunidad, de pequeños negocios, de emprendedores, creación de vivienda accesible y de hacer la sanidad más barata para nuestros mayores y los miembros de nuestras familias. Eso es lo que le importa a la comunidad latina», decía. «Necesitamos asegurar que ese voto sigue creciendo porque es la única candidata que habla de cosas que importan a nuestras comunidades. No está intentando dividirnos. No habla de fuerzas de deportación. Habla del sueño americano«, aseguraba.
La desinformación
Harris cuenta también con el respaldo de importantes grupos como la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, que por primera vez en su historia ha hecho un apoyo público de un candidato. Y desde esa organización Lydia Guzmán explica otros retos que enfrentan los latinos en estas elecciones.
Uno destacado es la desinformación, que es especialmente intenso en una comunidad que usa mucho más que otros estadounidenses Whatsapp y consume más noticias en redes sociales como Instagram, Tik Tok, Facebook o X (Twitter). «Se mete mucha información falsa o incorrecta y para plantar semillas de dudas sobre el proceso», asegura Guzmán. Y lamenta que, aunque se reporte, es difícil que hagan algo compañías que ya pasan apuros para frenar la propagación de desinformación en inglés. Según una información reciente de ‘The New York Times’, por ejemplo, en Meta solo hay siete personas en el equipo para combatir desinformación en español.
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