El régimen del anterior presidente sirio, Bashar el Asad, quien empezó hace 13 años la guerra civil siria, ha caído, pero las armas en Siria no han bajado. En el este del país, Turquía aprieta desde el domingo —el día de la espantada de Asad— para expulsar de sus territorios de control a las milicias kurdosirias de las YPG, a quien Ankara considera uno de sus principales enemigos por sus vínculos con la guerrilla kurdoturca del PKK.
Así, este miércoles, Turquía ha lanzado varios ataques aéreos contra posiciones de las YPG en la provincia de Kobane y Raqqa. Esta última, de hecho, nunca había sido bombardeada desde 2017, cuando los aviones de la Coalición Internacional —apoyados por tierra por los milicianos kurdos— expulsaron de la ciudad a los yihadistas del Estado Islámico (EI).
Este martes, además, el Ejército Nacional Sirio (ENS, la coalición de milicias rebeldes apoyadas y financiadas por Turquía), anunció la captura de la ciudad de Manbij, hasta la fecha en manos de las YPG. Según fuentes en la región, cientos de habitantes de la ciudad de Kobane —justo en la frontera con Turquía— están marchándose en dirección al este, ante la posible llegada, desde el oeste, de los milicianos rebeldes del ENS.
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, viaja este viernes de hecho a Ankara para negociar con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, un cese de las hostilidades del país anatolio y los aliados estadounidenses en Siria; además del acomodamiento internacional, en un futuro, de la nueva administración siria en Damasco tras la caída de Al Asad.
Hasta ahora, los líderes del nuevo Gobierno provisional sirio —encabezado por la milicia islamista radical Hayat Tahrir al Sham (HTS), la antigua filial de Al Qaeda en Siria—, han estado prometiendo por activa y por pasiva un nuevo Ejecutivo moderno y tolerante con todas las etnias y religiones en Siria.
«Hemos visto, durante los últimos años, un cierto número de grupos militantes que cuando han llegado al poder han prometido que respetarían a las minorías, la libertad religiosa, y que gobernarían de forma inclusiva. Después hemos visto como uno a uno incumplían sus promesas», ha dicho este miércoles el portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, Matthew Miller, que ha asegurado que Washington está aún estudiando la forma de tratar con los nuevos amos de Siria. HTS, ahora la principal milicia rebelde, está dentro de la lista de organizaciones terroristas de EEUU.
Las arcas vacías
Mientras tanto, en Damasco, el nuevo Gobierno de transición liderado por Mohamed Bashir —líder político de HTS en Idleb, la provincia desde donde origina el grupo— ha empezado este miércoles su primer día tras ser confirmado en su nuevo cargo de primer ministro, que ostentará hasta el 1 de marzo, cuando se espera que la Administración siria pase a ser liderada por un Gobierno de concentración nacional con representación de las demás facciones de la —hasta ahora— oposición siria. Ese Ejecutivo será el encargado de convocar las primeras elecciones tras la caída de los Asad.
Antes, sin embargo, los retos son enormes: tras 13 años de guerra civil y una crisis económica galopante, Siria, según Bashir, está en quiebra. «En las arcas del Estado hay tan solo libras sirias que valen nada o menos que nada. Un dólar estadounidense equivale a 35.000 libras. No tenemos divisas extranjeras, ni sabemos si tenemos acceso a préstamos internacionales o bonos del Estado. Así que sí, financieramente estamos muy mal», ha declarado este miércoles el nuevo primer ministro sirio.
Esta semana, de hecho, un petrolero iraní que viajaba con destino a Siria —Irán, con Rusia, era uno de los valedores de Asad—, ha dado media vuelta en el mar para no entregar su carga a la nueva Siria rebelde. Este miércoles varios puntos de Damasco y el sur del país se han quedado sin combustible. La puerta de entrada de la gasolina es ahora otra: los camiones que llegan hacia el país árabe desde Turquía. El grifo del petróleo iraní ha sido cortado.
«Lo que ha pasado en Siria ha estado planeado por EEUU e Israel. Tenemos pruebas de ello. Un país vecino de Siria también ha estado involucrado«, ha dicho este miércoles el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jameneí, visiblemente molesto con la situación en la región. Irán, con la caída de Asad, ha perdido uno de sus aliados clave para la conexión y logística de su grupo de milicias aliadas, el Eje de la Resistencia.
«Pero que sepan que cuanta más presión, más fuerte se vuelve la resistencia —ha continuado Jameneí—. Cuantos más crímenes, más determinada se torna. Cuanto más luchen contra ella, más se expandirá. Irán es poderosa y fuerte. Y lo será aún más».