Cuando les veía llegar a su granja, en el este de Damasco, la capital siria, Sarmada sabía que llegaban problemas. Ocurría a veces, no siempre, pero cuando pasaba, el miedo era enorme para esta joven.
«Se ensañaban con nosotros. Mataban y se llevaban algunas cabras para comérselas, pero muchas otras las mataban y las dejaban tiradas. Rompían muebles, maderas. Lo hacían a posta, para atemorizarnos», recuerda Sarmada, que se refiere a ellos: los soldados y milicianos leales al Gobierno del hasta este domingo presidente sirio, Bashar al Asad.
Su régimen, sin embargo, cayó este domingo, y con Asad en Moscú —exiliado, siguiendo el camino de millones de refugiados sirios que, precisamente, huyeron de su Ejército y bombardeos—, los soldados del régimen han desaparecido.
«Cuando venían los soldados era traumático, pero lo más extraño es que uno se acostumbraba, porque nosotros no éramos los únicos. Era lo normal, la normalidad. Se iban turnando en distintos lugares y con vecinos distintos. El de mi casa es tan solo un ejemplo de miles. Nos obligaban a callarnos. A aguantar su presión, sus robos. Si nos quejábamos, nos llevaban a comisaría», explica a través del teléfono esta joven. Espera que ojalá ahora todo sea distinto, que los nuevos que llegan ahora no les hagan lo mismo.
Hay fines de semana, así, que duran décadas; y el último, en Siria, es uno de ellos. Este domingo, con la caída del régimen de Damasco, finalizó la ofensiva rebelde lanzada hace tan solo 12 días desde la antes castigada y remota región de Idleb, en la frontera entre Turquía y Siria.
De allí arrancó la milicia islamista radical Hayat Tahrir al Sham (HTS) —antigua filial de Al Qaeda— que ha llevado a su líder, Abu Mohamed al Jolani, a ser reconocido como un héroe por la oposición y a convertirse, actualmente, en el principal actor e interlocutor con el régimen para negociar el traspaso de poderes en el país árabe.
Ante la espantada de Asad, de hecho, el primer ministro sirio, Mohamed al Jalali, que accedió al puesto hace tan solo tres meses, ha aceptado este lunes tras reunirse con Al Jolani entregar las llaves del país al gobierno civil de HTS en Idleb, conocido como el ‘Gobierno de Salvación Nacional’.
Este ejecutivo ha estado liderado, hasta la fecha, por Mohamed al Bashir, quien según fuentes anónimas rebeldes será el primer ministro del próximo gobierno de transición sirio, el primero después de la caída de Bashar al Asad. Bashir, figura relativamente desconocida —quien mandaba realmente en Idleb era Jolani— es graduado en ingeniería eléctrica y ley islámica. Antes de ser primer ministro en Idleb, el hombre, de 41 años, fue director de educación islámica en la región, donde bajo el mando de HTS ha imperado la ‘sharía’, la ley islámica.
Retorno al trabajo
A pesar de que Damasco vive bajo un estricto toque de queda desde las cuatro de la tarde hasta las cinco de la madrugada, los rebeldes han afirmado este lunes que durante el martes está previsto que los bancos y servicios de la capital siria reabran. Los opositores han pedido a los funcionarios de la anterior administración que también vuelvan a sus puestos.
«Ahora tenemos mucha esperanza. Si Dios quiere, la pesadilla habrá terminado ya… no puedo explicar cómo me siento después de estos últimos 13 años de oscuridad«, asegura Sarmada.
Hay, por supuesto, una excepción: las oficinas del Ministerio del Interior han sido vaciadas y saqueadas. Son ahora las milicias rebeldes las que controlan las calles y la seguridad de la capital y el oeste del país.
Guerra… ¿terminada?
En el este del país, sin embargo, la historia es distinta. Allí, sin haber participado en la ofensiva rebelde y sin relación con los nuevos amos de Damasco, las milicias kurdosirias de las YPG controlan la gran mayoría del territorio al este del rio Éufrates.
Turquía, el gran proveedor y aliado de los grupos rebeldes sirios, considera a estas YPG como terroristas por sus vínculos con la guerrilla kurdoturca del PKK, y busca ahora una segunda ofensiva contra los kurdos de Siria para expulsar a las YPG de la frontera con el país anatolio. En la región se estima que viven cerca de dos millones de kurdos.
Este lunes, así, las milicias rebeldes comandadas por Turquía han tomado la pequeña ciudad de Manbij, hasta este lunes controlada por las YPG. La guerra siria, a pesar de la caída de Asad, no ha terminado.