Vuelven los tiempos en los que el mundo mira, en vilo, a las redes sociales de Donald Trump para saber a qué atenerse. El próximo presidente de Estados Unidos anunció este domingo en un mensaje que no va a contar en su futura Administración con el ex secretario de Estado Mike Pompeo, que sonaba para encargarse de Defensa, ni con la exembajadora ante la ONU, Nikki Haley. El descarte tiene una lectura importante para el resto del mundo. Ambos son dos halcones en política exterior, y consideran que Estados Unidos debe tener un rol dominante en la arena global, y usar en esa misión el poderío económico y militar del país. Al descartarlos, Trump manda una señal: el país no va a seguir siendo el “policía global”; que cada palo aguante su vela.
En el Partido Republicano, ya transformado en movimiento trumpista, siguen existiendo varias almas en lo que a la política exterior se refiere. Son al menos tres “tribus” que compiten entre sí, según las han definido los investigadores del think tank ECFR Majda Ruge y Jeremy Shapiro. Están los que quieren conservar la política tradicional de liderazgo global de Estados Unidos (los “primacistas”); los que quieren que la política exterior estadounidense se centre de forma estricta en China y no se distraiga en otros asuntos como la guerra en Ucrania o la de Oriente Próximo (los “priorizadores”); y, por último, los que quieren que la Administración se centre en Estados Unidos y se reduzcan los compromisos globales (los “restrictivos”).
Todo apunta a que Trump va a dar un giro y va a abandonar la visión dominante en su primer mandato. Entonces, estaban en su Administración halcones primacistas como John Bolton (exconsejero de Seguridad Nacional, uno de los cargos que definen la política exterior), Mike Pence (exvicepresidente) o los mencionados Mike Pompeo y Nikki Haley. Los citados analistas apuntan a que los sustituya una corriente mixta entre restrictivos y priorizadores. Y eso es un problema para Europa, en medio de una guerra total de Rusia contra Ucrania-
“Europa es el escenario que se verá afectado de forma más radical. Tanto los restrictivos como los priorizadores creen firmemente que Europa debe ser capaz de valerse por sí misma”, explica Jeremy Shapiro en conversación con este diario desde Washington D. C. “La primera prueba será Ucrania. La prioridad será, si no ponerle fin a la guerra, sí al menos terminar con la participación de Estados Unidos. Negociarán algún tipo de alto el fuego y, si no sale bien, Trump probablemente se lavará las manos y dejará el asunto para que lo resuelvan Europa y los ucranianos. No tiene como Joe Biden interés en garantizar un resultado favorable de la guerra”.
En el Congreso, hay mayoría de representantes y senadores que apoyan el envío de ayuda a Ucrania. Esa es la esperanza del Gobierno de Kiev Pero no van a ser capaces de obligar al presidente a lanzar paquetes de ayuda en contra de su voluntad. Y no parece que la tenga.
El foco de Trump en China
El miedo al ascenso de China está muy generalizado en el imaginario del estadounidense medio. Se comenta en las cenas de Acción de Gracias y es una constante en los medios de comunicación. Temen que se lleve’n más fábricas, que se haga un país más rico y que, tarde o temprano, ponga fin a la primacía americana que arrancó tras la Segunda Guerra Mundial.
El expresidente Barack Obama lanzó, en su segunda legislatura, el llamado “pivote hacia Asia”. Una estrategia que pretendía contener el auge de China y que fue secundada por sus dos sucesores. Para ello, se debe alejar el foco de atención desde Oriente Próximo y Europa hacia los países del este y sur de Asia. Se han llevado a cabo alianzas con Japón, Corea del Sur, Filipinas, Australia…
Esa idea es la que domina entre los priorizadores republicanos, que quieren mantener una presencia de Estados Unidos en la arena global, pero centrada en China. Consideran que representa una amenaza existencial, como lo fue la Unión Soviética el siglo pasado. Y como los recursos son limitados, hay que priorizar. La guerra con China por Taiwán es casi inevitable, arguyen, y Estados Unidos debe focalizar sus esfuerzos allí. Por ejemplo, con el Aukus, una alianza para que Australia adquiera submarinos nucleares que ayuden a mantener a China a raya. En ese grupo está el senador Josh Hawley y el subsecretario adjunto de Defensa de Trump Elbridge Colby.
Los restrictivos y China
La tercera corriente, la de los restrictivos, preferiría no involucrarse en asuntos internacionales. Para ellos, lo importante es que Estados Unidos tenga una economía fuerte, y limitar las aventuras fuera de sus fronteras. Según el estudio del ECFR, allí estarían senadores como Rand Paul o Mike Lee, o consejeros como Steve Bannon o Richard Grenell. Son minoría en el partido, pero consiguieron 11 senadores y 57 representantes en las elecciones de medio mandato, y lograron bloquear durante un tiempo el paquete de 40.000 millones que Joe Biden quería enviar a Ucrania.
Para ellos, los aliados se aprovechan del gasto militar de Estados Unidos. La OTAN es un ente de relevancia relativa, y se oponen a su ampliación. Las instituciones internacionales son inútiles para los intereses generales del país. Sin embargo, como lo importante es recuperar la industria estadounidense y garantizar la primacía económica, China es un problema que hay que resolver. Y ahí pueden encontrar un punto de acuerdo con los priorizadores.
“Hay una coalición emergente entre los restrictivos y los priorizadores que probablemente prevalezca”, apunta Shapiro. «Hay un empuje importante de gente muy poderosa para alejarse de las visiones primacistas que fueron las dominantes durante su primer mandato, por ejemplo de Donald Trump Junior». En el primer mandato, a pesar de su retórica no intervencionista, Trump mantuvo la guerra de Afganistán y la presencia de tropas en Irak y Siria. Eso podría cambiar esta vez.
La política de apoyo y envío de armas a Israel probablemente no cambiará. Es una excepción para todas las corrientes mencionadas. Pero Donald Trump ya dijo a Benjamín Netanyahu que quería que la guerra en Gaza y Líbano terminara antes de que él llegara a la Casa Blanca. En cualquier caso, el choque no tiene mucho más recorrido. Gaza está ya totalmente destrozada y subyugada, y los principales líderes de Hamás y Hezbolá han sido asesinados. Pero no es previsible que Trump ordene desplegar portaaviones o tropas para proteger a Israel ante una eventual guerra contra Irán.