Bueno, en Mónaco, el Barça se quedó con 10. Venga, aunque nunca debió perder, perdió. En Pamplona, resultó que los jefes de la sala de máquinas, me refiero a las máquinas del gimnasio, a las máquinas de la fuerza, a los medidores del físico de los muchachos, le pidieron a Hansi Flick que reservase a unos cuantos titulares. Pues eso, perdieron.
Pero…pero la Real Sociedad era, que lo sepan pues igual desconocían el dato, el peor equipo local en este inicio de Liga y resulta que el Barça más goleador en años, va y pierde sin marcar un solo gol. Perdón, sin chutar a puerta. Sin chutar a puerta. Sin probar al portero rival. Sin asustar. Hacia 10 años ¡10 años! que el Barça no cometía semejante fechoría (futbolística). Fue, en Málaga, en 2014 (0-0).
Y sin Lamine Yamal
Es evidente, cristalino, transparente que Hansi Flick, que cuando visitó el Santiago Bernabéu aseguró no haber visto jamás cosas extrañas, anoche empezó a ver muy claro que esto no será tan fácil como, me temo, le susurraron (eufóricos) Joan Laporta, familia (mira, Alejandro Echevarria estaba, en el palco, junto a Lamine Yamal), amigos y enchufados después de comprobar, no solo como se convirtieron en unos líderes casi invencibles, sino el caudal de juego ofensivo que desplegaban y las goleadas que protagonizaban.
En San Sebastián, uno de los lugares más carismáticos en la historia futbolística del Barça, Flick se dio cuenta que jugar sin Lamine Yamal (¿es un truco para que descanse y no vaya con la selección?), como ya ocurriera en El Sadar, es jugar manco e, incluso, desaprovechar la mejor versión del mejor Koundé, que venía de tres asistencias de gol.
Flick descubrió que sí hay dos, tres o cuatro equipos, entre ellos los donostiarras, de la mano del prodigioso y señorial Imanol Alguacil, que pueden complicarle la vida e, incluso, romper su eficaz sistema (suicida) del fuera de juego. Y trabajar, pese a tener un día menos de descanso que ellos, tan fuerte, tan duro y durante los 94 minutos de juego, tanto o más que el Barça.
En San Sebastián, Flick se vio en la necesidad, cosa que jamás creyó que ocurriría, de hablar muy seriamente con el árbitro en el túnel de vestuarios, porque le birlaron un gol perfectamente legal, pues el dedo gordo, la puntita de la bota, que marcaba el fuera de juego no era, me temo, la de Leandowski, sino la de Nayef.
En el Reale Arena, en Anoeta, Flick comprobó, con cierta sorpresa y estupefacción, que su equipo (casi) divino no dio una a derechas y, aunque tiene suficiente colchón como para tomárselo a bien (vamos, no es dramático), haría bien en meditar cómo la modesta Real (su presupuesto es siete veces menor que el del Barça) maniató a su equipo durante los 94 minutos de juego.
Segundo partido que pierde el Barça de Flick sin Lamine Yamal y primer partido donde el ‘mister’ alemán comprueba que, de vez en cuanto, las líneas del VAR no son como toca, ni los piececitos que marcan el fuera de juego son azulgranas.
El Barça de anoche no tuvo nada que ver con el Barça que había ganado los últimos siete partidos. Fue, eso sí, un equipo que corrió, que quiso pero no pudo y, sobre todo, que en ningún momento, contrariamente a lo que había sucedido hasta entonces, dio la sensación de ser capaz de levantar el partido y remontar en el resultado. Incapaz. Repito: cero disparos a puerta y sin estrenar a Remiro.
“Hemos ganado, y bien, al mejor equipo de Europa, junto al Liverpool. Esta noche”, dijo ayer Imanol Alguacil, “visto lo visto, visto el despliegue de mi equipo, su determinación, su lucha, su entrega, su estrategia, su voluntad, su sacrificio, su unidad, si hubiésemos perdido o empatado, me hubiera ido a casa tan orgulloso como me voy tras esta importantísima victoria”. Alguacil añadió más: “Ha sido un partido de Champions y nuestra victoria ha sido más mérito nuestro, que demérito del Barça”.
Tal cual. Flick ya sabe, desde anoche, no solo por el resultado, que también, sino por cómo la Real inutilizó a sus peones y superó su sistema que (parecía) infalible, que esto es muy largo y no será nada fácil. Puede, sí, que lo sospechase o intuyese, pero, anoche, se dio de bruces con la realidad. No sé si jugar sin el ‘niño de Oro’ ha sido decisivo, no sé, pero, diez años después, el Barça regresa a casar sin haber disparado una sola vez a puerta. Eso sí, con el 69% de la posesión. ¡Que no falte la posesión!
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