El asado, la carne vacuna cocinada lentamente por el calor de las brasas, ha sido por décadas un signo inequívoco de ‘argentinidad’. Más que hábito gastronómico, un ritual de sábados por la noche o domingos familiares al mediodía. Muchos en este país se consideran grandes asadores y creen tener el secreto infalible para preparar el fuego con carbón vegetal o, a veces, troncos de un árbol, alimentarlo poco a poco para que la cocción de la carne a la parrilla llegue a la boca de los comensales con el gusto de una celebración. En cada barrio de la ciudad de Buenos Aires solía haber muchas parrillas, como se conocen los restaurantes especializados en el asado. Una de ellas, Don Julio, acaba de alcanzar el primer puesto en el «Latin America’s 50 Best Restaurants» celebrado en el Museo Histórico Nacional de Río de Janeiro.