Las calles del kibutz de Nir Oz se han convertido en un museo del horror. El 7 de octubre de 2023, a las 6.29 horas de la mañana, mientras sobrevolaban el cielo algunos de los 3.000 cohetes lanzados aquel día desde la Franja de Gaza, los terroristas de Hamás forzaron la puerta de acceso y convirtieron esta idílica comunidad de 417 habitantes y situada a tan solo 1,6 kilómetros de Jan Yunis –ciudad al sur de Gaza– en un infierno. Hasta las 12.30 no llegó el Ejército. Fueron asesinadas 47 personas, otras 70 fueron secuestradas y todas las viviendas menos 6 fueron atacadas. Un año y casi dos meses después, Nir Oz quiere resurgir de sus cenizas y planea su reconstrucción.
«El 7 de octubre fue uno de los fallos más grandes de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en seguridad e inteligencia», admite Roni Kaplan, capitán y portavoz del Ejército hebreo ante un grupo de periodistas durante una visita a Nir Oz. Tras el mea culpa, Kaplan recuerda la historia de algunas de las víctimas de aquella jornada trágica, como la familia Bibas, cuyos cuatro miembros –Shiri, Yarden y los pequeños Kfir y Ariel, de 8 meses y 4 años, respectivamente– fueron secuestrados y, según Hamás, han muerto en Gaza. O la de los Siman Tov –Tamar, Yonatan y sus hijos, las gemelas Shahar y Arbel, de 5 años, y Omer, de 2–, los cinco asesinados en su casa.
De los 70 residentes del kibutz hechos rehenes, 40 fueron liberados durante el único alto el fuego en estos casi 430 días de conflicto bélico, entre el 24 de noviembre y el 1 de diciembre de 2023. Hoy quedan en Gaza 29 vecinos, de los que se cree que 10 están muertos, según Kaplan.
El tiempo en Nir Oz parece haberse detenido en el 7 de octubre de 2023. Cocinas por recoger, juguetes esparcidos por los jardines, puertas con agujeros de bala y un manto de silencio que lo cubre todo, roto únicamente por el sonido de las hojas de los árboles mecidas por una leve brisa. Hoy día solo viven allí siete personas, seis hombres y una mujer. Pero eso está en proceso de cambiar.
Residentes traumatizados
El ataque de Hamás, además de segar vidas, destruyó a esta comunidad. Los muertos y los secuestrados suponen casi un 20% de los 417 habitantes que tenía el 7-O. Muchos están traumatizados. Pero hace unas semanas, una mayoría aplastante, más del 92% de los vecinos, se manifestó a favor de regresar, según explica a EL PERIÓDICO Irit Lahav, portavoz del kibutz. Más recientemente, el pasado 12 de noviembre, acordaron en una nueva votación su reconstrucción, que, junto con el regreso de su gente, serán «una victoria real y significativa sobre lo que ha pasado y sigue pasando», afirmaron en un comunicado.
El trabajo que queda por delante es ingente. «El 60% de las viviendas están totalmente destrozadas«, afirma Lahav, antes de detallar que hasta el 2026 no empezarán a ponerse ladrillos. Primero deben realizarse los proyectos para reconstruir unas 250 viviendas, ya en manos de un despacho de arquitectos. El objetivo es primar la sostenibilidad, que la principal fuente de energía sea la solar y el agua sea reutilizada, para minimizar la huella de carbono.
«El 12 de diciembre celebraremos una ceremonia y se procederá al derrumbe de las casas y construcciones que deben reconstruirse desde cero. Y calculamos que en tres años todo el kibutz estará reconstruido», añade esta residente.
Falta también resolver la parte económica. El Gobierno les ha prometido una partida, pero los miembros de Nir Oz consideran que es «insuficiente«. La relación del kibutz con el Ejecutivo de Binyamín Netanyahu no es de las mejores. Muchos habitantes son tremendamente críticos con la gestión de la guerra y están molestos con Netanyahu, quien no ha respondido a una invitación para visitar el poblado, que sí han visitado otros miembros del Ejecutivo.
Puertas antibalas
«El presupuesto planteado no alcanza para poner puertas antibalas en las habitaciones de seguridad», señala Lahav. El 7-O muchos vecinos, entre ellos esta portavoz, descubrieron que esas puertas tras las que se refugiaban cuando había ataques con cohetes no les protegieron de los proyectiles de los fusiles que dispararon los terroristas. Para compensar el parco presupuesto gubernamental, han lanzado una campaña para conseguir donaciones.
El regreso al hogar será progresivo. Primero lo harán los más jóvenes, que seguramente se instalarán en la zona menos dañada y sin esperar a que todo esté acabado. Pero el miedo será un factor muy importante en el futuro de Nir Oz. A día de hoy, algunos residentes no quieren regresar. «Yo misma tengo miedo de volver», confiesa Lahav, que asegura que dependerá de muchos factores, entre ellos de si hay un acuerdo con Hamás. Sin embargo, en tres años las cosas pueden cambiar mucho. «Cuando el kibutz esté reconstruido y bonito, quizás muchos cambien de opinión».
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