Mari Carmen Sanchís, delegada y jefa de prensa del valenciano Paiporta CF, fundado en 1922, ha perdido la noción del tiempo tras la devastación de la DANA. Por momentos prefiere el día, pero ahí es cuando ve cómo ha quedado la zona cero del desastre, incluido «el templo», como le llama al Palleter, el campo de su club. ¿Y la noche? «Oscuridad manchada por las sirenas y silencio que también se quiebra por los helicópteros a partir de las 7 de la mañana», cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Por suerte, lo hace sin haber sufrido daños personales cercanos, aunque las innumerables víctimas de la zona cero provocan una espiral de horror colectiva.
Recuperada la cobertura, algo nada fácil, los grupos de WhatsApp del Paiporta CF han sido un ejemplo de ayuda mutua. «¿Estáis bien?», ha sido la pregunta más repetida. La plantilla del líder del grupo 2 de la Primera FFCV (regional) ha respondido afirmativamente. «Estar bien» es difícil de medir en una catástrofe así. «Por el momento, han suspendido la jornada -al igual que el resto de eventos deportivos en la Comunidad Valenciana-, pero, en un mes esto no se va a resolver. ¿Dónde juegas?, ¿dónde vives?, o ¿qué comes? La gente tendrá que volver a su vida, pero los hay que lo han perdido todo», reflexiona Sanchís.
El Palleter, el «templo» destruido de un club centenario
La delegada del Paiporta CF -la única mujer que ocupa esta función en el fútbol valenciano- tiene un hermano militar en el frente de una batalla en la que solo se pueden minimizar pérdidas. Lleva sin dormir desde que las llamadas de auxilio colapsaron las líneas de atención telefónica y las calles de la comarca de L’Horta Sud. Nada más terminar la llamada con este periódico, Sanchís, de Torrent, irá, como pueda, a Paiporta a echar una mano. Con agua, con sus manos, con lo que sea. Vivirá el ‘shock’ de ver El Palleter como en sus peores pesadillas. Ni eso, porque la destrucción de este calibre desborda lo imaginado. De vuelta, Sanchís comparte un audio después de ver el Palleter por primera vez tras el desastre: «Es como si hubieran soltado una bomba. Lo que sale en la televisión no es nada comparado a lo que es Paiporta».
«Es nuestro templo. Un campo al que tenemos mucho cariño, donde celebramos nuestro centenario hace dos años. Curiosamente, uno de los primeros campos del Paiporta FC estaba en el barranco -Los Puentes-. Así fue hasta 1972, cuando no había manera de jugar debido a las lluvias, que embarraban e inundaban el terreno de juego«, explica Sanchís con un recuerdo que habla de la amenaza constante que suponen las riadas en la zona. El Palleter, al que la DANA convirtió en una piscina de lodo, se inauguró el 8 de enero del citado año con un partido ante el Valencia.
El Paiporta es historia del fútbol de la comunidad, el quinto más antiguo y por cuyas instalaciones han pasado el Castellón, el Levante o La Nucía. “Durante los primeros años eran pocos los clubes que existían, por lo que llegamos a disputar la Copa del Rey. También fuimos campeones de toda la Comunidad en una competición que se disputaba, y quedamos segundos en la categoría regional en toda España”, narraba José Antonio Delhom en una entrevista con Levante-EMV. El que fuera secretario del club es hijo de uno de los jugadores que iniciaron una aventura llena de obstáculos, algunos de los cuales estuvieron a punto de provocar su desaparición.
Paiporta CF, un club que había renovado su ilusión
La actual delegada del Paiporta, vinculada durante años al Torrent, del que su padre es una pieza fundamental, cita a Delhom como figura esencial para entender la historia del club. De hecho, le habían brindado un homenaje recientemente. A pesar del descenso del curso pasado, el regreso a la estructura de Álvaro Ortí, el entrenador que dirigió al club en su histórica temporada en Tercera (2017/2018) disparó la ilusión. El liderazgo en la clasificación era la mejor muestra de un estado de ánimo que tardará en recuperarse. Los vehículos de los directivos del club son parte del monstruoso desguace que se apila en las calles del municipio. Lo mismo pasa con hogares que nunca más lo serán.
En estos complicados momentos afloran recuerdos como el citado ascenso al fútbol nacional o cuando en 2010 un grupo de entusiastas recuperó el fútbol base, que siempre había la seña de identidad del Paiporta. Ahora cuenta también con equipo femenino, que se ha organizado para llevar agua potable a los vecinos de un pueblo mediatizado y a la vez incomunicado. Agua, el elemento que ha sembrado el caos y que es indispensable también para la vida humana.
Con el fútbol se vive una dualidad parecida. Es «la cosa más importante de las cosas menos importantes», una frase disputada en su atribución, con una autoría que va desde Arrigo Sacchi hasta Jorge Valdano. Normal, es tan buena y clarividente que cualquiera habría querido pronunciarla. Y se refleja en el caso del Paiporta, un club, no una sociedad deportiva, por lo tanto, un generador de identidad y comunidad, como refleja el centenar de niños que están en sus categorías inferiores o su absoluta predisposición a echar una mano al que lo necesite en unos días que nadie va a olvidar.
El despertar de los recuerdos del Campanar y del accidente de MetroValencia
«La situación es fatal. Da igual que se haya suspendido la liga. ¿Qué vamos a hacer el lunes? ¿Entrenar para el fin de semana sin saber lo que va a pasar? Es cierto que si no es en nuestro campo será en otro, pero da igual. No hay agua, no hay luz, apenas hemos retomado el contacto con la federación el miércoles por la tarde. Se han decretado tres días de luto, como sucedió con el incendio del Campanar. Pero, ¡cómo va a jugar la gente con el ánimo por los suelos! Jugadores que han perdido a su familia, amigos… ¡Que lo han perdido todo!», insiste y no debería dejar de hacerlo, porque como bien reconoce «esto no va a ser cuestión de poco tiempo».
Recuerda Mari Carmen Sanchís el dolor del Campanar y también el que sufrió bien cerca en 2006, con el Accidente de Metrovalencia que provocó la muerte de 43 personas, 21 vecinos de Torrente, un pueblo que se llenó de ataúdes como pasará en L’Horta Sud y el resto de territorios afectados cuando se termine el trágico recuento. «Hables con quien hables rompe a llorar. Mi cuñado no pudo regresar. Afortunadamente, está bien, como mi madre. Nosotros hemos abierto nuestra casa para todo el que lo necesite. Pero, ¿cómo van a quitar todos los coches? Es puro barro. Es increíble, he recibido llamadas de todos los lados. ¡Hay gente que ha vuelto andando a Valencia!», relata.
Los vecinos de la zona cero saben que va a costar mucho absorber el agua estancada y conocen de sobra dónde viven. La orografía y sus circunstancias letales esta vez. Lo que no tienen tan claro es cómo se recuperarán los negocios como el que Sanchís tiene en Calicanto. Pero sobre todo, cómo se recuperará la vida después de las alarmas perforando el tímpano, los puentes que no conducen a ninguna parte o los amigos que no volverán. Todo lo que no volverá cuando desaparezca el amasijo de barro y hierro que ha llevado por delante un pueblo obligado a levantarse.