Faltan pocos minutos para las ocho de la tarde y la banda The Mead Men está preparada para saltar al escenario de ‘The World’s End’, un pub situado a pocos metros de Finsbury Park, en el norte de Londres. Decenas de personas ataviadas con jerseys navideños y con gorros de Papá Noel llevan un rato calentando motores en la barra, a base de pintas de cerveza y vino caliente, mientras esperan a que comience el espectáculo. Alex Masters aparece bajo los focos vestido con un chaleco rojo estampado con decenas de caras de Papá Noel, coge el micrófono y empieza a entonar los versos de la primera canción de la noche para deleite del público, que se arremolina frente al escenario para disfrutar de una noche de villancicos con aromas de alta mar.
El evento ha sido bautizado como ‘Shanty Claus’: una versión navideña de los ‘sea shanties’, las canciones que los marineros entonaban en sus largas travesías durante la Edad de Oro de la navegación, entre los siglos XVII y XIX. Un género que ha pasado de generación en generación en varios países, entre ellos el Reino Unido, y que esta banda interpreta desde su formación en 2015, cuando un grupo de estudiantes de música y de arte dramático se juntaron para hacer los primeros conciertos.
Esta noche sus integrantes –cuatro voces, una guitarra, una flauta, un violín, un cajón y un contrabajo– se han vestido con sus ropajes más llamativos para interpretar durante dos horas un sinfín de canciones de esta música folclórica y de clásicos navideños ante un público entregado.
Música tradicional
Pocos minutos después de empezar, Masters y sus compañeros cantan el que será uno de los temas de la noche, ‘Fairytale of New York’: “Era Nochebuena, cariño / En la celda de los borrachos / Un viejo me dijo / No veré ninguna más / Y luego cantó una canción / ‘The Rare Old Mountain Dew’ / Volví la cara / Y soñé contigo”. A este clásico navideño se le sumarán después otros villancicos como ‘Deck the Halls’ y ‘sea shanties’ como ‘Pleasant and Delightful’. El público levanta sus vasos y entona las canciones al unísono ensordeciendo el ambiente, en una clara muestra de que aquí la música tradicional sigue atrayendo a los más jóvenes.
“Sabíamos que vendría gente pero no pensábamos que estaría tan lleno. Creo que la gente tenía muchas ganas de celebrar, porque muchas veces nos lleva un tiempo hacerles entrar en calor, pero esta vez no fue necesario”, asegura Masters poco después del concierto. El líder de la banda asegura que la idea de combinar los ‘sea shanties’ con las canciones navideñas surgió tras la pandemia, en un intento de captar a un público nuevo. Algo que no les costó mucho esfuerzo, ya que los dos géneros proceden de la cultura popular. “La diferencia entre un villancico y la música folclórica [como los ‘sea shanties’] es mínima. Los dos estilos son fáciles de cantar, son pegadizos y atrapan a la gente, por eso combinan tan bien”, afirma.
Éxito en las redes
Los ‘sea shanties’ tuvieron una gran repercusión en las redes sociales durante la pandemia, cuando el músico escocés Nathan Evans lanzó una versión del clásico ‘Wellerman’, una canción que tiene sus orígenes en los barcos balleneros de Nueva Zelanda en el siglo XIX y que se convirtió en un éxito gracias a su melodía pegadiza y a su ritmo marcado.
“Esta música nació como una forma de ayudar a los marineros a trabajar de forma sincronizada, para que todo funcione bien. Por eso muchas canciones tienen un ritmo muy simple y una melodía muy sencilla”, explica Masters. Bandas como ‘The Longest Johns’ o los catalanes El Pony Pisador también han ayudado a dar a conocer el género en los últimos años.
En el pub The World’s End el ambiente está cada vez más cargado por el calor humano y el olor a cerveza. A medida que avanza el concierto también crece la sensación de estar en un barco pirata. En un momento del espectáculo, Masters coge una enorme jarra de cerveza Guinness y la sirve en un vaso antes de pedir voluntarios entre el público para beberla en cuestión de segundos. Un chico sube al escenario y empieza la cuenta atrás. “Ocho, siete, seis, cinco, cuatro…”, antes de llegar al tres el vaso ya está vacío y la gente aplaude con emoción para celebrar la hazaña.
Más allá del clásico vínculo entre los marineros y el consumo de alcohol, los integrantes de The Mead Men también se han encargado de mantener otra costumbre que tenían los marineros, un poco más noble, consistente en hacer un pequeño donativo a orfanatos o a centros de beneficencia para tener buena suerte en sus travesías.
La banda ha animado al público a hacer un donativo al comprar las entradas, que irá destinado a una organización que combate el sinhogarismo. “La Navidad es un momento para compartir”, asegura Masters, quien señala que este año han recaudado un total de 674 libras (818 euros). “Es algo bonito que hacemos en los conciertos y, al mismo tiempo, un guiño a nuestra historia”, sentencia.
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