Hace 20 años que Yasir Arafat ya no está en este mundo, pero su rostro sigue presente en todos los campos de refugiados palestinos. Aunque con el paso del tiempo el papel se va desgastando y, con él, su rostro rodeado por su icónica kufiyya. Nuevos pósteres se pegan encima de los suyos, un poco raídos como reflejo de la actualidad. Pero cada vez hay menos caras visibles en ellos. Tal vez porque el pueblo palestino nunca ha conocido un líder como Arafat. Un líder fuerte, carismático y querido que acabó convirtiéndose en el primer presidente de la Autoridad Palestina. Ahora, dos décadas después de su muerte, su sucesor Mahmud Abás está ausente de las paredes de los hogares y los campos palestinos. El único rostro que se repite está oculto por una kuffiya roja: la que viste Abu Obeida, el portavoz de las brigadas Ezzeldin al Qassam de Hamás.
Admirar los carteles que decoran las sinuosas callejuelas de los campos que acogen a los refugiados palestinos de todo Oriente Próximo es recibir de primera mano una lección de política palestina. El tinte descolorido del rostro de Arafat pone de manifiesto la nostalgia con la que aún se contempla su figura. Los pocos pósteres con fotografías de Abás están arrancados como reflejo de la decepción que rodea al octogenario presidente palestino, que lleva casi dos décadas sin convocar elecciones. Los murales más nuevos, en cambio, contienen retratos de líderes de Hamás y de todos los mártires caídos en el peor año para el pueblo palestino desde la Nakba. La conocida como catástrofe en 1948 provocó el desplazamiento forzoso de 750.000 palestinos para la creación del Estado de Israel.
Más de 76 años después, el pueblo palestino se enfrenta a pérdidas humanas y materiales sin precedentes. La Franja de Gaza lleva 403 días bajo las bombas israelíes. Apenas quedan edificios en pie mientras los palestinos lamentan a diario muertes a decenas. Con miles de desaparecidos bajo los escombros, la cifra de víctimas mortales rodea los 43.300 palestinos, aunque aumenta cada minuto. Entre todas estas ausencias, la más destacada es la de los líderes palestinos. «La población palestina está aislada porque nadie hace lo suficiente para disuadir a Israel», constata Tahani Mustafa, analista sénior de Palestina del International Crisis Group, para EL PERIÓDICO. «La Autoridad Palestina (AP), apoyada por la comunidad internacional, también tiene parte de responsabilidad en todo lo que ha sucedido», constata.
Más añorado que nunca
En el 20º aniversario de su muerte, o asesinato, según algunos, Arafat es más añorado que nunca. Pese a que a veces sus métodos fueron criticados, el que fue líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) tuvo una vida entregada a ese mismo objetivo, la liberación de su pueblo y su tierra. Nacido en 1929 en El Cairo, aunque él afirmaba haber nacido en Jerusalén, de donde era su madre, desde muy temprana edad comenzó a contribuir a la resistencia palestina contra la ocupación israelí. Durante la guerra de 1948, que terminó con la creación del Estado de Israel y la Nakba palestina, él trabajó para proporcionar armas a los combatientes palestinos. Once años después, en Kuwait, fundó Fatah, un partido secular, partidario de la socialdemocracia y del panarabismo.
Su defensa de la lucha armada para conseguir la independencia de Palestina le llevó a ser expulsado de varios países árabes, como Jordania o Líbano. Pero el tiempo y las derrotas militares le llevaron a cambiar de opinión. El 15 de noviembre de 1988, la OLP proclamó el Estado independiente de Palestina con capital en Jerusalén. Poco después, Arafat anunció que rechazaba la violencia como medio para lograr la independencia palestina y reconoció el derecho de Israel a existir. Fue uno de los movimientos más decisivos de su vida, que le hizo perder la confianza de muchos de sus seguidores. Luego, se firmaron los Acuerdos de Oslo en 1993 y, un año después, llegó el Nobel de la Paz junto al primer ministro israelí Isaac Rabin y el ministro de Exteriores Shimon Peres.
Ese mismo año Arafat se trasladó a Gaza, bajo control de la AP, la entidad supuestamente provisional creada por los Acuerdos de Oslo antes de la creación del Estado palestino definitivo. Tenía que durar cinco años mientras se eliminaban los asentamientos israelíes en la Cisjordania ocupada. (Han pasado 21 años y medio millón de colonos viven en las crecientes colonias ilegales.) Entonces, la frustración palestina por las violaciones del acuerdo por parte de Israel llevaron al estallido de la violencia en la Segunda Intifada en el año 2000. Cuatro años después, el 11 de noviembre del 2004 Arafat moriría en un hospital parisino a los 75 años. Llevaba los últimos dos confinado en el palacio presidencial de Ramala por parte de las fuerzas israelíes.
Oposición a Abás
Con su fallecimiento, murió, en parte, la resistencia palestina ejercida por Fatah. Desde entonces, sus sucesores en la OLP se han limitado a repetir las mismas declaraciones en público, apoyar resoluciones en Naciones Unidas sin impacto sobre el terreno y reunirse con sus aliados internacionales. Tras las bambalinas, siguen ejerciendo de «subcontrata» del Ejército israelí. Mientras, en las calles, todo arde. El pueblo palestino, abandonado a su suerte, no perdona a sus líderes. El 62% de la sociedad palestina apoya la disolución de la AP, según una encuesta publicada en junio por el Centro Palestino de Investigación Política y Sondeos. Alrededor del 89% quieren que Abás, de 88 años, renuncie. La pérdida de apoyos a todo lo que dejó Arafat también ha implicado que lo ganen otros. En este caso, desde el 7 de octubre, Hamás ha multiplicado su popularidad.
«En la Cisjordania ocupada, se ha experimentado un aumento de la resistencia armada debido a las acciones de los gobiernos derechistas israelíes de los últimos años», apunta Mustafa. Solos, sin nadie que salga en su defensa, los jóvenes palestinos tratan de defenderse por sus medios. «Los palestinos se han dado cuenta de que la comunidad internacional no es el lugar donde encontrarán su derecho a la condición de Estado, ni siquiera su derecho a vivir», denuncia la analista. Ni mucho menos la respuesta está en sus líderes. Mientras los soldados israelíes masacran a los palestinos de Gaza, los funcionarios de la AP no participan en las conversaciones para un alto el fuego de una guerra que está teniendo un duro impacto sobre los territorios ocupados. Casi 800 palestinos han muerto por la violencia israelí en Cisjordania desde el 7 de octubre. Muchos de ellos han perdido la vida en esos campos bajo la mirada raída de Arafat.