Rumanoparlante versus rusófono. Presidenta versus aspirante a liderar el país. Prorruso versus europeísta. El cara a cara del próximo domingo en la segunda vuelta de las presidenciales plantea el siguiente dilema a los votantes moldavos: mirar a la UE o a Rusia. La primera vuelta, celebrada el pasado 20 de octubre, concluyó con la pro UE Maia Sandu con un 38,25% de los votos y un 28,58% para el rusófilo Aleksándr Stoianoglu con la polémica de la supuesta compra de votos por parte de oligarcas prorrusos, algo que Chisinau castigó severamente para evitar que se repita este domingo.
Ahora, sin más rivales en las urnas, en la segunda vuelta se decidirá quién será el encargado de liderar este pequeño país encajado entre Rumanía y Ucrania. El que lo logre, se topará con la difícil situación de ser uno de los estados más pobres de Europa, la inestabilidad que supone tener frontera con un país en guerra, la falta de control sobre la región rebelde de Transnistria, eliminar la corrupción, luchar con los intentos de Rusia de influir en el país y el largo camino para lograr la adhesión a la UE. Quedaron fuera de la carrera presidencial candidatos como Renato Usatîi, el tercero en la primera vuelta, que anunció públicamente que no pedía el voto ni para Sandu ni para Stoianoglo, además de una larga ristra de candidatos independientes.
Maia Sandu, de 52 años, llegó a la presidencia con muchas ideas bajo el brazo y también con muchos retos. Miembro del Partido de la Acción y la Solidaridad, (PAS, centroderecha favorable a la UE), llegó al poder con el gran objetivo de llegar algún día a ser parte de la UE, por lo que se apuntó, junto con Georgia y Ucrania, un gran tanto cuando Bruselas les dio a los tres países el estatus de “candidatos”. A pesar de este gran éxito a las aspiraciones europeas moldavas, argumenta Cristian Canțâr, profesor asociado de la Universidad de Oakland, que actualmente “muchos moldavos proEU están contentos con los progresos con el progreso de las relaciones entre Chisinau y Bruselas, pero tienen muchas frustraciones que no son geopolíticas: nivel de vida bajo, reforma judicial lenta, sanidad pobre e instituciones incompetentes”. Esas rémoras del día a día pueden perjudicar la reelección de esta ciudadana de Fălești, al norte del país. Ella misma ha prometido tomar medidas más drásticas para reformar el sistema judicial moldavo.
Además de su legado después de 4 años de presidencia, otro de los riesgos para su reelección es la compra de votos, donde el oligarca prorruso Ilan Shor, fugado del país y con causas penales pendientes por corrupción, tiene un peso importante. Señala el profesor que de cara a las próxima vuelta es un peligro real. “El riesgo de la compra de votos está aún presente porque hay mucha infraestructura relacionada”. “Aunque es posible que la respuesta de las instituciones moldavas cree desincentivos (…) para reducir su impacto en los resultados finales” matiza.
De Gagauzia a Moscú
Alexander Stoianoglo lleva tiempo en política, pero nunca había aspirado a un cargo de este nivel. A pesar de llevar pocos meses como miembro del Partido Socialista, esta formación le eligió para disputarle la presidencia a la actual líder del país. Anteriormente, fue diputado del Parlamento e intentó ser gobernador de Gagauzia, su región natal como candidato independiente, sin éxito. Esta es una región autónoma que coqueteó con el separatismo (tal y como se mantiene a día de hoy la región de Transnistria, no controlada por Chisinau) pero hace años que abandonó esas pretensiones. Este abogado de Comrat de 57 años es la opción de la formación de centroizquierda prorrusa para recuperar el poder por primera vez desde 2020, año en el que Igor Dodon perdió la presidencia. Hasta 2023 fue fiscal general de Moldavia.
Aunque él mismo habla de buscar “una política exterior equilibrada” entre la UE, China, Rusia y EEUU, se le suele tildar de prorruso. Apunta Canțâr que “su retórica está influida por su opinión como una presencia benigna en Moldavia (de Rusia)”. Además, añade que públicamente “no cambió sus puntos de vista después de la invasión rusa de Ucrania”.
Moscú controla a día de hoy Transnistria, a la que utiliza para presionar a Chisinau. En el pasado también fue habitual las presiones con el suministro de gas desde Moscú. Stoianoglo, a pesar de contar con pasaporte rumano (como la misma presidenta Maia Sandu), habla más fluidamente ruso que rumano como muchos gagauzos, algo que se ha visto en los debates televisados entre ambos. Aunque se posicionó a favor de la adhesión europea de Moldavia, defendió el “no” en el referéndum del pasado 20 de octubre celebrado a la vez que la primera vuelta de las presidenciales.
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