El Girona no ha marcado ningún gol en cuatro de los seis partidos de la Champions. Con estos números, a lo sumo, el equipo rojiblanco podría tener seis puntos. Pero solo tiene tres, porque esa falta de gol le ha condenado a sufrir cinco derrotas. La dificultad de la Champions se manifiesta con toda su crudeza ante un equipo «novato» en estas lides.
Un equipo y un técnico novatos, apuntaba Míchel Sánchez, que se atribuía la máxima responsabilidad como entrenador por los malos resultados europeos. Pese a que el Girona ha dispuesto de suficientes ocasiones para anotar esos goles que reportan triunfos. Pese a que quienes conectan los remates son los futbolistas y no el técnico.
Faltan días en el calendario
«No he sido un entrenador top en la Champions, he hecho muchas cosas mal, de verdad», dijo Míchel en la última respuesta después del duelo ante el Liverpool (0-1). El Girona remató 13 veces y el Liverpool sumó 15 disparos; el duelo se decidió desde el punto de penalti por una falta que se encontró en la revisión del vídeo. «Estoy lejos de ser un entrenador de Champions», se fustigaba el entrenador madrileño recriminándose a sí mismo decisiones y pensamientos que se han revelado erróneas en la máxima competición europea.
No habló de futbolistas ni de sistemas tácticos, sino de planteamientos generales, como no haber dedicado más tiempo a entrenar en la pretemporada en lugar de jugar amistosos, por ejemplo. Ahora, con la densidad del calendario, le han faltado días. Después de la derrota con el Madrid del sábado, llegaba el martes el duelo con el Liverpool. «No hemos podido entrenar y solo con el vídeo es difícil que los jugadores respiren lo que pasará en el campo, y eso es responsabilidad mía. A los cracks no les pasan estas cosas», añadía, aludiendo a sus homólogos del banquillo.
«Cuando te enfrentas a los grandes es cuando más se ven tus problemas», sostenía Míchel, que en Europa se ha enfrentado a tres campeones (PSV Eindhoven, Feyenoord y Liverpool), un finalista (PSG) y dos equipos de larga presencia como el Slovan Bratislava (la única victoria, por 2-0) y el Sturm Graz. «El pequeño detalle penaliza mucho, y si mejoramos esos pequeños detalles la moneda saldrá cara y la suerte cambiará», sostenía, siempre asumiendo que es él quien ha de focalizar el trabajo en los entrenamientos. «Si nos hacen una transición sin una vigilancia nuestra o nos meten un gol en un centro sin marcaje, eso es responsabilidad mía», exponía a modo de ejemplo.
«El pequeño detalle penaliza mucho, y si mejoramos esos pequeños detalles la moneda saldrá cara y la suerte cambiará»
Parece evidente que los jugadores del Girona dedicarán horas y horas a ejercicios de finalización y remate, sobre todo. Se adivina como la mayor lacra que lastra al equipo. Míchel se confesaba «pensativo» más que «triste» en los vestuarios de Montilivi, conforme y orgulloso con la actuación del equipo. Tenía fresca la idea de haber visto enfrente una obra mucho más acabada como colectivo que no por la suma de las individualidades que atesora el Liverpool.
Volver a Europa mejorados
Al Girona le han crecido las dificultades porque se encuentra ante la tesitura de abordar rivales defensivos que le obligan a desarrollar ataques estáticos. Ha dejado de ser el equipo sorpresa. Ante el cuadro inglés, sin embargo, se vio obligado a apostar más por el contragolpe.
«Si juegas detrás del marcador el partido se pone muy cuesta arriba; los esfuerzos se llevan de la mejor manera con el marcador a favor», expuso, con el 0-3 del Madrid fresco en la memoria. Porque, entre otras cosas, tenía en la cabeza que los goles blancos «eran evitables».
Fuera de la Copa, eliminado por el Logroñés, y colgando de un hilo la eliminación europea (el Girona ha de ganar al Milan en San Siro y al Arsenal en Montilivi y esperar una desconocida combinación de resultados ajenos), Míchel se enfocaba en la Liga, con «el pensamiento» de trabajar más con el grupo y meter al Girona entre los siete primeros al final del campeonato. Para volver a Europa y demostrar que todos serán mejores.