De Carolina del Norte al cielo no hay demasiada distancia. En la pequeña ciudad costera de Wilmington empezó a volar Michael Jordan, quien se hizo un nombre como mejor jugador de la liga universitaria en Chapel Hill, antes de enfilar hacia los Bulls de Chicago para instalarse eternamente en el Olimpo del baloncesto. Una trayectoria que siempre trató de emular Stephen Curry, formado en los Wildcats de Davidson, un pequeño pueblo universitario a los pies del lago Norman. Muy cerca del cielo también se sentía Billy Graham, quizás el predicador evangélico más influyente del siglo XX, susurro de presidentes e hijo predilecto de Charlotte, el segundo centro bancario más importante de Estados Unidos. Y desde las alturas, cómo no, llegó recientemente como una apisonadora el factor más imprevisible de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre en el estado, el huracán Helena, el más devastador de su historia.
Entre plantaciones de tabaco, olor a barbacoa y el bluegrass que emana de las Montañas Azules, se libra una de las batallas más encarnizadas para decidir al próximo inquilino de la Casa Blanca. Donald Trump ganó allí en las dos últimas elecciones, pero como sucede en otros bastiones sureños de tradición conservadora, Kamala Harris le pisa los talones. Las encuestas a un mes de los comicios reflejan un empate técnico. Particularmente para el neoyorquino es un estado crucial.
Votos electorales en juego
El ganador en Carolina del Norte se llevará 16 votos electorales, los mismos que hay en liza en Georgia. De los estados bisagra que decidirán las elecciones, solo Pensilvania tiene mayor peso para alcanzar los 270 votos electorales que abren las puertas de la Casa Blanca. La tradición histórica está del lado de los conservadores. Los republicanos han ganado todas las presidenciales en el estado desde 1972, con dos únicas excepciones: Jimmy Carter en 1976 y Barack Obama en 2008. Pero los márgenes se han ido estrechando a medida que profesionales universitarios de todo el país se mudaban a los anillos metropolitanos de Asheville, Charlotte o Raleigh-Durham. Trump ganó en 2020 por solo un punto porcentual de diferencia, poco más de 74.000 votos.
Estrategia de los candidatos
Trump es el candidato que más importancia parece otorgar al estado. Carolina del Norte es el único de los siete estados bisagra de estas elecciones donde se impuso hace cuatro años. A tenor de los gastos de su campaña, su equipo apuesta por revalidar allí la victoria y sumarle Pensilvania y Georgia, tres estados que le bastarían para alcanzar los 270 votos electorales, siempre que no pierda ninguno de los que ganó en 2020. Su cómoda ventaja entre los independientes y su crecimiento entre los latinos parecen ser su mejor baza.
Las opciones demócratas en el estado han mejorado mucho desde que Harris reemplazó al presidente Joe Biden al frente de la candidatura. Su campaña trata de emular la estrategia de Barack Obama en 2008, con voluntarios y organizadores en todos los rincones del estado, dedicados a registrar votantes y llevar puerta por puerta el programa de su candidata. La popularidad del gobernador demócrata, Roy Cooper, que expendió la sanidad para las familias de bajos recursos en el estado, corre a su favor. Pero Harris no solo tendrá que reinar en las ciudades y entre el voto negro, sino reducir su desventaja en las zonas rurales, donde vive el 40% de la población del estado.
Las incógnitas del huracán
El 17 de octubre comenzará en Carolina del Norte el voto presencial anticipado para las elecciones del 5 de noviembre, pero muchos condados del estado tendrán serios problemas para cumplir con el calendario. Los masivos destrozos ocasionados por el huracán Helene, que mató a más 200 personas a su paso por el sudeste de EEUU, han dejado fuera de juego una docena de oficinas electorales en el noroeste del estado, según explicaron el martes las autoridades locales. También se teme que el voto por correo pueda verse afectado, dado el mal estado de las carreteras y los daños en diversas zonas residenciales. «La destrucción no tiene precedentes y semejante nivel de incertidumbre tan cerca de las elecciones es muy desalentador», dijo recientemente Karen Bell, la directora de la comisión electoral del estado.
Pocos se atreven a aventurar el impacto que Helene podría tener en los comicios, pero los precedentes no son demasiado alentadores. En las legislativas del 2018 en Florida, celebradas poco después de que el huracán Michael hiciera estragos en partes del estado, la participación cayó un 10%, según un estudio de la Universidad de Chicago, que lo achacó «al cierre de colegios electorales y las distancias superiores que los votantes tuvieron que cubrir» para ejercer su derecho al voto. En Carolina del Norte las zonas más afectadas son las áreas rurales del noroeste, más propensas al voto republicano, pero incluyen también bastiones demócratas como la ciudad de Asheville.
Los escándalos del candidato republicano a gobernador
La campaña de los republicanos se ha visto salpicada por los escándalos y el extremismo de algunas de sus figuras locales. Principalmente del actuar gobernador adjunto y candidato a dirigir el estado, el afroamericano Mark Robinson, al que Trump ha comparado repetidamente con Martin Luther King. Hace dos semanas la CNN destapó que Robinson es usuario habitual de una web porno donde interactúa en sus chats bajo el apodo de ‘Nazi negro’. En esos chats ha defendido la esclavitud y ha hecho toda clase de comentarios sexuales «inflamatorios», una postura que choca con la moralina que destilan sus discursos. Robinson, de momento, se ha negado a dimitir.
También ha dado mucho que hablar Michele Morrow, la candidata republicana a superintendente de los colegios públicos del estado. Morrow no solo defiende en su programa el ‘homeschooling’, sino que ha pedido públicamente que Obama y Biden sean ejecutados y ha dicho que el movimiento LGBTQ+ vendría a ser una tapadera de pedofilia. Ambos escándalos preocupan en el partido, donde muchas de sus figuras estatales les están pidiendo que dimitan.
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