Empezó la temporada y enseguida nos hicimos ilusiones con las victorias y el juego del Barça. Hablábamos de una nueva era y de la confianza que daba Hansi Flick. Pero luego llegó un noviembre fatídico y le ha seguido un diciembre desconcertante. Porque de eso se trata, del desconcierto que da vivir en una montaña rusa: ¿cómo se puede ganar en Dortmund con tanto lucimiento y ser incapaz de remontar ante equipos muy inferiores como Las Palmas y Leganés? No estamos ni a mitad del camino y el desánimo nos acecha peligrosamente, quizá absurdamente.
Entretanto aparecen intentos de comprensión. Se habla de la sonrisa apagada de Lamine Yamal, de las excusas que da Flick, de la falta de intensidad del equipo en partidos menores, del desacierto de cara a portería de Raphinha y Lewandowski. Como no quiero ser menos, ahí va mi granito de arena: Flick no está encontrando un encaje claro para los teóricos suplentes. Demasiados partidos viendo siempre las mismas caras.
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Su trabajo nos muestra un entrenador con una idea clara y arriesgada, capaz de convencer a sus jugadores, pero prudente o quizá timorato, poco amigo de cambios y aventuras (de hecho, cuando realizó las primeras rotaciones ante Osasuna —poco equilibradas—, el Barça perdió su primer partido de liga). En una temporada tan larga hay que contar más con toda la plantilla, buscar alternativas para anular la idea del eterno suplente.
Al principio, cuando se ganaba todo con jugadores jóvenes, nos frotábamos las manos pensando que en la trastienda, lesionados, estaban teóricos titulares como De Jong, Gavi, Araujo, incluso Ansu Fati. Pero de momento no ha sabido darles más protagonismo. Solo Ferran Torres y Fermín han aprovechado sus minutos, y me da en la nariz que aquí el comodín es Gavi. De momento no ha sabido encontrarle un sitio donde sea ese jugador bestial y decisivo que conocemos. Quizá ahora con Lamine lesionado podamos ver una alternativa: Raphinha al extremo derecho y Gavi como falso extremo izquierdo, un puesto que ya había ocupado con Xavi. Más cerca del área, arañando y con libertad de movimientos. Veremos el domingo: el Atlético de Madrid llegará con dientes afilados.