Amanece noviembre con Carlo Ancelotti decidiendo todavía si su Real Madrid será elefante o burro. Arrigo Sacchi, maestro de Carletto, revelaba en las páginas de la Gazzetta dello Sport que el técnico le ha llamado siete veces durante estos días. El italiano no termina de encajar las piezas, especialmente en ataque, donde Mbappé chirría como un violín en esta banda de rock’n’roll que era el Real Madrid. Después de ser goleados por el Barça, los blancos han completado otro fiasco ante el Milan completando uno de los peores partidos de la era Ancelotti, con una actuación especialmente frustrante de Kylian Mbappé.
Sostiene Benzema que el problema es que “han fichado a Mbappé como delantero y no lo es. Pero en la izquierda está Vinicius y ahora mismo es el mejor del mundo”. Como Karim, que asumió el rol de goleador sin serlo, piensan muchos, pero Florentino quiere a todos los cromos en el once. Y Kylian lo está pasando mal. Lleva ocho goles, pero eso no maquilla su incomodidad.
Pocos podían aventurar, además, que a estas alturas el equipo penda de la inspiración de un jugador que el próximo cumpleaños que celebrará será el de los 40. El once que puso Ancelotti ante el Milan es el titular a día de hoy, y Luka Modric es incuestionable haciendo de Kroos. El agujero dejado por el alemán evidencia una previsión nula ante la inevitable retirada de Kroos, cuyo adiós era inminente. Ceballos dimitió hace tiempo y solo la tenacidad de Modric, criticada incluso desde el club, ha salvado la papeleta al Madrid.
Dos goles en diez minutos
Saltó el Madrid ante un Milan que tiene en Rafael Leao a un jugador diferente. Eso suma un puñado de futbolistas de buen pie y otros más laboriosos. Mimbres suficientes con los que Paulo Fonseca ha creado un equipo coral y laborioso con automatismos interesantes. Trotaban los blancos con su fútbol intrascendente cuando a los doce minutos un córner en el área local fue rematado por Thiaw ante la pasividad de un Tchouameni que ni impone su jerarquía futbolística ni su exuberancia física. El gol obligó a los de Ancelotti a caldear el partido con chispazos individuales y en el minuto 21 una ingenua zancadilla de Emerson a Vinicius terminó con el brasileño empatando de penalti. Adonde no llegaba el fútbol aparecía la pegada.
Las subidas de Theo ante la pasividad de Mbappé, los balones parados del Milan, la desconexión de Bellingham, la desaparición de Valverde… Paseaba Ancelotti como un león enjaulado por el área técnica ante otro partido indigesto para los suyos. El plan era que no había plan. Al menos en un Madrid aculado en su área, porque el Milan seguía presionando en campo rival y en otro mal pase de Tchouameni armó una contra en la que Lunin salvó milagrosamente un disparo de Leao, pero el rechace lo clavó en la red Morata. Álvaro silenció el Bernabéu, su jardín y su infierno. La venganza se sirve en plato frío. La primera parte concluyó con una contra de Mbappé a campo abierto que confirmó que el francés está desfigurado. A Kylian lo han fichado para ponerle burbujas al champagne y a día de hoy está muy lejos de cumplir las expectativas. Las goleadoras y las otras.
«¡Échale huevos!»
Ancelotti, que como Toschak al final acaba alineando «a los mismos once cabrones», dejó en la caseta al errático Tchouameni y a un indolente Valverde. Síntoma este último de lo mal que está el equipo. Carletto apostaba por el fragor de Camavinga y el brío de Brahim para remontar el partido. Pero lejos de resucitar a los blancos, el Milan vio cómo Lunin salvaba un gol cantado de Leao. Resignada la grada ante la falta de fútbol de los suyos se dedicó a pitar a sus jugadores, lo que hizo en no pocas ocasiones, y a entonar el testosterónico «¡Échale huevos!». Lunin, frío como el hielo, se desgañitaba abroncando a su defensa mientras los cuatro mil hinchas milanistas se hacían notar por encima de la parroquia local.
Ancelotti había perdido la brújula y el equipo era un fiel reflejo de ello. Mbappé, completamente desdibujado, aparecía en lugares inverosímiles del campo, y cuando a Modric le saltó la reserva, Carletto apostó por un mediocampo inédito, e inexplicable, con Brahim, Camavinga, Ceballos y Bellingham. Sin embargo, el MIlan sabía que debía darle la puntilla si quería llevarse la victoria del Bernabéu, algo que Morata nunca había logrado.
Y la sentencia llegó en una jugada que valdría como epítome del partido. Un balón que sacó jugado el equipo italiano desde su portería para hacerlo llegar hasta la banda de Leao, quien aceleró retratando a Lucas Vázquez y Militao para asistir a Reijnders, que anotaba el tercero a falta de un cuarto de hora. Sin fútbol solo quedaba la épica, pero el Madrid ha abusado demasiado de ella. Hasta el VAR salió cruz anulando un gol a Rudiger con diez minutos por delante. Al final Lunin evitó que la derrota fuese humillación, pero aún así Ancelotti, sospechoso habitual, y Mbappé salen muy señalados.