Quince países fueron hasta 1991 parte de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS). A partir de entonces quedaron huérfanos de imperio, que se había resquebrajado, y sus sensaciones iban desde la alegría a sentirse perdidos. Mientras algunos abrazaron con entusiasmo los valores y sistemas occidentales, otros buscaron mantener sistemas parecidos al soviético y seguir próximos al Kremlin. Los que más han oscilado entre este y oeste en esta dicotomía son Georgia, Ucrania, Armenia y Moldavia. Estos giros geopolíticos han ido acompañados de guerras, presiones, revoluciones y negociaciones.
Georgia durante años ha dudado cuál es el eje que prefiere, pero en el siglo XXI el más popular ha sido el europeo, acompañado de la voluntad de integrarse en la OTAN, algo que es del desagrado de Moscú y que el Gobierno actual busca revertir para acercarse de nuevo a Rusia. Ucrania, que tuvo una mejor relación con Rusia en los años 90, pasó muchos altibajos con las presiones con los gaseoductos (Moscú dejó sin gas a Ucrania en pleno invierno), la revolución de 2004 y el Maidán de 2014 contra un presidente prorruso que no quiso firmar un acuerdo con la UE por presiones de Moscú. Después vino la guerra del Donbás que empezó en ese mismo año contra rebeldes prorrusos y más tarde en 2022 Rusia lanzó una invasión en territorio ucraniano que va camino de cumplir tres años. Estos conflictos directos con Rusia han alimentado el sentimiento prooccidental y pro-UE que ya existía en buena parte de la población ucraniana.
Armenia siempre fue un aliado fiel de Rusia, aunque en los últimos años quiso acercarse a la UE, algo que Moscú no le perdonó y por ello no le apoyó en 2023, cuando Azerbaiyán atacó el Alto Karabaj, territorio bajo su soberanía pero habitado por armenios. La falta de apoyo fracturó aún más el vínculo entre Moscú y Yereván, que aseguró este 2024 que quiere salir de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (una alianza militar impulsada por Rusia). Moldavia, por su parte, ha tenido durante años presidentes prorrusos, aunque desde 2020 ha preferido un rumbo pro-UE de la mano de la europeísta Maia Sandu con la que el país ha conseguido el estatus de candidato a la Unión Europea. Moscú presiona a Moldavia a través del estado no reconocido de Transnistria y anteriormente con los gaseoductos de Gazprom, de los que sacaba rédito económico y político para presionar al país.
Estonia, Letonia y Lituania fueron las primeras repúblicas en salir de la URSS y rápidamente buscaron alinearse con Occidente, la UE y la OTAN, rechazando cualquier vínculo o similaridad con Rusia o la URSS. Para ellos no hubo ninguna duda y nunca han querido participar en iniciativas rusas como la Comunidad de Estados Independientes o la Unión Económica Euroasiática. Reafirmaron su voluntad de mirar a Occidente en 2004 entraron en la Alianza Atlántica y en la Unión Europea. En los últimos años han visto a Rusia como una amenaza a su seguridad e incluso a su integridad, algo que no ha ayudado a mejorar las relaciones diplomáticas entre ambos países.
Fieles a Moscú
Bielorrusia es sin ninguna duda el que menos ha cambiado desde 1991, ha buscado mantener un sistema muy parecido al de la URSS aunque buscó tener la apariencia de democracia. No solo es actualmente el país con una economía más parecido a la soviética (incluso conserva su sistema de koljós, granjas colectivizadas), también es el que sigue más al pie de la letra los dictados de Moscú. Durante años incluso se ha elocubrado sobre la posibilidad de que se conviertan en un solo país, algo que el presidente Alexander Lukashenko ha negado en repetidas ocasiones. El grado de dependencia es tan alto que actualmente «ninguna acción de las autoridades bielorrusas se llevará a cabo si el Kremlin se opone», apunta el analista de riesgo Alex Kokcharov.
Los países de Asia Central no solo heredaron las élites soviéticas (que en la mayoría de casos se perpetuaron en el poder durante décadas), sino también sus peores dejes. Es por ello que sus modelos autocráticos, aunque muchos de ellos celebran elecciones, no ofrecen ninguna opción real de cambio en el poder. Bastante más dependientes de Moscú que otros países exsoviético, los ‘stanes‘ necesitan el apoyo de Moscú . Fran Olmos, analista especializado en Asia Central, apunta que la principal razón para que prefieran inclinarse por Rusia es «económica«. Aunque muchos de ellos no se cierran las puertas a cultivar buenas relaciones diplomáticas con otras potencias, especialmente Kazajistán, que mantiene una política exterior multivectorial, mantienen vínculos estrechos con Rusia porque «todavía hay lazos en todos los niveles entre las élites políticas y económicas (de Asia Central) y Moscú». Algunos de ellos, además, dependen en gran medida de las remesas económicas desde Rusia; en Tayikistán y Kirguistán representan en torno al 30%.
Los que han buscado una relativa neutralidad son principalmente Azerbaiyán y Turkmenistán. Apunta la periodista azerí Arzu Geybulla que su país «ha buscado una política más o menos multivectorial para tener un vínculo fuerte con Turquía y a la vez una relación estable con Rusia». Bakú y Ankara son dos buenos aliados e incluso desde Turquía se suele usar la expresión “dos estados una nación» para indicar la proximidad política y cultural entre ambos países. Por lo que respecta a Turkmenistán, oficialmente se tilda a sí misma de «nación neutral», razón por la que no busca inclinarse muy abiertamente.
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