«Los ataques no se llevan a cabo con palabras; estas cosas no se anuncian; los misiles hablarán por sí solos». Consciente de que, en lo que respecta al apoyo de Occidente a su Ejército, por lo general se hace buena la máxima castellana de que ‘del dicho al hecho hay mucho trecho’, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski no quiso dejarse llevar por la euforia este lunes tras el anuncio, realizado por varios medios periodísticos norteamericanos, de que EEUU había autorizado al Ejército de Kiev a emplear misiles de largo alcance MGM-140 ATACMS contra objetivos en territorio ruso. De sus palabras, se deduce que algunas de las restricciones impuestas por EEUU se mantendrán en el futuro, y que el empleo de dichos misiles en los frentes de guerra se realizará bajo estrecha supervisión.
Tal valoración es compartida por el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), organización que ha descrito la autorización como «limitada» al ‘oblast’ (región) de Kursk, unas condiciones que permitirán al Ejército ruso «mantener algunos de sus santuarios» desde los que seguir atacando ciudades e infraestructura sin temor de represalias militares. «El ISW continúa valorando que … EEUU debería permitir atacar a todos los objetivos militares legítimos dentro de la retaguardia operacional de Rusia que cae en el radio de acción de las armas proporcionadas por EEUU», sentencia el think tank.
En el caso de que Washington acabase levantando todos los vetos, o que en su defecto Francia y el Reino Unido permitieran emplear más allá de la región de Kursk sus proyectiles SCAPL, decisiones que, como bien dice Zelenski no se anunciarían con antelación por motivos de seguridad- la pregunta surge de inmediato: ¿qué es lo que quedaría expuesto a los proyectiles de largo alcance disparados desde Ucrania?
Dos centenares de objetivos
La respuesta también está incluida en un informe del ISW. El think tank concluyó el pasado mes de agosto que más de 250 objetivos militares legítimos se hallan en la retaguardia rusa y dentro del radio de acción de los MGM-140 ATACMS, incluyendo a bases aéreas, objetivos militares y objetivos paramilitares. Dicha cifra constituye una sustancial mejora respecto a las capacidades actuales que proporcionan los proyectiles M142 HIMARS, armas que tan solo pueden alcanzar a una veintena de dichos objetivos potenciales. El documento también desestima la versión de que la autorización dejó de tener sentido cuando Rusia decidió trasladar sus bases aéreas fuera del radio de acción, ya que «un 85%» de los potenciales objetivos «no» son aeródromos militares.
El primer escenario bélico donde se emplearán los proyectiles de largo alcance estadounidenses será la región de Kursk, el saliente de territorio ruso en manos de las tropas ucranianas cuyo control intentan recuperar decenas de miles de soldados, entre ellos miles de militares norcoreanos y que podría ser utilizado por las autoridades de Kiev como una baza en una eventual negociación. «Los misiles ATACMS pueden poner el riesgo objetivos de alto valor rusos y norcoreanos; esto podría ayudar a los ucranianos a mantener el saliente de kursk, que está bajo presión», ha declarado a Reuters Michael Kofman, investigador senior del centro Carnegie en Washington. «Ucrania ha desplegado allí a sus mejores unidades; podrán mantenerse durante algún tiempo si reciben suficiente munición y reemplazos», ha valorado Robert Lee, su colega en el Instituto de Investigación de Política Exterior en Filadelfia.
Los analistas, eso sí, descartan que los bombardeos puedan obligar a Corea del Norte a replantearse el envío de soldados a Ucrania. «La lógica de EEUU es delirante», ha criticado con acidez Timofiy Mylovanov, exministro de Economía de Ucrania y en la actualidad presidente de la Escuela de Economía de Kiev. «Si Putin considera que los (ciudadanos) rusos son prescindibles, Kim Jong-un ciertamente también», ha escrito en un mensaje en la red social X. En la actualidad, se calcula que alrededor de 10.000 soldados han sido enviados a luchar en la guerra ucraniana, aunque los mandos occidentales temen que Pionyang llegue a desplegar unos 100.000. El Kremlin intenta por todos los medios evitar una nueva movilización, sabedor de que la medida es impopular entre la ciudadanía rusa y le podría crear problemas internos.
Eso sí. Entre la población ucraniana y la oposición rusa en el exilio, persiste una vez más el sentimiento de que Occidente, una vez más, llega tarde, un retraso que siempre acaba por empoderar a un régimen como el de Vladímir Putin. Los consejeros de Joe Biden en Washington llevan meses meditando la decisión, sin caer en la cuenta de que tienen enfrente a un presidente que intenta siempre explotar las divisiones y la falta de decisión en sus interlocutores o rivales, un hombre que solo «entiende el lenguaje de la fuerza», ha recordado Mylovanov.
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