“El principio de una nueva historia”, dijo el viernes la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, desde Montevideo, tras concluir las negociaciones con los países del Mercosur para un acuerdo comercial al que ahora tendrá que dar un visto bueno los gobiernos y el Parlamento Europeo, que no será fácil.
Las negociaciones arrancaron en junio de 1999, hace más de 25 años. Desde entonces, los líderes de la UE y el Mercosur han estado muy cerca, muchas veces. La última, en junio de 2019, cuando el entonces presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, anunció -como el viernes von der Leyen- que había acuerdo político.
“Mido mis palabras con cuidado cuando digo que este es un momento histórico”, dijo Juncker. No las midió lo suficiente. Era el mayor acuerdo comercial que la Unión Europea había cerrado hasta la fecha, sí, pero el proceso de ratificación descarriló. Los negociadores no volvieron a la casilla de salida, pero las conversaciones se congelaron durante años.
El impulso de España durante su presidencia del Consejo, y la voluntad de von der Leyen de fortalecer los lazos con Latinoamérica, sumados a los intereses en nuevos mercados en un contexto convulso, y con China cada vez más presente en la región, han hecho que se relanzaran unas negociaciones que concluyeron de nuevo con muchas incógnitas.
El acuerdo comercial con los países del Mercosur es clave por su peso económico y geoestratégico. A pesar de las barreras existentes, las relaciones entre ambos bloques son ya estrechas. Según la Comisión, un 16.9% de los intercambios comerciales del Mercosur fueron con la UE. Esto convierte a la Unión en principal socio comercial del bloque, solo superado por China, y por delante de Estados Unidos.
El texto del acuerdo, que técnicos de ambas partes están finalizando, no se han hecho públicos aún. Según Bruselas, el acuerdo permitirá: eliminar barreras comerciales y facilitar a las empresas la venta de bienes y servicios, además de la inversión. También mejorará el acceso a materias primas claves para la transición verde y digital. Además, sentará las bases de una cooperación reforzada entre ambas partes a la hora de reformar las normas sobre el comercio mundial.
En la práctica, el acuerdo permitirá eliminar los aranceles sobre un 91% de los productos que la UE exporta al Mercosur, y los reducirá sobre otros productos. La Comisión calcula que las empresas exportadoras podrían ahorrarse aproximadamente 4.000 millones de euros en aranceles al año.
Algunos de esos productos son maquinaria, textiles, bebidas alcohólicas, chocolate o vino. También permitirá limitar o eliminar las cuotas a ciertos productos. Además, se reconocerán 350 indicaciones geográficas para proteger productos como el parmesano, el prosecco, el roquefort o el whisky irlandés.
En el sector agrícola, la Comisión asegura que las exportaciones de la UE al Mercosur en 2023 alcanzaron un valor de 3200 millones de euros. El acuerdo ayudará a impulsar estas exportaciones eliminando los elevados aranceles que gravan los principales intereses exportadores de la UE», defiende el ejecutivo comunitario.
Por el lado de la UE, el acuerdo es fundamental para la obtención de materias primas clave para la fabricación de baterías, semiconductores u otros componentes electrónicos como el silicio o el litio. El bloque se beneficiará de una cooperación más establecida que garantice el suministro y también de aranceles más bajos.
Los agricultores llevan meses protestando en Europa. Aunque las demandas varían, una de las cuestiones que se repite es su rechazo a los acuerdos comerciales que, consideran, les ponen en desventaja respecto a los productos procedentes de otros países y que no necesariamente, alegan, cumplen con los estándares que marca la Unión Europea.
La Comisión responde que “los estándares fitosanitarios no son negociables y no se ven afectados por este acuerdo ni por ningún acuerdo comercial”. Esto afecta a la regulación del uso de organismos genéticamente modificados (OGM) pero también a los límites máximos en el uso de pesticidas. El Ejecutivo comunitario alega que el “principio de precaución”, permite a la UE tomar medidas en caso de que sea necesario para proteger a los ciudadanos europeos.
Otra de las grandes preocupaciones de los agricultores era el peso de la industria ganadera en el acuerdo con el Mercosur. Según la Comisión, aunque la UE abrirá su mercado, se han introducido límites a las importaciones de productos “sensibles” como la carne de vacuno, el cerdo, la carne de ave, el azúcar, la miel o el etanol. Hay pocos números en los documentos que ha compartido la Comisión, pero en este ámbito, son claros.
