El Barça de Flick acababa de aplastar al Estrella Roja con otro despliegue ofensivo y un defensa comparecía como portavoz azulgrana. En la mano, el trofeo de mejor jugador del partido. Iñigo Martínez trató al objeto en cuestión casi como papel de periódico, algo inservible y de poco valor. En su mente, un oropel pensado para otros. «No estoy acostumbrado a estas cosas, pero el trabajo es de todo el grupo, hemos ganado por el esfuerzo de todos. Esto pasa a un segundo plano», desdeñó.
El central vasco, de 33 años, es uno de esos fichajes de clase media tan denostados ante el empuje de la cantera y que ha explotado en su segunda temporada. Al lado de Jules Koundé y Pau Cubarsí fijan la raya, adelantan la línea, desnudan a los delanteros rivales y empujan hacia arriba a todo el equipo, como los mastodontes en las melées de rugby. Además, filtran pases, cambian con criterio de banda el balón y, en el caso del francés, encima se incorpora al ataque de forma prolífica por la banda derecha.
El rodillo ofensivo azulgrana (55 goles en 16 partidos, un registro nunca alcanzado, superando los 54 conseguidos por el Barça de Ferdinand Daucik en la temporada 1950-51, o sea, en la prehistoria) no sería posible sin el achique de espacios de los tres pilares defensivos, titulares en 12 de 16 encuentros. Alejandro Balde y Gerard Martín van alternándose en la izquierda. Conforman Koundé, Cubarsí y Martínez el blindaje imprescindible que explica buena parte del éxito del método Flick en este arranque de curso.
Dicen que Ronald Araujo está cogiendo la forma a pasos agigantados en Sant Joan Despí. Pese a su exuberancia defensiva, cuesta verle desbancando a nadie, salvo lesión mediante. No digamos ya a Andreas Christensen. Los tres pilares se coordinan como ligados por una cuerda invisible y cabe acreditarles por los 6,75 fueras de juego que el Barça provoca por partido. De hecho, uno de los dos goles ante el Estrella Roja estuvo precedido de una desincronización del cuarto elemento, el menos habitual. Un Gerard Martín al que le costó en un par de ocasiones dar ese pasito adelante tan necesario para sabotear los ataques contrarios. Individualicemos un poco.
IÑIGO MARTÍNEZ, el líder de Flick en la defensa
El vasco, reclamado por Xavi, tuvo una primera temporada marcada por las lesiones y le costó instalarse en el once titular. Llegó autoproclamándose un líder. Costaba verlo. Hasta que Flick le ha investido con los galones de un general. Se le considera, este año sí, una voz fuerte dentro de un vestuario colegial, de la vieja escuela, de los que marca el camino del buen profesional, capitán sin brazalete. Solo hizo falta escucharle tras la convincente victoria en Belgrado. Todos ufanos y él, molesto por los dos goles encajados. «El segundo gol de ellos vino por cierta relajación del equipo. Hay que vigilar esto. No podemos regalar nada», soltó con esa elocuencia expresiva tan vasca. Marcó el primer gol del equipo, el segundo suyo de esta temporada. «Una jugada ensayada que salió bien». Sobre el campo aleccionó a Gerard Martín por sus ligeros desajustes.
JULES KOUNDÉ, el exquisito lateral que no quería ser lateral
El MVP oficial del partido fue Iñigo, pero posiblemente se lo merecía más Koundé. Tres asistencias, o tres golosinas, en una exhibición de compenetración con Lamine Yamal muy vistosa y muy efectiva. Con ambos en el equipo, el campo se inclina hacia la banda derecha. Combinan, se desdoblan y la verticalidad está asegurada. Y antes o después, el francés se habrá coordinado con Cubarsí y Martínez para adelantar la línea. O habrá corrido hacia atrás en una acción defensiva.
Corre mucho y bien el francés. No pareció una hipérbole tan propia del fútbol cuando le preguntaron si está en el mejor momento de su carrera tras el partido. «Puede ser. Me noto muy bien físicamente. Es algo en lo que me esfuerzo mucho», certificó el jugador de 25 años, olvidando ya aquellas viejas reticencias a actuar de lateral. Vino como un gran central y se está reconvirtiendo en un lateral como pocos en Europa. Y ahora hasta disfruta, según confesión propia. «Estoy disfrutando, estoy muy contento, y espero seguir por este camino. Aquí es donde más margen de mejora tengo», dijo sobre su noche grande ofensiva al regalar pases de gol a Lewandowski, Raphinha y Fermín.
PAU CUBARSÍ, el joven espíritu del «guerrero» Puyol
Salió de Belgrado con una cara nueva. Diez puntos la mar de aparatosos cruzan su fuerte mandíbula tras una patada con la punta de una bota. Las redes sociales del FC Barcelona mostraron su cara manchada y ensangrentada, imagen propia del fútbol de otros tiempos. «Guerrero Cubarsí», escribió Gavi en las redes sociales sobre el defensa de 17 años. Un central tan exquisito, de repente ‘puyolizado’.
Esa quijada suturada le emparenta con el espíritu indomable del antiguo capitán. Y no es que necesite de cicatrices de guerra para probar su compromiso con el equipo. A Cubarsí se le valora por la exactitud de sus entregas, por la medición de delineante de la jugada y también por la precisión en el corte. Todo ello a los 17 años, casi obsceno. Si le faltaba alguna cicatriz para parecer menos niño e imponer más, ya la tiene. Un recuerdo para siempre del ‘pequeño Maracaná’.