Las noticias no fluyen en la prisión de Al Sina, en el noreste de Siria, regentada por combatientes de las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF), la milicia paramilitar de mayoría kurda que hace ya un lustro jugó un papel decisivo en la derrota de Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) en el país árabe. Tal y como pudo comprobar recientemente durante una visita un equipo de una cadena de televisión de Canadá, al menos oficialmente, nadie, ni guardas ni personal directivo, han informado a los internos, todos ellos presuntos miembros de la fuerza armada ultrarradical derrotada en 2019, que el régimen de Bashar el Asad se ha disuelto como un azucarillo en un vaso de agua, y que en Damasco, un Gobierno provisional emergido de las filas opositoras ha iniciado sus funciones entre ingentes dificultades.
La razón es simple: El centro alberga a unos 5.000 antiguos militantes de ISIS, un contingente calificado de «Ejército terrorista bajo detención» por el general retirado Joseph Votel, al frente del Mando Central estadounidense entre 2016 y 2019, los años álgidos en la lucha contra la milicia extremista multinacional. Sus compañeros de armas aún en libertad podrían intentar asaltar la prisión y liberar a estos miles de hombres, la mayoría de los cuales mantienen su fidelidad a Estado Islámico. Algo que, además, ya sucedió durante una semana hace dos años, logrando la excarcelación de cientos de internos penitenciarios. «Estoy muy preocupado», ha admitido Votel en declaraciones a ‘Politico’.
«Definitivamente, ISIS está intentando utilizar la derrota de Asad y la actual inestabilidad en Siria como una oportunidad para expandir su influencia en el país», asegura en un email dirigido a EL PERIÓDICO Gabriella Tejeda, investigadora asociada de The Soufan Centre, un ‘think tank’ independiente especializado en temas de seguridad global. «La situación (actual) concede a ISIS mayor margen de maniobra, especialmente si los guardas kurdos deben ser retirados de las prisiones como resultado del conflicto con Turquía», continua Tejeda.
Y es precisamente esta guerra dentro de la guerra siria la que inquieta sobremanera a Estados Unidos y a sus aliados, principales patrocinadores de las SDF. Las diplomacias norteamericana y francesa se están empleando a fondo en los últimos días para desactivar la tensión con Ankara, que considera a la milicia kurda como «terrorista» y a la que bombardea con su aviación dentro del tercio de territorio sirio bajo su control. Por su parte, los ‘proxies’ sirios proturcos están llevando a cabo operaciones militares terrestres en el norte, obligándoles a retirarse de territorios que hasta fecha reciente gobernaban. De momento, los rumores de un alto el fuego no se han materializado, mientras que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ha exigido a los aliados occidentales que retiren el apoyo a milicias kurdas ahora que el régimen de Asad ya no existe.
Capacidades de ISIS
Estado Islámico sigue vivo, aunque disminuido, en Siria. Cuenta en la actualidad con «unos pocos miles de combatientes» capaces de llevar a cabo «tácticas de guerrilla» como «emboscadas, ataques con francotiradores y asaltos seguidos de fuga», analiza Tejada. The Soufan Centre ha contabilizado durante el año que ahora acaba alrededor de 700 ataques en los que estuvo involucrado ISIS, una cifra que triplica los números registrados el pasado año; el análisis pormenorizado de estos embates revela además que la milicia ha ganado en «sofisticación«, «letalidad» y «dispersión geográfica«. Un reportero sobre el terreno en el este de Siria que prefiere mantenerse en el anonimato asegura que en Raqqa, una ciudad de mayoría árabe bajo control de las milicias kurdas, existen «células durmientes» de ISIS y que en las regiones desérticas de Deir Ezzor, ya cerca de la frontera con Irak, los ultrarradicales «controlan algunas bolsas de territorio«.
Con estos mimbres, no es de extrañar que la coalición aliada capitaneada por EEUU haya intensificado desde la caída del régimen de Asad la campaña de ataques aéreos contra campamentos y agrupaciones de ISIS en Siria e Irak. Nada más en las horas inmediatas a la desintegración del régimen baazista en Siria, las fuerzas norteamericanas llevaron a cabo al menos 75 ataques aéreos contra objetivos de las milicias ultrarradicales con aviones como los gigantescos Boeing B-52 Stratofortress, un bombardero estratégico de largo alcance, o los cazas F-15.
EEUU mantiene en la zona un impresionante dispositivo militar, cuyo objetivo principal consiste en impedir que ISIS vuelva a recuperar la fuerza que tuvo a mediados de la década pasada. El pasado sábado llegó a la región el portaaviones USS Harry S. Truman, con base en Norfolk (Virginia) seis millares de tripulantes y nueve decenas de aviones y helicópteros a bordo. Se unió a una fuerza naval compuesta por otro portaaviones, el Carrier Air Wing 1, el crucero USS Gettysburg y los destructores Squadron-98, USS Stout y USS Jason Dunham. Además, el portavoz del Pentágono, el general mayor Pat Ryder, acaba de admitir públicamente que el contingente militar desplegado por EEUU en Siria es muy superior al anunciado hasta ahora: en lugar de 900 militares, Washington mantiene a unos dos millares.
Suscríbete para seguir leyendo