La campaña electoral más tensa, volátil, ajustada y de resultado incierto que se ha vivido en décadas en Estados Unidos ha llegado a su fin, como todo en esta carrera frenética. La vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris, y el expresidente y aspirante republicano, Donald Trump, hacían este lunes con cuatro mítines cada uno una última llamada a la movilización antes de la cita definitiva de los estadounidenses este martes con las urnas, donde ya por anticipado o correo han votado cerca de 75 millones de personas.
Se trata de una traca final que buscaba, en una parte, acabar de inclinar la balanza entre esa parte del electorado que para muchos representa un misterio insondable y, con dos candidatos en las antípodas, incomprensible: el de los indecisos. El gran objetivo a estas alturas, no obstante, era incrementar la energía en las bases y coaliciones formadas alrededor de cada candidato. Porque si siempre la participación es clave, en estos comicios, que los sondeos no ayudan a aclarar, puede serlo aún más.
Tour de force
Harris elegía pasar toda su última jornada en Pensilvania, con un mitin de cierre rodeada de estrellas como Lady Gaga organizado en las puertas del Museo de Arte de Filadelfia, el de las escaleras que hizo famosas la película ‘Rocky’. Era una confirmación de la enorme trascendencia que da para sus opciones al estado bisagra entre los siete determinantes con más votos en el colegio electoral (19).
Trump, por su parte, abría en Carolina del Norte un día que luego tenía en la agenda otras dos paradas también en Pensilvania (incluyendo, como Harris, en Reading, uno de los núcleos del cinturón latino) y un acto final en Grand Rapids, en Michigan. Hay algo de superstición ahí, pues es la misma ciudad donde cerró sus campañas en 2016 y 2020.
El mensaje final
En todos los eventos se apuntalaba el mensaje final de los candidatos, que en el caso de la demócrata ha dado un ligero giro en esta recta final. El martes pasado, en el discurso que dio en el simbólico escenario de la Elipse de Washington, el mismo lugar donde el 6 de enero de 2021 arengó a la masa que luego asaltó el Capitolio, Harris señaló a Trump repetidamente como una amenaza a la democracia. Desde entonces, no obstante, ha optado más por quitar el foco del republicano y apuntalar su propia propuesta, una con la que busca atraer a conservadores cansados de Trump y a moderados, reforzar el vigor del voto femenino que abrumadoramente se inclina a su favor y, también, presentarse como la candidata preocupada por la clase media y los trabajadores.
Trump, en cambio, ha transformado poco el tono y el contenido de su discurso. Y en las últimas horas, con muestras de cansancio evidentes que subrayan su diferencia de edad con Harris (él tiene 78 años y ella 60), ha seguido presentándose como la opción de recuperar la «grandeza» de una nación que describe en términos apocalípticos, con una supuesta «invasión» de inmigrantes y amenazada por el «enemigo interno«. El miedo es el mensaje. Y es también constante el martilleo de denuncias de que la única opción de que pierda es que se produzca fraude, una advertencia que, dados los antecedentes de 2020, dispara los miedos ya elevados de que estalle la violencia.
Una campaña extraordinaria y turbulenta
Atrás dejan ambos una campaña extraordinaria y tumultuosa, que cobró forma tras las turbulencias que empezaron a finales junio, cuando Joe Biden protagonizó el desastroso debate que puso en marcha su renuncia a la candidatura, culminada después de que Trump sufriera en un mitin el primero de los dos intentos de asesinato en su contra y fuera coronado en una convención republicana donde fue tratado como un dios y demostró su control absoluto del Partido Republicano.
Ahí cogió el testigo Harris. Logró una inyección inicial de entusiasmo y energía que igualó una carrera que con Biden iba en caída libre pero no ha logrado despegarse de un empate técnico con Trump.
El tiempo de intentar inclinar la balanza se acaba. Ahora solo queda esperar al dictado de las urnas y confiar en que, sea cual sea, sea aceptado.