«Mi objetivo es ir a elecciones anticipadas. Se trata de obtener la confianza del país, no de jugarse el futuro. De ello dependen también las inversiones futuras en Ucrania y en nuestro ejército». Con estas palabras empezó Olaf Scholz su intervención ante el Bundestag, la Cámara baja del Parlamento, donde se somete este lunes a una moción de confianza. Su objetivo deliberado es perderlo para ceder así la palabra a las urnas y provocar el adelanto electoral que pactó con la oposición para el próximo 23 de febrero. Sus siguientes frases fueron para acusar a sus exsocios liberales de practicar el «sabotaje» contra el Gobierno del que formaron parte hasta precipitar el hundimiento de su coalición. Scholz quedó así sin una mayoría parlamentaria propia.
«Necesitamos más inversiones. Pero al parecer no todo el mundo en lo que fue la coalición lo veía así», fue el siguiente reproche de Scholz a los liberales, quienes se aferran al freno de la deuda. En opinión tanto del canciller como de los verdes e, incluso, de la oposición conservadora, ese mecanismo de contención del gasto público es el principal enemigo para la recuperación económica de una Alemania en recesión.
«El mundo no se hundió cuando implantamos el salario mínimo interprofesional. Al contrario (…) El camino es una política social justa, no podemos permitirnos retrocesos», prosiguió Scholz, en alusión a este logro con sello socialdemócrata, introducido en Alemania en sus tiempos como socios de coalición con Angela Merkel. Su discurso adquirió así un formato de la campaña electoral en el que luchará por una reelección que, según los sondeos, es improbable. La palabra clave, para Scholz, es «respeto», un término a aplicar a los derechos de las familias, de los trabajadores, de la mujer, de los ciudadanos con raíces extranjeras -uno de cada cuatro en Alemania- y de los migrantes «integrados en nuestra sociedad».
Que sus frases más duras fueran hacia los liberales, y no hacia la ultraderecha o al bloque conservador de Friedrich Merz, tiene su lógica. Scholz tiró la toalla respecto a su tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales a principios de noviembre. Comunicó entonces, en un tono inusualmente crispado, la destitución de su ministro de Finanzas, el líder liberal Christian Lindner. En los días siguientes se sucedieron las filtraciones en los medios, según las cuales este socio llevaba semanas saboteando la alianza de gobierno para finiquitarla. Las razones eran los abismos existentes entre los socios, especialmente en materia económica.
Scholz se ha mantenido en este mes largo en un gobierno en minoría contando solo con los Verdes, el partido de su ministro de Economía, Robert Habeck, y la titular de Exteriores, Annalena Baerbock. Ha apelado a la oposición a respaldar proyectos pendientes hasta el fin prematuro de la presente legislatura. Pero el bloque conservador de Merz ha dado pocas señales en esa dirección. En su intervención ante la cámara, un virulento Merz acusó a Scholz y su gobierno de haber llevado a Alemania al desastre económico.
Los sondeos sitúan a su Partido Socialdemócrata (SPD) en un 17%, frente al 33% que se pronostica para la derecha de Merz. La segunda posición la ocupa, con un 18%, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), un partido aislado del resto de la derecha europea por su extremismo. Hoy por hoy, los sondeos apuntan como constelación más plausible para el siguiente gobierno una gran coalición liderada por Merz y con los socialdemócratas como socios. Scholz ha afirmado que en ningún caso estará en un gobierno con Merz como canciller. Es decir, llegado el caso seguirá los pasos de Gerhard Schröder, quien tras su derrota en 2005 frente a Merkel se hizo a un lado para dejar las riendas de la gran coalición a su entonces delfín, Franz Müntefering.
Seis precedentes, materializados por cuatro cancilleres
Recurrir a una moción de confianza para precipitar el fin prematuro de una legislatura es la vía que contempla el artículo 68 de la Constitución alemana. El paso siguiente, la disolución de la Cámara baja, es competencia del presidente, lo mismo que la convocatoria de elecciones generales. Llevaba casi 20 años sin verse una moción de confianza en Alemania, ya que Merkel en sus 16 años en el poder nunca lo planteó.
Scholz ha seguido el ejemplo marcado en 2005 por su correligionario Schröder, tras varias dolorosas derrotas a escala regional. Le salió mal la jugada, ya que quedó apeado del poder por la aspirante Merkel, a la que Schröder había considerado incapaz de vencerle. Fue la segunda moción de confianza de Schröder, tras la que planteó en 2001 para lograr el respaldo a la participación del ejército alemán en la guerra de Afganistán.
Otros tres cancilleres pidieron el voto de confianza. El primero fue el socialdemócrata Willy Brandt, cuando en 1972 recurrió a esa vía para ir a elecciones anticipadas y salió reforzado por las urnas. Su correligionario Helmut Schmidt también buscó la ratificación con un voto de confianza en 1982. La obtuvo, pero poco después sus socios liberales le abandonaron para aliarse con el conservador Helmut Kohl, quien le derribó con una moción de censura. Una vez en el poder, Kohl buscó y obtuvo la ratificación de las urnas a través de unas elecciones anticipadas.