Kylian Mbappé sufre un sobreanálisis constante. Da igual lo que haga. Si sale riendo de Valdebebas es que se ha recuperado. Si mira al suelo después de fallar una ocasión está en un bache. Si habla con Vinicius es porque tiene una mala relación con él. Si sale a cenar con Brahim es su mejor aliado. Si se apoya en el túnel de vestuarios se desentiende de lo que pasa en el Real Madrid. Si escribe tras fallar un penalti como el de San Mamés es que da la cara. ¿Y qué piensa el propio Mbappé? «Me han descrito como súper maduro. La gente nos ve como robots, pero somos humanos, como todos», dijo en una entrevista concedida a Canal + Francia, la primera desde que aterrizó en Madrid. Justo antes del duelo decisivo frente al Atalanta (21:00 horas) de Champions, el equipo contra el que se estrenó como goleador y ganador en el club blanco en la Supercopa de Europa.
La carga del PSG y de Francia sigue presente
El fichaje de Mbappé fue el deseo cumplido de Florentino Pérez, pero, sobre todo, el sueño del niño de Bondy que ya se había entrenado en la ciudad deportiva blanca gracias a una invitación de Zidane. ¿Marketing? Más bien relato y propósito, como demostró la réplica del Santiago Bernabéu que su familia le regaló cuando tenía ocho años. El problema de estos relatos predestinados es que se cruzan con el negocio, millonario en el caso de Mbappé y su paso por el PSG. Una relación que dilató un paso adelante con condiciones después de las negativas del pasado.
Porque el campeón del mundo con Francia aterrizó en un equipo que acababa de ganar la Champions y LaLiga sin él, como el resto de su palmarés. Evidente, pero un necesario recordatorio, porque en la relación entre ambas partes ha pasado por diferentes niveles de necesidad. Y deportivamente, Kylian llegó a un vestuario en el que tuvo que tocar la puerta para ver qué lugar le correspondía. Porque allí estaba Vinicius, favorito al Balón de Oro, quien además jugaba en su posición favorita. Mbappé ha nacido para ser un líder natural, pero tuvo que centrarse para hacer grupo.
El motivo de su fichaje, distinto al de su ejecución. Demasiados mensajes en uno, sin ser capaz de despegarse de Francia y el PSG por los litigios y el caos con la selección, donde Deschamps ha aprovechado su falta de capacidad para rendir de inmediato dejándole en un descanso pactado. Es más, desde que casi tumba por si solo el sueño del Mundial de Messi en Qatar, su curva de rendimiento nunca ha estado en el punto que le hizo ser el jugador más dominante del planeta. Le favoreció como parapeto la teoría del secuestro parisino y los problemas con Al-Khelaifi, pero liberado de esta carga, salvo el litigio contractual entre las partes.
El problema de jugar fuera de su posición
Pero ahora, el Real Madrid y su afición esperan que levante todos los títulos en juego. Hasta siete esta temporada. Por eso le espera y le mima, pero como en cualquier autodeterminación, el éxito pasa por el individuo y su realización futbolística. «Mbappé sale de un sitio en el que era el líder, el más querido, aunque haya convivido con Messi. Tanto en el PSG como en la selección. Tenía un rol muy definido. Se va al Real Madrid, donde era el gran deseado y se suponía que iba a marcar una época, pero no juega ni en su posición«, explica David Peris, psicólogo experto en psicología del deporte, presidente de la Federación Española de Psicología del Deporte y autor, entre otros, del libro Mamá, Papá, ¡quiero ser futbolista! (Librofutbol, 2023).
El francés ya había jugado de delantero centro, tanto con los Bleus como con el PSG. Aunque nunca había sido su posición prioritaria. No elevó el tono ni se quejó por aparecer anclado en el centro desde el principio, aunque durante la ausencia reciente de Vinicius, y en determinadas fases de los partidos, haya ocupado la cotizada banda zurda del Real Madrid. Son los errores, como el que cometió desde los once metros contra el Athletic -el segundo consecutivo desde esta distancia- los que han provocado su peregrinaje por el campo.
Así, por ejemplo, en San Mamés Rodrygo terminó por ocupar el flanco izquierdo. «Respecto al penalti de San Mamés es un poco extraño, porque las penas máximas en el Mundial las tiró de un modo similar -marcó tres en la final de Qatar 2022 contra Argentina-; con mucha confianza y determinación. Sin embargo, en Bilbao cambió de lado y marcó mucho más el tiro. Todo esto pueden ser indicadores de que el jugador no está a su mejor nivel y que habría que trabajar con él», analiza el psicólogo deportivo.
«Tiene un alto nivel de exigencia por todo lo que ha costado. No solo económicamente, también por todo el tiempo que ha costado el que venga a jugar a Madrid. Eso genera unas expectativas y una presión, porque tiene que cumplir con una misión. Además, puede pasar que ese rol que esperaba tener en el Real Madrid no lo tenga. Ahora no es el candidato al Balón de Oro como le sucedía en París. Hay otros jugadores que desempeñan este rol. Esto provoca que esté desubicado», desgrana Peris, quien destaca la importancia de identificar los roles en la gestión de equipos: «Él tiene que aceptar el suyo y sus compañeros también». Esta gestión no depende exclusivamente de Mbappé, es una responsabilidad grupal, que en el caso del Real Madrid siempre está condicionada por los títulos.
De la autoconfianza al nivel de estrés
El galo debutó con un tanto ante el Atalanta. El principio soñado, en su debut, con un título aparejado, la Supercopa de Europa. Mbappé, arrastrado por el éxtasis de la situación ideal, proclamó: «El Real Madrid no tiene límites y yo tampoco, si puedo marcar 50 goles lo haré». La tasación del éxito en estadísticas, algo propio de los equipos grandes, pero un argumento que se vuelve arrojadizo cuando no se alcanza. Porque las cifras de Mbappé, en frío, son las siguientes en lo que va de temporada: once goles y dos asistencias en 21 partidos que cualquier jugador profesional firmaría.
«Todo esto puede provocar que cuando esté rindiendo no lo haga totalmente centrado o con sus mujeres cualidades. Se siente presionado para dar su máximo nivel o cumplir con unos números que no está dando. Para que Mbappé alcance el rendimiento deseado tiene que manejar variables psicológicas como la autoconfianza, el control del estrés, el enfoque motivacional, el nivel atencional y el de activación. Todas características que tienen que ver con el alto rendimiento. Si no están bien ajustadas, puede que se produzcan desviaciones», considera el psicólogo deportivo.
La salud mental del delantero del Real Madrid ha sido objeto de conversación. En la entrevista con Canal + Francia fue él mismo quien habló sin tapujos sobre este tema. «Tuve momentos en los que estaba cansado, pero no estaba deprimido. Hay personas que están muy deprimidas, tenemos que ayudarlas. En un momento me sentí agotado. He tenido decepciones deportivas. Es hablar por hablar, es gratis», despejó Mbappé, quien desde hace muchos años lleva una carga añadida. Pero el contexto del Real Madrid es diferente.
Se trata de una camiseta que ha devorado a talentos inconmensurables como los de Kaká, Hazard y hasta Zidane en su primera temporada. Precisamente, a esta leyenda, que estuvo en su presentación, ha recurrido el club para que las rozaduras de Mbappé en el inicio de la temporada no se conviertan en heridas. Porque si brota la sangre, el tratamiento cambia. Como dijo Ancelotti, «es un jugador con unas condiciones muy especiales», pero que tendrá que poner al servicio de un club de exigencias individuales en el que por el momento nadie ha sido capaz de ponerse sobre el escudo. La variable mayor y más difícil de controlar.