FCBarcelona y Manchester City, dos de los equipos que mejor fútbol realizan de Europa, están viviendo tiempos de zozobra. Los azulgranas con un entrenador nuevo; los ‘Sky Blues’, con el que está considerado el mejor técnico del mundo.
Si decidiésemos hacer la clasificación con los últimos seis, siete u ocho resultados de Liga y Premier, los barcelonistas y el conjunto de Manchester serían los últimos o casi de sus campeonatos domésticos. No, los últimos, sí.
Después de un montón de años defendiendo que el camino es jugar bonito, Pep Guardiola, el técnico del MCity, reconoció, tras empatar ayer, en el Etihad, con el Everton (1-1), que “esto va de ganar”. Hansi Flick dijo algo parecido al perder con el Atlético (1-2), en el último minuto, no, miento, más allá del último minuto y sentirse “tremendamente orgulloso de sus futbolistas y del juego desplegado”. Pero, sí, esto siempre ha ido de ganar.
Peligra la Champions
Nadie cree, nadie piensa, nadie apuesta que uno y otro vayan a cambiar de estilo. Flick, desde luego, tiene a qué agarrarse, pues su posición en la Champions es más que privilegiada. La de Guardiola es más cuestionable y se va a jugar, el próximo mes, muchas de sus posibilidades, contra el PSG de su amigo Luis Enrique.
Estamos hablando mucho de Flick y de la posibilidad que no acabe de entender lo que le está pasando a su equipo. De momento, están de vacaciones y volverán al trabajo este domingo, sin Lamine Yamal, ya saben, que se está recuperando de una lesión en el tobillo derecho…en Dubái, entre boas y leones.
Lo de Guardiola ya es otro cantar. Jamás de los jamases, el ‘noi de Santpedor’ ha vivido una situación tan negativa como la que atraviesa en el City tras ganar, consecutivamente, las últimas cuatro Premiers, cosa que no ha logrado equipo alguno. Guardiola cuenta con el apoyo total, total, del presidente del City, Khaldoon Al Mabarak, “que no cesa de decirme que lo que necesite y que saldremos de esta, lo que debo agradecer”. Evidentemente, tiene el respaldo del máximo ejecutivo, su amigo Ferran Soriano. Y, cómo no, cuenta con la inestimable ayuda de Txiki Begiristain, el Director Deportivo, que, aunque está cediendo los trastos al portugués Hugo Viana, confía ciegamente en su amigo. Y, por descontado, la afición, que hace apenas una semana lo recibió con una inmensa pancarta en uno de los goles de su estadio en la podía leerse: “Més que un entrenador”.
A finales de octubre, el City de Guardiola estaba invicto y liderando la Premier. Todo el mundo lo daba como claro favorito para sumar su quinto título consecutivo. Hoy es séptimo, a 14 puntos del Liverpool, que podrían ser 17, porque los ‘reds’ tiene un partido menos que los ‘blues’. Pep ha sumado una victoria, tres empates y nueve derrotas en los últimos 13 encuentros. Ya tiene tantas derrotas como en los últimos 106 encuentros. Tremendo.
Guardiola perdió a su estandarte, a su timonel, a su jugador franquicia, a su futbolista clave, al ancla, a Rodri, Balón de Oro y, no hace mucho, se vió en la necesidad de preguntarse «¿cuántos anillos ganaron los Chicago Bulls sin Michael Jordan?” Pero es que Pep ha perdido, a lo largo de los últimos meses, durante cierto tiempo, no solo a su prolongación en el campo sino a muchos de sus mejores futbolistas: Walker, De Bruyne, Bobb, Doku, Grealish, Savinho, Aké, Akanji, Kovacic, Diaz, Stones…
Remontar el vuelo
“Jamás hablaré mal de mis futbolistas, no lo he hecho nunca y así seguiré”, dijo ya en el inicio de la crisis. Ahora, el objetivo es meterse entre los cuatro primeros de la Premier League, que no será fácil y pelear, a medida que se recuperen sus estrellas, por ascender todo lo que pueda en la curiosa clasificación de la no menos curiosa nueva Champions donde, sin duda, como el Real Madrid, el Bayern de Munich o el mismo PSG, deberá jugar una eliminatoria extra (muy peligrosa), cosa de la que se librarán los ocho primeros, entre ellos, seguramente, el Barça.
