Entre los pasados 21 de noviembre y 15 de diciembre, Rusia ha llevado a cabo 74 ataques de artillería sobre objetivos civiles ucranianos. Es una de las más intensas campañas de erosión de la moral ciudadana del país invadido desde febrero de 2022. Se salda de momento con 33 muertos y 170 heridos, ocho de ellos niños, pero en estos bombardeos no se ha buscado tanto a los seres humanos como a los más de 600 bienes públicos total o parcialmente destruidos, con especial incidencia en las redes eléctricas, las de gas y las viviendas.
De nuevo el cóctel invernal ruso como estrategia militar: primero bombas y misiles, después frío y oscuridad por falta de energía. Sin precedentes desde la II Guerra Mundial, la destrucción de infraestructuras civiles críticas ha devenido en clave de la estrategia militar en la guerra de desgaste de Ucrania, en una nueva oleada de ataques como los que ya investigaron equipos policiales de la Unión Europea el año pasado como supuestos crímenes de guerra.
En los 74 ataques artilleros rusos registrados en 25 dias han sido destruidas total o parcialmente 53 instalaciones eléctricas (entre generadores, transformadores, subestaciones y redes), 50 placas solares, tres plantas térmicas de generación de electricidad y 23 depósitos o conducciones de gas, según datos de un informe de recuento de daños elaborado por el gobierno ucraniano. En diez de esos casos, la artillería, rusa consiguió dejar a la población sin luz.
Un patrón de ataque
De los 25 días de erosión a base de bombazos, ha habido dos de especial intensidad. El 28 de noviembre, fueron 12 ataques artilleros simultáneos en regiones dispares, como Mykolaiv, Lviv (Leópolis) o Korivohrad. En todos los casos, los proyectiles cayeron ese día sobre subestaciones eléctricas.
El 13 de diciembre se registraron 11 ataques, centrándose esta vez sobre depósitos y conducciones de gas o gasoil, y, de nuevo, con dispersión de los objetivos, a veces con los 1.100 kilómetros que separan la región de Ivano-Frankivsk de la de Kharkiv (Jarkov)-
Esta oleada de bombardeos que tratan de dejar a la población ucraniana sin defensa ante el frío del invierno tuvo un arranque sangriento. El 21 de noviembre, jueves, cayeron los proyectiles sobre 18 apartamentos y tres edificios del pueblo de Kryvy, en la región de Dnipropetrovsk, hiriendo a 29 adultos y dos niños.
Esa región, que triangula con las muy golpeadas Dontesk y Zaporiya, ha sido el punto de ataque mayoritario en esta campaña, con 16 bombardeos en los 25 días contados por el informe del gobienro ucraniano.
En la retaguarida, Leópolis y su provincia han sido objeto de diez ataques, nueve la de Zaporiya, siete Donetsk y cinco Ternopil. Los bombardeos se han repartido también por otras 15 demarcaciones de Ucrania.
Sin techo
Los disparos de los cañones y lanzamisiles rusos no solo han buscado instalaciones energéticas. Como en los ataques israelís sobre Gaza, se han cebado con especial crudeza con los edificios residenciales. Son 209 los que han sufrido daños, con un número de personas afectadas 20 veces superior que se ven obligadas a buscar otro techo o desescombrar y reparar como pueden la destrucción de ventanas, puertas o paredes.
Y además de las viviendas, esta oleada ha buscado también el daño en los suministros a la población: 99 tiendas, oficinas y negocios de todo tipo han sido objetivo de los bombardeos. Nueve de esas instalaciones han quedado destruidas por completo.
Entre el resto de infraestructuras públicas críticas atacadas hay 21 de diversa consideración. Desde un puente en el distrito de Kramatorsk hasta decenas de aulas colegiales y consultorios médicos por todo el país.
Estos disparos han tenido también especial acierto sobre un bien dramáticamente necesario en un país en guerra: el coche familiar o la furgoneta de trabajo. Cerca de dos centenares de estos vehículos particulares han sido destruidos en poco más de tres semanas.
Según uno de los periódicos informes de “daños derivados de la agresión armada contra Ucrania” que realizan las autoridades de Kiev, este tipo de bombardeos suelen también ajustarse a un patrón horario, dos franjas del día en las que extender el miedo en la población: primera hora de la mañana, cuando la gente sale a sus quehaceres, y la medianoche, cuando las familias, juntas en sus casas, tratan de conciliar el sueño.
Hay una medianoche que se ha quedado grabada en la memoria que los ucranianos van edificando de esta guerra: en la nochevieja de 2023, un bombardeo ruso con 90 drones Shahed de patente irani se extendió durante 11 horas sobre diversas provincias ucranianas. La evolución de esta útima oleada de ataques selectivos a civiles hace temer a los ucranianos que el ejército ruso vuelva a felicitarles el año nuevo de esta atroz manera.
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