El pueblo libanés celebra que a la decimotercera va la vencida. Los 128 diputados del Parlamento han sido convocados este jueves al pleno para elegir al presidente de la república por 13ª vez. Después de más de dos años sin jefe de Estado, el Líbano cuenta con nuevo presidente. El candidato más popular, el comandante del Ejército libanés, Joseph Aoun, ha sido elegido en segunda vuelta con 99 votos. En la primera vuelta sólo recibió 71, 15 menos de los necesarios, pero los parlamentarios aprovecharon el descanso de dos horas para intensificar las negociaciones que permitieron su elección.
Najib Mikati, el primer ministro interino, ya se mostraba emocionado el día anterior a la votación. «Hoy, por primera vez desde que empezó el vacío presidencial, me siento feliz, porque si Dios quiere mañana tendremos un nuevo presidente«, dijo. La última votación tuvo lugar en junio, pero el panorama nacional libanés ha cambiado radicalmente desde entonces. Ahora mismo, el país se encuentra en un alto el fuego de 60 días que expira a finales de enero. Antes, la brutalidad de la violencia israelí durante dos meses arrasó decenas de aldeas libanesas y mató a 3.300 personas.
Como consecuencia, la economía del Líbano, diezmada tras seis años de feroz crisis financiera, se desplomó aún más. Sólo en daños la guerra ha costado 8.500 millones de dólares. El Gobierno no cuenta con los fondos para reconstruir toda la destrucción, concentrada especialmente en el sur del Líbano, el valle de la Becá al este del país y los suburbios sureños de Beirut. En otras ocasiones, tras guerras previas, grandes potencias como Irán o Qatar vinieron cargados de dinero para ayudar en la reconstrucción. Pero el contexto regional actual ha cambiado.
Apoyado por la comunidad internacional
Gran parte del cambio se explica a través del debilitamiento de Hizbulá, cuyas capacidades militares han sido mermadas y cuyos líderes han sido aniquilados. No sólo la milicia chií libanesa ha perdido su poder disuasorio frente a Israel, sino que también la caída de su aliado, el régimen sirio de Bashar el Asad, ha acabado de debilitar a Irán y a su Eje de la Resistencia. Los despachos de la capital libanesa han sido testigos de ello. Durante la última semana, representantes de Arabia Saudí, Francia y Estados Unidos han pasado por sus butacas para discutir quién será el próximo presidente del Líbano, y presionar para que sea su preferido.
La debilidad política de Hizbulá y su renovada flexibilidad se expresó este miércoles cuando su candidato, Suleiman Frangieh, fiel aliado de Asad, anunció su retirada de la carrera presidencial y dio su apoyo a Aoun. El comandante del Ejército libanés cuenta con el apoyo de la comunidad internacional y es visto como un actor clave para conseguir el alto el fuego entre Israel y Hizbulá. Además, también es celebrado por haber sido capaz de mantener al Ejército del Líbano como una institución resistente y relativamente independiente en medio de años de agitación política y económica.
Bloqueo político
Con una Siria sin Asad y un Hizbulá mermado, las potencias extranjeras ven esta votación como el momento clave para lograr colocar un presidente alejado de la influencia de Irán. En 2016, el apoyó de Hizbulá fue vital para impulsar a Michel Aoun a la presidencia, ya que el grupo y las facciones que apoyaban su posesión de un poderoso arsenal estaban en ascenso. Ahora, el nuevo Aoun –sin ningún parentesco con el anterior– no tiene nada que ver con su predecesor. Su nombramiento puede ayudar a consolidar la actual tregua y, sobretodo, afianzar los apoyos internacionales que ayuden en la reconstrucción de las zonas arrasadas por Israel.
A su vez, el candidato ganador tendrá que nombrar un nuevo gobierno. El Líbano llevaba desde octubre de 2022 sin presidente, pero desde mayo de ese mismo año sin gabinete. El bloqueo político ha impedido que los gobernantes lleven a cabo las reformas exigidas por los acreedores internacionales para desbloquear un rescate financiero desesperadamente necesario. Como fuerza política dominante en el país, Hizbulá había sido considerado durante mucho tiempo como el principal obstáculo para elegir presidente. El puesto está reservado a un cristiano maronita en el sistema sectario de reparto del poder.
El cuarto jefe del Ejército presidente
A sus 60 años, Joseph Aoun se ha convertido en el cuarto jefe del Ejército en ascender a la presidencia en la historia del Líbano. Oficial militar de carrera, se unió a las Fuerzas Armadas Libanesas en 1983 y desde 2015 dirige la Novena Brigada de Infantería. En marzo de 2017, se convirtió en comandante de las Fuerzas Armadas Libanesas. Cinco meses después, supervisó con éxito una campaña para expulsar a los militantes del Estado Islámico y del Frente Nusra de la frontera del Líbano con Siria.
Durante los años de crisis económica, iniciada en 2019, Aoun ha intensificado los contactos con Estados Unidos. Allí, no sólo recibió entrenamiento militar y antiterrorista, sino que obtuvo importante ayuda financiera para sus filas en medio de una debacle financiera sin precedentes. Además, gracias a ella, Aoun supo mantener la independencia del Ejército, ya que resistió los intentos del Gobierno de usar a sus soldados para reprimir las protestas generalizadas contra la corrupción.
«El Estado necesita invertir en su Ejército para que sea capaz de proteger sus fronteras, combatir el contrabando y el terrorismo y evitar las agresiones israelíes en el territorio», ha dicho en su discurso tras la votación. Visto como una figura nacional capaz de lograr consensos, Aoun ha insistido en que sólo el Ejército –y, por lo tanto, no Hizbulá– debe tener armas en su posesión. «Prometo reconstruir lo que la agresión israelí ha destruido en todo el Líbano», ha anunciado en un claro guiño al pueblo libanés que aún trata de recuperarse de la violencia sufrida este otoño.