Una cosa parece clara: con el respaldo ciego de la propiedad, con el apoyo del equipo profesional y ejecutivo, con, se supone, la solidaridad incondicional de sus jugadores y, sobre todo, con el entusiasmo de sus aficionados, Guardiola, contrariamente a lo que hizo cuando cumplió su cuarto año triunfal en el Barça, ha decidido quedarse en el City y hacer la revolución, la transformación, el cambio generacional al que le va a obligar esta crisis de resultados.
Guardiola cuenta con el apoyo total de todo el mundo. El presidente Al Mabarak, Ferran Soriano, Txiki Begiristain y Hugo Viana confían ciegamente en él. Y la afición del Etihad le recibió, hace unos días, con una inmensa pancarta en la que se podía leer: «Més que un entrenador»
No hay que olvidar que, el 25 de abril de 2012, Guardiola anunció que dejaba el Barça. Su frase de entonces, inolvidable, fue “me marcho porque si sigo nos haremos daño”. Y se fue. Guillem Balagué, un auténtico experto de la Premier, periodista y escritor, colaborador en múltiples medios, recordó ayer en BBCSport que, antes de abandonar el Barça, “Pep consultó, preguntó, a Sir Alex Ferguson y Rafa Benítez qué había que hacer en momento de gran crisis: irte tú o cambiar de jugadores. Los dos le dijeron que cambiar de jugadores, pero Pep decidió irse del Barça”.
Estaba claro que, si continuaba, Pep pensó que se harían daño. Y es que la relación que Guardiola mantenía en aquellos días con las ‘vacas sagradas’ de su vestuario era demasiado estrecha como para tomar decisiones drásticas. Ahora, ha decidido afrontar el reto de transformar el City. Puede que, en enero, intente fichar, dicen, a Martín Zubimendi, la estrella de la Real, lo más parecido a Rodri. Puede.
Lo que es seguro es que lleva ya varias semanas trabajando, conversando y planificando el Manchester City de sus próximos tres años (acaba de renovar hasta el 2027) junto a Txiki, sin duda, y de la mano de Viana. Y, en ese sentido, es evidente que los treinteañeros corren peligro: Walker (34 años), Gundogan (34), De Bruyne (33), Ederson (31), Stones (30), Kovacic (30), Silva (30)…
El problema es que, tal vez, Guardiola tenía planeado que estos veteranos jugasen un partido a la semana y, por las numerosísimas lesiones (importantes) que ha sufrido la plantilla, ninguno de ellos ha podido descansar cuando no estaban lesionados, que también se han lesionado. A todo ello hay que sumar que la Premier League es la competición más dura del Viejo Continente y, si tú no tienes a los mejores, no ganas.
No hace mucho, la semana después de golear al Real Madrid en el majestuoso Santiago Bernabéu, el brasileño Raphinha reconocía en una entrevista que “el mejor entrenador del mundo, el mejor, nunca ganará si los jugadores no están dispuestos a trabajar duro y con mentalidad ganadora. Somos nosotros los que salimos al campo, los que jugamos, los que tenemos que seguir las indicaciones del técnico, no son ellos, no era Xavi ni es, ahora, Flick, quien juega”.
«El mejor entrenador del mundo, el mejor, nunca ganará si los jugadores no están dispuestos a trabajar duro y con mentalidad ganadora. Somos nosotros los que salimos al campo, los que jugamos, no son ellos, no era Xavi ni es, ahora, Flick, quien juega”
Nadie, en Inglaterra, duda de Pep Guardiola. Nadie. Él mismo ha reconocido estas semanas que no duerme bien. Muchas veces su comportamiento ante los medios, en la sala de prensa, ha sido extraño, forzado, poco natural. No ha sido él, algo inusitado. Es posible que se pase el día dudando de sí mismo. El día que se arañó la frente, por culpa de una uña mal cortada o demasiado larga, sorprendió a todo el mundo, hasta a su asesor personal, Manel Estiarte, que, según explica Guillem Balagué, le escribió un washap, antes de entrar en la conferencia de prensa, donde le preguntaba “¿qué te ha pasado en la cabeza?”
Todo el mundo cree que la crisis del Manchester City es una consecuencia de multitud de problemas, incluidos algunos errores a la hora de dejar escapar determinados futbolistas. Muchos piensan que el lateral Frimpong, ahora triunfando en el Bayern Leverkusen, podría haber sido el relevo natural de Walker o Bynoe-Gittens, ahora estrella del Borussia Dortmund, un refuerzo vital para este zarandeado MCity y, desde luego, el mayor error fue dejar escapar al talentoso y goleador Cole Palmer, actual estrella del Chelsea.