Yoon Suk-yeol sufre sus últimas horas en la presidencia surcoreana. Se sabe que saldrá y que lo hará pronto, falta saber cómo. Un análisis sensato de la situación sugiere una dimisión inmediata que le ahorre la oprobiosa destitución en el Parlamento pero Yoon se ha mostrado inquietantemente alejado de la realidad desde que el martes secuestró el Parlamento. Que el pueblo le pida su marcha y su partido le señale como un peligro público son cuestiones baladíes para Yoon.
Han Dong-honn, jefe de la formación conservadora de Yoon, devastó esta mañana las mínimas esperanzas que tenía el presidente de superar mañana la votación parlamentaria. Ayer había pedido Han a los diputados del Partido del Poder Popular (PPP) la disciplina de voto para salvar a Yoon; hoy ha ordenado lo contrario. Si el presidente sigue un día más, ha alertado, existe “un riesgo importante de que repita acciones extremas como la declaración de la ley marcial que pongan en grave peligro al país y al pueblo”. El giro copernicano responde a las “evidencias creíbles” de lo que ya había publicado ayer el Chosun Ilbo, influyente medio de derechas: que en aquellas delirantes seis horas que duró la ley marcial, Yoon había pedido la inmediata detención de personalidades políticas del país. Una de ellas es el propio Han. Otras son Lee Jae-myung, líder de la oposición, y Woo Won-shik, presidente de la Asamblea Nacional. A todos ellos les veía Yoon como “elementos antiestatales”. El alto mando que atendía las órdenes de Yoon ha revelado que dejó de apuntar los nombres en la libreta porque todo le pareció un despropósito. Es probable que saberse en esa lista convenciera a Han de que su presidente había perdido sus cabales.
La suspensión
Han ha puntualizado que no pretende la destitución sino la suspensión. El matiz es relevante. La primera aboca a unas elecciones que los conservadores asumen perdidas tras esta opereta mientras que la segunda les permite concluir los dos años y medio de mandato. A media tarde, hora local, seguía en pie el proceso de destitución previsto para mañana. Las formaciones progresistas apenas necesitan rascar ocho votos en la bancada conservadora para sumar los dos tercios de la cámara que expulsarán al presidente. Parecía una misión fácil incluso con el cierre de filas del PPP en torno a Yoon porque el voto es secreto y en las filas conservadoras también hay gente razonable. Ahora, con las instrucciones contrarias, no se entiende que Yoon persiga un martirio cierto. La oposición tumbó la ley marcial en aquella votación nocturna gracias a 18 votos “rivales”: todos ellos pertenecen a la facción minoritaria de Han, que se apañó para introducirlos en un Parlamento ya tomado por la soldadesca, en ocasiones ayudando a saltar la verja a sexagenarios. Es improbable que los últimos acontecimientos les hayan convencido de que Yoon es el tipo idóneo para pilotar el país.
Es la agria ruptura de una amistad. Yoon y Han coincidieron en la Fiscalía y el segundo ejerció como ministro de Justicia del primero. Las dinámicas políticas les distanciaron años atrás. Este mediodía se ha reunido Han con Yoon para hacerle entrar en razón pero a la salida admitía el fracaso. Durante la jornada no han escaseado los rumores. La presunta llegada de Yoon al Parlamento ha empujado a todos los legisladores progresistas hacia ahí. Unos dicen que querían impedir la entrada del aún presidente. Otros, que querían estar ya dentro para ahorrarse el salto de verjas si aprobaba otra ley marcial. A sus puertas y en buena parte de Seúl han continuado las protestas para acabar con esta historia que empezó como un drama y se adentra ya en el vodevil.