Bruselas dice que el volumen global de importaciones de carne de vacuno desde el Mercosur con aranceles reducidos será de apenas un 1,6% de la producción europea, y la UE seguirá siendo un exportador neto en este sector. En lo referente a la carne de ave, representará el 1,4% del consumo total de la UE; un 1,2% en el caso del azúcar, y algo más, un 10% en lo que respecta a la miel.
Además, la Comisión se compromete a monitorizar los mercados para identificar posibles perturbaciones y establece salvaguardas en ese caso. “Nos aseguraremos de que el acuerdo es bueno para los agricultores y ganaderos y los consumidores”, aseguró un alto funcionario europeo. Si Bruselas identifica un impacto negativo, contará con un fondo por valor de 1.000 millones de euros para apoyar al sector.
Una de las grandes críticas al acuerdo con los países del Mercosur son las dudas en torno a la sostenibilidad del tratado y, en particular, su potencial contribución a la deforestación. Este ha sido en varias ocasiones el argumento de Francia en el pasado contra el texto. Una alta fuente europea reconoció que la llegada de Jair Bolsonaro al Gobierno de Brasil en 2019 fue una llamada de atención a la necesidad de dar más importancia a las cláusulas verdes.
La Comisión alega que el nuevo acuerdo es “más ambicioso en términos de sostenibilidad”. Entre otras cosas, establece los objetivos los acuerdos de París de reducción de emisiones y avances hacia la neutralidad climática, como condiciones para mantener el acuerdo. Además, incluye compromisos concretos para luchar contra la deforestación de aquí a 2030.
En paralelo, se establece además un fondo por valor de 1.800 millones para poner en marcha acciones que contribuyan a la transición verde y digital en los países de la región. Pero para algunos, no es suficiente.
Una muestra de las dudas del ejecutivo comunitario respecto al respaldo de los gobiernos europeos es que no ha hecho público cómo tratará de aprobar el acuerdo. El texto llega en plena crisis de Gobierno en Francia. Ante el viaje de von der Leyen a Montevideo, el Eliseo volvió a dejar claro que el presidente Emmanuel Macron consideraba el acuerdo “inaceptable”. También Italia ha mostrado abiertamente sus reticencias pidiendo cambios en el texto.
En esta materia existen dos tipos de procedimientos para aprobar el acuerdo. En caso de que el acuerdo sea mixto, es decir, que afecte a políticas cuya competencia es compartida entre la UE y los países, necesita el respaldo unánime del Consejo. Además, tendrían que refrendarlo en la Eurocámara y los parlamentos nacionales. Esto daría a Francia poder de veto.
Pero existe la posibilidad de que la Comisión opte por dividir el texto y votar independientemente todo lo que afecta exclusivamente al ámbito comercial, que es competencia de la UE. Esta es la opción que defiende, por ejemplo, España. En este caso, se necesitaría que al menos 15 países que representen al 65% de la población europea voten a favor.
Francia está tratando lograr una minoría de bloqueo que impida alcanzar ese porcentaje, tentando a Italia o Polonia, pero también a otros países que se han mostrado críticos con el acuerdo como Países Bajos, Austria o Bélgica. Aunque no está claro que le den los números. Una cosa es no estar del todo cómodos con el texto y otra, muy distinta, dinamitar el acuerdo.
Además, necesita el respaldo de una Eurocámara más fragmentada que nunca, con un peso notable de la extrema derecha, que podría dificultar también aquí las cosas. El experimentado presidente de la Comisión de Comercio del Parlamento, Bernd Lange, pidió el viernes calma y advirtió de que “las consecuencias de no tener un pacto probablemente superarían con creces las debilidades de uno imperfecto”.
“Este es el mejor resultado posible que como negociadores podíamos lograr”, defendió un alto funcionario europeo, “el texto no se puede cambiar”, insistió. Durante su audiencia ante la Eurocámara, el ya nuevo Comisario Europeo de Comercio, Maroš Šefčovič, se comprometió a explicar el acuerdo con el Mercosur y sus ventajas “calculadora en mano” cuando estuviera cerrado. Ha llegado el momento de afilar los lápices y empezar a echar cuentas.