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Estos días he pensado en el Manifest del 125 aniversario del FC Barcelona, que ha escrito David Carabén. Me gusta mucho que el lema que lo resume sea “Queremos el balón”. Me gusta porque por un lado sintetiza muy bien el ideario del Barça dC (después de Cruyff), y por otro apela al instinto más infantil del juego: todos los niños quieren el balón cuando juegan. Dicho de otro modo: volvemos a ser el homo ludens, el ser humano que juega, tal y como formulaba otro Johan neerlandés: el filósofo Johan Huizinga. Con este espíritu empecé a mirar el partido del FC Barcelona en el campo del Mallorca, el martes, y cuando los mallorquines empataron después de romper un fuera de juego ajustado, me pregunté: esa táctica de dejar a los rivales en fuera de juego, ¿entraría dentro del ideario de querer el balón?
El descanso me dio tiempo para un pipí y 14 minutos de reflexión sobre el tema. De hecho, es verdad que si el rival cae en el fuera de juego, recuperas el balón y eso te permite hacer jugada. Sin embargo, a veces tengo la sensación de que apostarlo todo a una táctica que exige tanta concentración es darles cierta ventaja a los rivales: los entrenadores sólo tienen que ensayar una estrategia más o menos imaginativa para que los delanteros rompan la línea del Barça y avancen hacia ese horizonte verde que se les abre delante. Después del 0-4 en el Bernabeu, con el escarnio de Mbappé, hemos visto cómo Real Sociedad y Las Palmas han sacado partido de esa delgada línea roja, y quizás hay que añadirle el desconcierto del equipo —el miedo— cuando ve que de repente el truco mágico no acaba de funcionar.
Yo veo a Hansi Flick como un maestro zen que sabe convencer a sus jugadores, y los resultados le dan la razón. En el fondo, la frontera del fuera de juego hace que el Barça juegue más en campo contrario. Basta con acertar las oportunidades. En Mallorca, en la primera parte, Ferran Torres, Raphinha y Lamine fallaron goles cantados. Luego el equipo quiso el balón con más ganas, Lamine entró en modo inventivo y los goles cayeron como fruta madura. Ya es eso, sí.
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