No era la primera opción. Ni tampoco la segunda. Pero Naim Qassem ha sido elegido este martes secretario general de Hizbulá. Después del asesinato del líder de los últimos 32 años, Hasán Nasrala, en un ataque masivo contra Beirut el pasado 27 de septiembre, la milicia-partido político ha nombrado al erudito religioso que ha estado actuando como jefe de facto desde entonces. Tras un mes y dos días de un vacío de liderazgo, los seguidores de Hizbulá vuelven a tener un faro al que aferrarse. En medio de una brutal guerra contra el Líbano, que ya ha matado a al menos 2.000 personas en poco más de un mes, el nombramiento de Qassem trae un pequeño consuelo después de semanas de duros golpes.
A sus 71 años, Qassem se convierte en líder de Hizbulá por su «adherencia a los principios y objetivos» del grupo, tal y como han anunciado este martes en un comunicado. Nacido en 1953 en Beirut en una familia del sur del Líbano, el jeque chií participó en aquellas reuniones que condujeron a la formación de Hizbulá tras la invasión israelí del país de los cedros en 1982. Nueve años después, en 1991, Qassem fue nombrado jefe adjunto por el entonces secretario general Abbas al Musawi. Un año después, un ataque lanzado desde un helicóptero israelí mató a Musawi y Nasrala pasó a sustituirlo durante más de tres décadas. A lo largo de todo este tiempo, Qassem se ha mantenido en esa posición informal de número dos.
El rostro del mañana de Hizbulá
Después de los mazazos sufridos por Hizbulá en las últimas semanas, Qassem fue el primer miembro de la cúpula dirigente en hacer declaraciones televisadas tras la muerte de Nasrala. Antes, ya había ejercido como principal portavoz del grupo durante entrevistas con medios extranjeros. No es el personaje más carismático del grupo, a diferencia de su predecesor. Pero puso su cara al momento más bajo de Hizbulá en un primer discurso donde los nervios le jugaron alguna que otra mala pasada, obligándole a secarse el sudor de la frente con un pañuelo de papel. En los otros dos mensajes grabados posteriores, se le ha visto más confiado.
Qassem, como líder de facto, ha defendido de forma continuada que la estructura militar, es decir, el control de mando de Hizbulá, se mantiene intacto, mientras el grupo continúa disparando cohetes, drones y misiles a través de la frontera. Uno de ellos ha matado este martes a un hombre en el norte de Israel. Su nombramiento muestra un cambio –probablemente forzado– en Hizbulá, ya que Qassem tiene una experiencia administrativa y militar limitada. Previamente, su trabajo se había centrado en los campos de la educación y la cultura. Por eso, el sucesor directo de Nasrala no iba a ser él, sino su primo Hashem Saifeddine. Pero el también jefe del consejo ejecutivo de Hizbulá fue asesinado seis días después en otro ataque masivo en Beirut.
El pasado 8 de octubre Qassem dijo durante una conferencia de prensa que las capacidades de Hizbulá estaban intactas a pesar de los ataques de Israel y que se celebrarían elecciones para su nuevo líder. Finalmente, el consejo de la Shura le ha elegido a él. Su activismo político empezó con el Movimiento Amal, una de las organizaciones chiíes más importantes en el Líbano durante su guerra civil (1975-1990) y los años posteriores. En 1979, en plena revolución islámica de Irán, Qassem abandonó el grupo. Su cercanía al recién establecido régimen de los ayatolás ayudó a sentar las bases ideológicas de Hizbulá, el ‘partido de Dios’ cuya llegada cambiaría para siempre al Líbano.