El pasado 27 de julio, a las 18:18, un misil impactaba contra el campo de fútbol de Majdal Shams, un peculiar pueblo de montaña que marca la frontera entre Siria e Israel. Un ataque que nunca fue reivindicado por nadie, pero que mató a 12 niños de entre 8 y 16 años.
Los niños fallecidos no eran musulmanes, judíos ni cristianos. Los muertos eran drusos; una etnia de la que se conoce poco y se habla aún menos en el contexto de las guerras de Oriente Medio, pero que residen entre Israel, Siria y Líbano y que han sido víctimas silenciosas desde el inicio del conflicto armado.
“No somos gente de guerra. No tenemos armas ni milicias. Tratamos de estar en paz con todas las partes, sean judíos o musulmanes. Por eso seguimos sin entender qué pasó aquella tarde”. Se lo cuenta a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Layth Abu Sal, un hombre que perdió esa tarde en el ataque a su hijo, su sobrino y los dos hijos de su primo.
La colina de los gritos
Majdal Shams es un curioso enclave en los Altos del Golán, la cordillera más disputada en esta guerra. La práctica totalidad de sus 13.000 habitantes son drusos. Hablan árabe y hebreo. Casi todos toman mate, porque muchos de sus habitantes emigraron a Argentina e importaron esa costumbre a su vuelta. “De hecho, aquí para dar las gracias no lo decimos en árabe (shukran) ni en hebreo (todá). Aquí decimos ‘kalasi’, que es una deformación del ‘gracias’ español”, nos cuenta un vecino llamado Hnedy.
Los drusos, que profesan una religión propia que mezcla elementos del islam, del cristianismo y del judaísmo, viven desde hace siglos en esa zona montañosa. Pero al empezar las hostilidades en los Altos del Golán entre judíos y musulmanes a mediados del siglo XX, el pueblo druso quedó partido por la mitad. Miembros de una misma familia quedaron en el lado sirio y otros en el hebreo. Y en el 74, cuando se firmó el armisticio, se reforzó la frontera con una inexpugnable valla coronada con alambre de espino. Separados para siempre.
Desde entonces, familias y amigos empezaron a hablarse a gritos de un lado al otro de la valla. Y aunque ya todos tienen teléfonos móviles, siguen manteniendo a diario esa costumbre en la denominada ‘Colina de los gritos’, tal y como se puede apreciar en el siguiente vídeo. Porque siguen sin poder cruzar la frontera.
El partido
Son cuatro los pueblos drusos de la zona. Majdal Shams, Masadi, Bukata y Ein Kinia. 23.000 habitantes entre los que abundan los médicos. Son gente formada académicamente, que no toman parte del conflicto y respetan a todas las religiones. «En Majdal Shams queda solamente una familia cristiana, pero mantenemos su iglesia en el pueblo porque respetamos la fe de todo el mundo», cuenta Layth Abu Salh.
El 27 de julio, su hijo Fajr, de 15 años, estaba jugando a fútbol en el campo municipal con varios de sus primos y otros chicos del barrio. Era un acérrimo seguidor del Real Madrid, de Cristiano Ronaldo y de Benzema, del que heredó el 9 porque jugaba de delantero. El chaval llevaba la pelota por la banda izquierda de la cancha el momento de la tragedia. Su padre señala el punto exacto en el que cayó Fajr: «Aquí cayó mi hijo», recuerda sobre el césped artificial.
Eran las 18:18 cuando un misil que apareció de la nada impactó contra el recinto deportivo. Se produjo una violenta explosión en un momento en el que el área estaba llena de críos. «Algunos de los chicos murieron de inmediato. Niños y niñas. El padre de una de ellas es médico. Llegó de los primeros al campo, como yo. En cuanto escuchamos la explosión», rememora con dificultad Layth.
Misterioso misil
Los adultos llegaron enseguida, pero poco pudieron hacer por los chicos. «Recuerdo la entereza de ese hombre, el médico, que enseguida identificó a su hija. Le tomó el pulso, se dio cuenta de que estaba muerta, la cubrió y se dispuso a ayudar al resto de niños».
Él consiguió llegar al cuerpo de su hijo cuando todavía estaba vivo. «Ví a Tajr y me fui a intentar ayudarle. Le toqué y aún tenía pulso. Me miró, me sonrió, cerró los ojos y se murió». Layth, como el resto de drusos del pueblo que se acrecaron de inmediato a la zona, también procedió a intentar ayudar a la veintena de chicos que resultaron heridos de gravedad. Algunos de ellos aún siguen ingresados en hospitales.
Los otros 12, incluyendo a Tajr, murieron esa misma tarde. Layth perdió a su hijo y a tres de sus sobrinos. Y todavía no se explica qué pasó: «Damasco está a solo 45 kilómetros de aquí. Hizbulah no reivindicó el atentado, pero las pruebas forenses posteriores determinaron que el proyectil era de ellos. Suelen hacerlo mucho: cuando atacan y mueren niños, ni lo reivindican».
Majdal Shams se encuentra en la parte israelí de la montaña. Por tanto, eran los escudos antimisiles hebreos, prácticamente infalibles, los que tendrían que haber neutralizado el misil. Pero no lo consiguieron: «La versión que nos dieron fue que el misil voló demasiado bajo como para poder interceptarlo».
Homenaje
Ahora, el campo de fútbol se ha convertido en un mausoleo dedicado a los niños drusos caídos aquella tarde. La valla que quedó destrozada por el proyectil sigue en el mismo lugar, sosteniendo ahora decenas de fotos de los pequeños, dibujos de sus amigos, camisetas de fútbol dedicadas y otros pequeños homenajes a los 12 caídos: Ameer Abu Saleh (16), Alma Fakher Alden (11), Ezel Ayoub (12), Gevara Ebrahem (11), Hazem Abu Saleh (15), Johnny Ebrahem (12), Milar Shaar (10), Naji Halabi (11), Nazem Saab (16), Venes Safadi (11), Yazan Abu Saleh (11) y el mencionado Tajr Abu Saleh (16).
«Sí, recibimos una indemnización, pero eso nos da igual. Hemos perdido a nuestro hijo, a nuestros niños. Eso no hay dinero que lo recupere». Tajr soñaba con visitar el Santiago Bernabéu. En casi todas las fotos sale vestido del Real Madrid. Sus padres mantienen en su habitación los posters de los jugadores blancos y su camiseta con el 9. Sus hermanos, uno mayor y una menor que él, todavñia no lo han asimilado.
Cada día llegan drusos de los 4 pueblos fronterizos a visitar el improvisado mausoleo. «Ahora queremos trasladar ese pequeño homenaje unos metros más allá, para que los niños puedan seguir jugando a fútbol y los nuestros sigan presentes de alguna manera, aunque sea con estas fotos. O con la página web de recuerdo que le hemos hecho». Siguen sin entender nada, pero necesitan que todo el mundo conozca la historia de los 12 niños que cayeron aquella tarde en Majdal Shams, y que simbolizan la sinrazón de una guerra en la que los drusos siempre pierden, aunque nadie hable de ellos.