El inglés no es la lengua materna de Hansi Flick. Tiene un correcto dominio de la lengua, pero se le nota que se expresa en un margen limitado de matices. Tras la derrota inesperada ante Las Palmas, la primera del curso en casa, el técnico alemán compareció con una seriedad visible que decía más que las palabras. Y expuso los argumentos de su contrariedad.
No lanzó cañonazos contra sus jugadores, pero habló de desconexión tras sumar solo un punto de nueve posibles, permitiendo al Madrid ser dueño de su destino y dejando que el Atleti de Simeone se le coloque a solo dos puntos. Y no quedó claro si hablaba de desconexión mental o se refería a descoordinación entre líneas. ¿Hace falta un trabajo psicológico o más bien táctico para superar su primera minicrisis en el Barça?
Flick había entrado en el universo barcelonista en carroza real. Parecía intocable. Tantas cosas que hacía y decía con sentido quedaban ratificadas por los resultados y una manera de jugar que seducía al equipo y la opinión pública. Contrastaba la eficacia moderna de Flick con el juego retrógrado del Madrid, cautivo de estrellas desorientadas, fuera de órbita.
Sin embargo, el conjunto azulgrana parece haber entrado en un agujero negro. Donde antes había goles, ahora hay ocasiones falladas. Donde antes había una presión asfixiante, ahora ahoga menos. Los pases han perdido fluidez y, sobre todo, mucha precisión. Los fueras de juego han dejado de ser el cepo en que todos los rivales metían el pie. Globalmente, la máquina engrasada chirría.
La consecuencia: dos derrotas (1-0 con la Real Sociedad y el 1-2 de Las Palmas) y un empate (2-2 en Balaídos con el Celta). O sea, un punto de nueve posibles en los tres últimos partidos. Si no quiere elevarse la situación a una crisis, puede hablarse de que Flick ha encontrado la primera curva después de tanta recta. Aceptemos llamarle la primera minicrisis.
¿Y cómo se explica este descenso en el rendimiento? Esto decía Flick, amable y severo a la vez con sus futbolistas: «Creo en mis jugadores. Tengo confianza en ellos. Tenemos un buen equipo, pero las cosas son como son. Cuando llegué les dije a los jugadores que no habría excusas. Cuando juegas como equipo, cuando defiendes bien, cuanto atacas bien, puedes ganar a cualquier equipo. Si algunos jugadores están desconectados, esto no va bien y lo tenemos que hablar». Y añadió: «Necesitamos tener buenas conexiones en defensa y en ataque».
Parecía inferir que algo se ha roto a nivel táctico y también a nivel mental. Los números reflejan este descenso en el rendimiento. Derrota en San Sebastián, empate ante el Celta cuando el partido parecía ganado y estrépito en Montjuïc frente a Las Palmas. El cuadro de Flick ha pasado de marcar 3,3 goles por partido a enchufar solo uno (y se quedó seco por primera vez en Anoeta). Es un salto atrás considerable.
Bajada de tensión
Defensivamente, ha perdido tensión. De encajar menos de un gol por encuentro (0.91 exactamente) ahora Iñaki Peña se tiene que contabilizar 1.66. Y ya no provoca tantos fueras de juego. Se movía alrededor de siete por contienda. Ahora un día son tres, otro son dos y ante Las Palmas aún se alcanzaron los cinco. Algo han aprendido los contrincantes. Han desactivado una de las señas de identidad del modelo ‘flickniano’.
Curiosamente, los problemas para Flick han surgido cuando ha empezado a recuperar a futbolistas lesionados y ampliar sus opciones para el once titular. Cuando vivía entre limitaciones, por lo que fuera, el rendimiento estético y de resultados era superior. Ahora, cuando nada en la abundancia, el equipo se le ha gripado de forma inesperada. No arranca, no chuta y se ha desconfigurado hasta hacerse irreconocible.
Más enfadado que Flick pareció Raphinha. Al entrenador a veces le toca matizar sus críticas en público para desatarse en privado. El alemán parece de esos. El brasileño, en cambio, hizo lo posible para que se notara su enfado y su incoformismo. «Bajamos el nivel de lo que estamos haciendo. Esto nos está complicando durante los partidos. Tenemos que darle la vuelta a esto», dijo en medio de respuestas monosilábicas. Un reflejo de cómo se expresa el equipo ahora, encogido, nada expansivo.