Los Angeles está de fiesta. Los Dodgers, histórico club de béisbol, ha puesto a la ciudad a bailar después de proclamarse campeón en el Bronx, en el vetusto estadio de los New York Yankees. Un 4-1 definitivo en la serie final ha confirmado a la franquicia californiana como la más competitiva del año. Es su octavo título de la historia. El último fue en 2020, en la temporada incompleta por culpa del covid.
Hay fiesta también en Japón. Nunca unas finales de EEUU se habían seguido con tanta pasión. Audiencias de 14 y 15 millones, pese a la diferencia horaria, se han agolpado para seguir las evoluciones de uno de los grandes ídolos nipones, Shohei Ohtani, coronado en su primera temporada con los Dodgers, al que llegó con un contrato de 700 millones de dólares en 10 años. Un interés acrecentado con la presencia también del pitcher Yoshinobu Yamamoto, compatriota que firmó un contrato de 325 millones en 12 años.
El MVP de las finales no ha sido ninguno de ellos dos, sino Freedie Freeman, californiano de 35 años, absoluto protagonista en la Serie Mundial tras recuperarse de una lesión en el tobillo derecho sufrida a finales de septiembre. Conectó Freeman cuatro home runs y enloqueció a los pitchers de los Yankees.
Ohtani, un fenómeno de 30 años situado a las alturas del legendario Babe Ruth, ha jugado mermado durante esta final al sufrir molestias en el hombro izquierdo que se hizo en el segundo partido. Pero su temporada ha sido antológica, marcada por la hazaña histórica del 50-50 (50 home runs y 50 bases robadas). Un nuevo club del que es el único miembro.
No ha podido ejercer desde el montículo por culpa de una lesión en el codo, pero con el bate ha estado tremendo, y la bola con la que alcanzó esa marca sobrenatural fue subastada recientemente por 4,3 millones de dólares, récord para una pelota de cualquier deporte.
En el estadio de los Yankees, un lugar de ensueño para alzarse campeón, Ohtani mantuvo el tipo y colaboró en el triunfo por 7-6 del partido decisivo, en el que los Dodgers consiguieron una meritoria remontada. La prensa japonesa celebró el éxito. “El número uno del mundo. Ohtani vence a los Yankees”, tituló uno de los rotativos que sacó a la calle una edición especial.
En Los Angeles no bailaban con los Dodgers desde 1988, último título en temporada completa. Una franquicia transformada cuando fue comprada en 2012 por un potente grupo inversor. “Los Dodgers son la franquicia más importante de la ciudad en este momento”, dijo el legendario Magic Johnson, copropietario del equipo. “Necesitábamos un campeonato. Los Dodgers necesitaban que esto sucediera para la ciudad de Los Ángeles, recuperar esa sensación de éxito, demostrarle a nuestra base de fans que haremos lo que sea necesario para ganar”, dijo.
Ohtani se ha sacudido de encima el amargo inicio de campeonato, salpicado por un escándalo de apuestas ilegales que le involucró su intérprete y a la par uno de sus mejores amigos. El jugador japonés debió despedirle al conocerse que le sustrajo unos 4,5 millones de dólares.
Ahora celebra, como lo hacen en su país por él y como harán los ciudadanos de Los Ángeles en la rúa de este viernes. Los Dodgers le bañaron en oro y él ha correspondido.