En 1979, con el fracaso del referéndum sobre la autonomía y la llegada de los años Thatcher -quien utilizó Escocia como laboratorio de sus políticas, por ejemplo en la famosa Poll Tax- un joven Alex Salmond formaría parte de una corriente interna del SNP que defendía moverse hacia posiciones más a la izquierda. Se abría una profunda brecha en el partido por parte de quienes defendían la necesidad del autogobierno para mejorar el bienestar de la clase trabajadora y no solo basarse en los tradicionales elementos identitarios.
El SNP entraría en una crisis con el intento de expulsión de esta corriente, pero a su vez empezaban a tomar forma los elementos que le conducirían al éxito electoral y político, culminando con la llegada al gobierno escocés en 2007 y el referéndum sobre la independencia de 2014.
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Alex Salmond es sin duda la figura política que mejor representa la evolución del partido desde los años 80. En diversas etapas y también con muchas controversias, Salmond estará al frente de la consolidación del SNP como un partido socialdemócrata, con voluntad de ser un partido de gobierno, construyendo un discurso donde la independencia se vincula al bienestar de la población y a la democracia, y no solo al reconocimiento cultural, con una apuesta por el europeísmo en un Estado euroescéptico. Todo este giro ideológico se realiza además superando una de las divisiones internas que hacía años atravesaba el partido. El partido terminará superando el debate sobre el gradualismo de las reformas de autonomía. Con Salmond se consolida una visión política donde, a pesar del escepticismo sobre las reformas, cualquier avance en el autogobierno era visto como un paso hacia la independencia de Escocia.
Asimismo, el partido renunciaba explícitamente a formular una reforma del conjunto del Estado para acomodar la realidad escocesa y defendería un modelo específico para Escocia. Todo este proceso estuvo lleno de momentos políticos complejos para Alex Salmond, con el éxito del laborismo volviendo al gobierno en 1997, el referéndum de la ‘devolution’ impulsada por Tony Blair en 1997, o su salida de la dirección del partido entre 2000 y 2004.
En cualquier caso, el liderazgo de Salmond y la evolución del partido habían generado unos cimientos sólidos que mostraron cómo los avances en el autogobierno no eran un obstáculo para la agenda independentista. Ser un partido de gobierno eficaz no era un obstáculo, pues, para que el principal punto de su programa político fuera la independencia. Con la llegada de los conservadores liderados por David Cameron al Gobierno de Londres en 2010, se abriría la última etapa de Salmond al frente del partido y el momento culminante de su carrera política: el referéndum sobre la independencia de 2014. Por primera vez en el contexto de la Europa occidental contemporánea se organizaría un referéndum democrático y aceptado por ambas partes para que una sociedad expresara sus preferencias sobre la posibilidad de convertirse en un Estado independiente. Pese a la derrota en el referéndum, se había sentado un precedente político que tendría repercusiones más allá del resultado, en un contexto en el que desde España y Catalunya se observaba atentamente la evolución del Reino Unido.
Para Salmond eso significó el fin de su carrera política al frente del SNP, y una mala gestión de su legado político que ha tenido repercusiones importantes en el movimiento independentista escocés. Con la derrota en el referéndum, Salmond acabaría dejando tanto el cargo de primer ministro como de líder del partido. Varias controversias políticas como la convocatoria de un segundo referéndum, las acusaciones de acoso sexual o su colaboración con un medio de comunicación ligado a la Rusia de Putin le alejaron del partido y erosionaron su legado político.
Con su muerte se cierra pues una de las trayectorias políticas más relevantes y longevas, sin la que no se entendería la relevancia de la acomodación de las naciones sin estado en el contexto europeo durante los últimos cuarenta años.