El Barça se ha caído en la Liga. O, según la definición de Joan Laporta, su presidente, «se ha despistado», como revela su única victoria en las seis últimas jornadas. Y necesita con urgencia reconectar a Lewandowski, que ha perdido la contundencia exhibida en el espectacular arranque de temporada sumando 33 puntos de 36 posibles.
Un inicio casi perfecto enganchado el equipo de Flick al viento de cola que le proporcionaba el delantero polaco, que anotó 14 tantos en esos 12 primeras jornadas. O sea más de un gol por encuentro. Todo lo que le venía por el área era ‘enchufado’ por ese delantero experto (tiene 36 años) que se resiste a vivir el ocaso de su prodigiosa carrera como goleador.
Evitar el boquete con el Atlético
Ahora, sin embargo, Lewandowski no está tan certero. Y el Barça de Flick se ha despistado de tal manera que tiene al Atlético de Madrid, su rival de este sábado, empatado a puntos y eso que los rojiblancos llevan un partido menos. De ahí, la necesidad que tiene Flick de recobrar la mejor versión de su ‘nueve’, cuyo descenso de eficacia ha lastrado al equipo hasta hacerle sumar apenas cinco puntos de los 18 posibles.
Una derrota ante el conjunto de Simeone abriría un inesperado boquete de seis puntos que desencadenaría muchos más nervios en un Barça que ha dilapidado en un mes la ventaja adquirida en tres. En Lewandowski, y su descenso de eficacia (dos goles en los últimos cinco encuentros), se adivina uno de los verdaderos problemas que angustian a Flick.
Pau Víctor, el suplente del ‘9’
Y eso que el técnico ha ido cuidando y protegiendo a su veterano delantero, consciente de que no está para resistir todo el curso, preocupado, además, porque su sucesor (el joven Pau Víctor) viene de una gran temporada con el Barça Atlètic. Brilló en la Segunda RFEF alcanzando la cifra de 20 goles en 39 partidos con el equipo dirigido entonces por Rafa Márquez.
Pero el salto de categoría es inmenso, por lo que deja a Flick con poca capacidad de maniobra, obligado a recurrir, semana tras semana, al delantero polaco, a quien ha sustituido en los tres últimos encuentros (Betis, Dortmund y Leganés) estando el paisaje muy delicado para el Barça. Pero ni ese escenario tan complicado ha modificado las ideas del entrenador.
El Barça vivía de los goles de Lewandowski, el regate de Lamine Yamal y la generosidad ofensiva de Raphinha. Ahora se quedado sin dos de esos tres valiosos factores que le llevaron a iniciar la Liga con un ritmo que era irresistible para sus rivales. No hace ni dos meses le sacaba 10 puntos al Atlético de Madrid. Y si pierde el sábado, se quedaría ya tres por debajo expuesto a que fueran seis si gana el choque aplazado contra Osasuna.
Sin el desequlibrio de Lamine, cuyo tobillo derecho se ha vuelto a lesionar por segunda vez en seis semanas, el polaco tiene que buscarse la vida por sí mismo, obsesionado en romper la mala racha vivida. El pasado domingo, sin ir más lejos. Hasta seis disparos realizó en menos de una hora a la portería del Leganés, topándose en dos ocasiones con el cuerpo de Dmitriovski.
Cinco de esos remates fueron en la primera parte. El sexto y último (m. 58) llegó con lo que debía ser un cabezazo, pero terminó siendo un defectuoso remate con el hombro por lo que la pelota ni acabó entre los tres palos. Fue luego sustituido por Flick, a pesar de que el Barça necesitaba de su oficio y, sobre todo, de su acierto para remontar un partido que perdía (y perdió) desde el minuto cuatro.
De pronto, tras ese inicio ‘messiánico’ o ‘cristianoronaldesco’, tanto en cifras de goles como impacto en el equipo, Lewandowski se ha colapsado. El Barça, también. No se entiende una cosa sin la otra. Aquel exultante, atrevido y eficaz conjunto que marcaba 40 goles en 12 jornadas (media de 3,3 por partido) ha perdido contundencia porque pisa el área enemiga y no enfoca bien: 10 tantos en cinco jornadas (2 por encuentro).
De ahí, la imperiosa necesidad que tiene Flick de tejer, de nuevo, la complicidad entre sus delanteros, algo que se agrava por la ausencia de Lamine Yamal, el jugador que más ordena su ataque. A veces, sin tocar incluso la pelota.
Ahora el joven extremo no estará. Y eso es un problema más, y grave, para Flick. Pero un problema menos para Simeone porque el Barça se convierte en un equipo más previsible en ataque, en ocasiones hasta rutinario porque Dani Olmo, su otra arma más creativa, también ha entrado en otro inesperado bajón.