Mona Abozeid ha crecido entre las paredes de un hospital. También ha vivido entre enfermeras y doctores todas las guerras que han hecho tambalear este centro médico. Es también su hogar, su refugio. Pero no ha sido hasta esta última –la más feroz, la más brutal– cuando ha temido que las pulcras paredes blancas y las habitaciones esterilizadas lo convirtieran más un blanco para los ataques más que en una protección. «Israel intentaba mandarnos un mensaje para que nos fuéramos de aquí, pero en ningún momento nos lo planteábamos», afirma la directora general del hospital Najdeh en Nabatiye, la principal ciudad del sur del Líbano, ubicada a 13 kilómetros de la frontera con Israel. «No teníamos otra opción que quedarnos y seguir ofreciendo nuestros servicios médicos», dice a este diario.
Cuando el pasado 23 de septiembre Israel lanzó su más violenta ofensiva contra el sur del Líbano –sólo ese día murieron más de 500 personas–, Abozeid activó el plan de desastre en el hospital Najdeh. Desde el inicio de la guerra contra Gaza el 7 de octubre de 2023, el sistema médico libanés se empezó a preparar para lo peor. «Allí, en el enclave palestino, lo han destrozado todo, atacaron los hospitales, los arrasaron», denuncia el doctor Shafi Fouani, director médico del hospital que pertenece al Socorro Popular Libanés. «Cada departamento, cada vehículo es un objetivo para ellos y lo justifican diciendo que creían que había un miliciano en el hospital», explica a EL PERIÓDICO.
Por eso, una veintena de doctores, otra de enfermeros y parte del personal no médico esencial pasaron los 64 días con sus 64 noches de esta guerra durmiendo en el hospital. «Es nuestro trabajo, nuestro país, nuestra zona», declara Abozeid, que a pesar del alto el fuego declarado el 26 de noviembre, aún vive en el centro porque su casa ha quedado inhabitable después de que los ataques israelíes hicieran estallar todo el vidrio de sus ventanas. «Sabíamos que teníamos que quedarnos para prestar servicio médico a los heridos y a nuestra gente; si cerramos y nos vamos, nadie se ocupará de ellos», reconoce. Como el principal hospital del sur del país, por las camillas del Najdeh pasaron civiles, niños y milicianos de Hizbulá. En las ambulancias, a menudo sólo les llegaban pedazos de cuerpos.
222 trabajadores médicos asesinados
Los peores presagios se cumplieron. En los dos meses de bombardeos israelíes indiscriminados contra el Líbano, los hospitales libaneses también fueron atacados: al menos 67 veces. Según el Ministerio de Salud, 222 trabajadores médicos perdieron la vida en los 231 ataques contra personal médico de emergencia del Ejército israelí. «En todas las guerras anteriores nos sentíamos seguros, pero esta vez no lo estábamos, porque, por primera vez, el personal médico y los servicios de rescate y emergencia se convirtieron en blanco de los ataques», denuncia el doctor Hussein Sueida, cirujano ortopédico en el hospital Najdeh. «Los paramédicos son deliberadamente atacados, cosa que dificulta gravemente nuestro trabajo, porque si no tienes a nadie que lleve a tu paciente al hospital, ¿cómo lo afrontas?», añade.
En muchos casos, las tropas israelíes bombardeaban directamente los centros de la defensa civil, tanto la libanesa como aquella afiliada con Hizbulá o su aliado chií Amal. A menudo, lo hacían de noche, mientras dormían. En otras ocasiones, esperaban a que los equipos de ambulancias se acercaran al lugar atacado para recuperar a supervivientes y cadáveres de entre los escombros para volver a atacar. Esta violencia «obstaculiza las labores de rescate y socorro y, en última instancia, está contribuyendo a que aumenten las tasas de mortalidad«, denunció la Organización Mundial de la Salud (OMS). Durante la primera semana del alto el fuego, el Ejército israelí atacó a equipos de la defensa civil libanesa mientras limpiaban los escombros y buscaban cuerpos en la localidad fronteriza de Naqoura. También detonaron un dron explosivo cerca suyo, obligándolos a retirarse de la zona.
Crímenes de guerra
Pero el riesgo al que se enfrentan no les impide seguir haciendo su trabajo. «Como el centro de la defensa civil en Nabatiye fue directamente atacado y el de la Cruz Roja Libanesa sufrió ataques en sus inmediaciones, sus equipos decidieron quedarse en el hospital con nosotros», explica el doctor Fouani. «Como nuestro hospital no cuenta con servicio propio de ambulancias ni de defensa civil, todos los miembros de los servicios de rescate y emergencia decidieron quedarse aquí ante el temor de que las ambulancias y todos los vehículos que necesitan para gestionar los rescates fueran atacados», añade. Durante toda la guerra, alrededor de 500 heridos fueron tratados allí. Algunos no lograron salir del hospital con vida.
Sólo durante el primer mes de guerra un centenar de centros de atención primaria de salud de los 207 hay en todo el país tuvieron que cerrar, según la OMS. «Este tipo de ataques contra el personal médico son ilícitos según las normas de la guerra y deberían ser punibles«, denuncia Ramzi Kaiss, investigador sobre el Líbano de Human Rights Watch. «El personal médico goza de protección especial en virtud del derecho internacional; por lo que estos ataques son ilegales e incluyen aparentes crímenes de guerra», dice a EL PERIÓDICO. «Parte de la retórica que vemos en Gaza la estamos viendo en el Líbano, incluido al [primer ministro israelí, Binyamín] Netanyahu diciendo que hay armas en los hospitales y que se están utilizando ambulancias para transportar armas y combatientes», añade.
Protegidos por la ley internacional
Incluso los servicios de rescate vinculados a Amal o Hizbulá, por mucho que la organización cuente con un brazo armado, no pueden ser objeto de ataque al no desempeñar funciones no combatientes, de acuerdo a las directrices del Comité Internacional de la Cruz Roja. La Defensa Civil, integrada por 2.500 trabajadores en nómina del gobierno y otros 6.000 de voluntarios, ha sido quién ha recibido más golpes en los últimos dos meses. «Israel los eligió como objetivos solo para dañar a la gente», reconoce el Dr Sueida. «Los ataques contra el personal médico, los hospitales y las ambulancias sólo agravan el acceso a la atención sanitaria, especialmente en el sur y más aún en todo el país», denuncia Kaiss.
Mientras pasea por el hospital, la directora general Mona Abozeid saluda a sus empleados. «Gracias a Dios que estás bien», se repiten dándose la mano de forma sincera. «Construimos este hospital durante la guerra civil libanesa en 1985 para ayudar a aquella gente más pobre que había sido afectada por los ataques israelíes; entonces, no había Hizbulá y sólo bombardeaban a civiles», rememora. «Ahora, el Ejército israelí bombardea a todo tipo de personas, civiles y militares, y nosotros seguimos aquí», añade. Algunas zonas del hospital han quedado inhabilitadas por el impacto de ataques a apenas 200 metros del centro médico. Pero eso no las detiene. Su sentido del deber es mayor que cualquier pesada bomba extranjera.