Este martes, Teresa Ribera, se enfrenta a su audiencia ante la Eurocámara para confirmar su nominación como vicepresidenta ejecutiva para una Transición Limpia, Justa y Competitiva en la Comisión Europea, entre las críticas del Partido Popular, y pendiente de los equilibrios políticos parlamentarios.
Cuando la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, asignó una presidencia ejecutiva y una de las carteras con más peso de la Comisión a Ribera, España logró una victoria diplomática importante. La todavía vicepresidenta del Gobierno tendrá un puesto clave para la política climática, industrial y económica de la UE. Pero para eso, Ribera necesita el respaldo del Parlamento, y el Partido Popular está calentando el ‘examen’.
Los populares llevan días con Ribera en el punto de mira por su papel en la gestión de la catástrofe de la Dana. El portavoz del PP en el Congreso, Miguel Tellado, la acusó de estar “a la fuga” por no asistir al pleno “para no perjudicar sus aspiraciones en Bruselas”. El eurodiputado y vicepresidente del Partido Popular Europeo, Esteban González Pons, alegó que Ribera “no merece representar a España en la Comisión.” La cuestión es si los intereses del PP español son los mismos que los de su grupo en la Eurocámara.
Hasta ahora, ninguno de los candidatos ha tenido demasiados problemas para lograr su confirmación. La mayoría lo han hecho gracias al apoyo de la misma coalición que dio su respaldo a von der Leyen: populares, socialistas, liberales y verdes. Solo el húngaro Olivér Várhelyi está en apuros. Tras una audiencia poco convincente, los eurodiputados solicitaron que el candidato a Comisario de Sanidad y Bienestar Animal contestaran a una nueva batería de preguntas por escrito.
Garantizar su nominación
Para garantizar su nominación, Ribera necesita el respaldo de los portavoces de un tercio de los grupos parlamentarios. Las cuentas solo salen con la ‘coalición von der Leyen’, pero no le basta. Necesita además apoyos bien de la Izquierda de Sumar y Podemos, o de la derecha de Conservadores y Reformistas que lidera Hermanos de Italia, el partido de Giorgia Meloni. Por eso la audiencia anterior será clave.
El martes es el día grande. Se examinan todos los pesos pesados de la Comisión, es decir, todos los vicepresidentes ejecutivos, incluido el italiano Rafaelle Fitto. Lo hará a primera hora de la mañana y su destino podría determinar el de Ribera. Las fuerzas progresistas de la Eurocámara, de los socialistas a los verdes, han mostrado su malestar porque el ultraconservador forme parte del grupo de poder del nuevo Ejecutivo. La cuestión es cómo de lejos están dispuestos a llegar para evitarlo.
Fitto contará previsiblemente con el apoyo de la extrema derecha y también de los populares, pero necesitará también el respaldo de algún que otro grupo más. De caer Fitto, podría desencadenarse un efecto dominó que podría afectar al liberal francés Stéphane Séjourné, desde luego a la socialista, e incluso a la candidata popular Henna Virkkunen que comparte horario de examen con Ribera.
Que la Eurocámara se oponga a un candidato o varios es habitual. Sin embargo, las mayorías están más ajustadas que nunca y esto hace los equilibrios y los acuerdos políticos más importantes, sobre todo para las familias políticas que se juegan el futuro de sus candidatos con el voto. Una nueva lista de nombres implicaría además empezar el procedimiento de cero y que la Comisión no esté lista para empezar a trabajar en diciembre tal y como estaba previsto. Para algunos, con un contexto internacional convulso y la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca en enero, no hay tiempo que perder.
Si los números no dan, como en el caso de Várhelyi, podría alargarse el proceso con más preguntas o una nueva audiencia. Además, la confirmación se puede dar por una mayoría simple de los miembros de la Comisión correspondiente, simplificando las cuentas. Y hay alternativas al rechazo, como reorganizar las carteras o reasignar responsabilidades. La decisión sobre el húngaro, otra carta más de la baraja, está prevista para el miércoles.
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